Le haría muy bien al presidente Andrés Manuel López Obrador conocer la experiencia de la Paciente 31 en Corea del Sur. Se puede sentir identificado, al tratarse de una mujer de 61 años, su contemporánea, cristiana como él, y reflexionar sobre cómo actos irresponsables pueden ser devastadores en la peor crisis de salud que ha vivido el mundo desde la “gripe española” en 1918. Al grito de “¡Aleluya!” en una ceremonia cristiana, donde animaba a que todos se abrazaran, provocó que de 30 casos contagiados por el Covid 19 en ese país, totalmente controlados, en cuestión de días se fueran a mil. La irresposabilidad de la Paciente 31, debe ser una lección no sólo para el presidente, sino para todos. Todo depende si uno la toma.
El caso de la Paciente 31 saltó a los medios de comunicación como una hipótesis hace un par de semanas. Pero ahora, es oficial. Un documento del gobierno de Corea del Sur, afirma que la mayoría de los casos confirmados, ocho mil 961 al 21 de marzo, se encontraban en una sola región y se concentraban en los miembros de la Iglesia Schincheonji, cuyos líderes se negaron a ser examinados para saber si eran portadores del virus. No se sabe cómo se infectó la Paciente 31, pero antes de ser diagnosticada como portadora, participó en los servicios religiosos de la Iglesia en la provincia de Daegu, de donde era nativa, y estuvo en Seúl. En uno de sus viajes a la capital, al tener fiebre alta, los doctores le sugirieron hacerse la prueba del Covid-19, pero en lugar de ello, se fue a un buffet en un hotel.
El documento del gobierno surcoreano señala que la evidencia de la expansión de la epidemia comenzó el 1 de febrero, durante una misa masiva de los cristianos en Daegu. Ese día sólo ella estaba contagiada. Desde entonces, de acuerdo con el documento, nueve mil 300 miembros de la Iglesia han sido examinados y puestos en cuarentena. Al 15 de marzo, un mes y medio después de iniciar la transmisión acelerada del virus, el 61% de los casos confirmados estaban vinculados a la Iglesia Schincheonji, y el 88% eran residentes de Daegu y la vecina provincia del Gyeonsang del Norte. Todavía hoy, hay 974 casos confirmados en esa región.
El rápido incremento de los casos confirmados en Corea del Sur, señala el documento, se debe a la capacidad del gobierno para realizar 18 mil pruebas al día y al intenso análisis epidemiológico de los grupos de alto riesgo. “El incremento diario en el número de casos confirmados en Corea es un testimonio del extenso monitoreo y la respuesta con la cuarentena que busca ‘perseguir y rastrear’ los casos potenciales”, indica el documento. Esa estrategia se resume en: no esperaron que llegara el virus, fueron a buscarlo.
La estrategia en México ha sido diferente. El subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, ha desestimado las analogías con otros países en materia de aplicación de pruebas y de vincularlas con la eficacia para enfrentar la pandemia, porque existe, dijo recientemente en una conferencia de prensa, “modelos más eficientes que el modelo de vigilancia generalizada”. Hasta el domingo, según los información proporcionada por José Luis Alomía, director general de Epidemiología, hasta la fecha se habían practicado mil 945 pruebas para el diagnóstico del Covid-19.
La estrategia mexicana es radicalmente distinta a la que están realizando el resto de los países en el mundo, incluido Estados Unidos, donde el presidente Donald Trump originalmente pensaba que las pruebas no eran relevantes, y en contraoposición con el llamado del director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus desde hace 10 días donde dijo que no había que dejar de hacer “pruebas, pruebas y pruebas”. Según la página electrónica de World in Data, el incremento en el número de pruebas en la mayoría de los países ha sido para ir “a la caza” del coronavirus, y los datos contrastan con México. Por ejemplo, Colombia, hasta el 19 de marzo había practicado dos mil 571 pruebas, y las mexicanas al día de hoy eran casi el 10 por ciento de las realizadas en Japón hasta cuatro días antes.
Las estrategias, aunque coincidan en algunos aspectos, difieren de país en país. En Corea de Sur, de acuerdo con el documento, para evitar el subregistro por los casos asintomáticos, los protocolos de las pruebas se han extendido a quienes
muestran una simple gripa, particularmente en la región de alto riesgo de Daegu. Al mismo tiempo, ha utilizado medidas radicales para rastrear y aplicarles la prueba a todos aquellos que han estado en contacto con casos confirmados, mediante la revisión del historial de tarjetas de crédito, de las cámaras de vigilancia en las calles e incluso de la información de los GPS en los dispositivos móviles. Una vez identificados, son colocados en cuarentena y monitoreados diariamente por las autoridades sanitarias.
La apertura y la transparencia, señala el documento, han sido cruciales para ganar la confianza pública y elevar el grado de alerta de la población, que se han traducido en acciones claras reconocidas en el mundo. Internamente, el gobierno ha recibido el apoyo de la sociedad. Aquí pasa lo contrario. Cada día López Obrador está alejado de las ansiedades y preocupaciones de la sociedad, rebasado completamente por los gobernadores, incluida la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, su incondicional, que tomaron acciones unilaterales para proteger a sus representados, ante la lentitud que perciben del gobierno.
No ayudan los arranques presidenciales de besos, abrazos, anti-higiénicos, o las declaraciones para que la gente que no tome precauciones. Se parece tanto a la Paciente 31. Esperemos que los resultados no sean los mismos.
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