Ante la pregunta planteada en esta columna el viernes pasado sobre porqué si había 18 millones de vacunas anti-covid almacenadas el presidente Andrés Manuel López Obrador seguía pidiendo al presidente Joe Biden ayuda con dosis y el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, continuaba de compras en el mundo para alcanzar la inmunización, ya hay una respuesta de funcionarios federales: se perdieron. Nadie sabe en el gobierno dónde están millones de vacunas por las que la Secretaría de Hacienda desembolsó 44 mil millones de pesos, pero tampoco, por si lo primero no fuera suficiente, se ha iniciado una investigación para rastrear qué sucedió, deslindar responsabilidades y castigar a los culpables de este negligencia criminal.
La pelota de las vacunas, que ha sido motivo de discusión en varias reuniones en Palacio Nacional, se la echan las secretarías de Relaciones Exteriores, que las compra y las trae a México, y la Secretaría de Salud, que las recibe, planifica la vacunación y las distribuye a través del Ejército. La ruta, aunque requiere de una compleja logística de distribución -donde los militares son de gran ayuda-, está rota porque millones de vacunas que afirma la Cancillería compró, no aparecen. La Secretaría de Salud debería de tener el registro, pero las dotaciones que dice Relaciones Exteriores que le entregó, no parece tenerlas en sus inventarios.
Hay un verdadero desastre en el gobierno con el tema de las vacunas, donde en este momento no se sabe si Ebrard ha hecho las cosas de acuerdo como lo informa semanalmente a la población desde Palacio Nacional, o si Hugo López-Gatell, el subsecretario a quien el presidente le encargó
toda la estrategia relacionada con la pandemia del coronavirus, volvió a cometer los
por los cuales lo despidieron en el gobierno de Felipe Calderón, cuando su equipo fracasó en el manejo de la pandemia de la influenza, donde por su mala interpretación de la información dio una alerta tardía sobre la enfermedad, con lo que demoró la toma de decisión del gobierno.
La incompetencia de López-Gatell se detalló en este espacio desde el 13 de marzo del año pasado, cuando tenía impresionado a López Obrador, convencido al gabinete y empezaba a cautivar a la opinión pública con una verborrea que duró bastantes meses antes de empezar a caer ante los mexicanos y dentro del ánimo del presidente, que hoy lo maltrata en las reuniones de gabinete, pero no va a despedir porque eso sería el equivalente a admitir que se equivocó y que hay crisis en la estrategia. Primero que aumenten los muertos, a reconocer errores, es la racional dentro de Palacio Nacional, siguiendo la forma como piensa el presidente. Pero aún con la ineptitud del zar del coronavirus, no está del todo claro si el origen del problema es culpa de él.
Hay anomalías en la forma como la Secretaría de Relaciones Exteriores ha estado realizando las compras. Ebrard encargó la tarea a la subsecretaria de Asuntos Multilaterales, Martha Delgado, muy cercana a él desde hace años, quien viajó por el mundo negociando la compra de vacunas y, en algunos casos, acompañando los cargamentos. Los primeros envíos fueron transmitidos en vivo, un ejercicio para proveer de certidumbre a los mexicanos, y varias veces Ebrard encabezó una pequeña delegación de secretarios de Estado que llegaban a darle la bienvenida a cajas. En algunos momentos, como sucedió con envíos de CanSino, hasta el embajador de China fue al aeropuerto. La llegada de vacunas del mundo a México siempre es anunciada, junto con el número de dosis que se enviaron, la marca de la vacuna y su procedencia.
Sin embargo, de acuerdo con testigos, ha habido ocasiones en que los datos que proporciona la Cancillería no corresponden con el manifiesto que entregan los pilotos de las naves. A veces el número de vacunas en los contenedores no corresponde al total anunciado por el gobierno; en ocasiones ni siquiera tienen vacunas, y en otros casos, los envíos vienen de lugares diferentes
de donde presuntamente habían salido
los paquetes. López-Gatell, que siempre envía funcionarios de Salud a la llegada de esos vuelos, parece que desconoce estas irregularidades en algunos cargamentos.
¿Qué tantas vacunas que se informó que arribaron, nunca pisaron territorio mexicano? Realmente nadie sabe. Tampoco se conoce de algún reclamo directo y en privado de los fabricantes de las vacunas, lo que permite suponer que quizás las empresas también desconocen que hay anomalías en lo que entregaron. Pero ¿pueden ser tantos desvíos como para llegar a 18 millones de vacunas de las que no hay registro dónde están? No se sabe ni siquiera dentro del gobierno. Cuando comenzaron las críticas en los medios sobre la presunta pérdida de vacunas a mediados del mes pasado, López-Gatell afirmó que no había ninguna pérdida, que todas estaban “perfectamente identificadas y sabemos en dónde están y en qué momento se están aplicando”.
Por las discusiones en Palacio Nacional en las últimas semanas, López-Gatell volvió a desinformar o a mentir, porque la realidad marcó otra cosa, y de ahí la continuidad en las compras de vacunas y la petición de López Obrador a Biden por varios millones de dosis. También es posible, por el caos de la Secretaría de Salud en el registro de las vacunas que llegan a México, que como sucedió en 2009, el zar del coronavirus no tenga idea de lo que sucedió bajo su dirección.
López-Gatell está cargando hoy en día con las culpas de las vacunas desaparecidas, pero podría no ser un problema sólo suyo. Urge una auditoría sobre cuántas vacunas realmente han llegado a México y hacer una compulsa entre los manifiestos de los pilotos y la información de Relaciones Exteriores, para esclarecer el destino que tuvieron. También es apremiante que dejen de mirarse unos a otros y preguntarse dónde quedaron las vacunas en las reuniones de gabinete, y recordar que mientras continúen pasivamente sus discusiones endogámicas, seguirán muriendo mexicanos afuera de Palacio Nacional.
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