Javier Duarte sintió por primera vez el frío presidencial el 5 de junio del año pasado, cuando cerca de las seis de la tarde, policías federales le arrebataron a sus policías al senador Fernando Yunes, hijo del actual gobernador de Veracruz, a quien habían detenido en un retén. La acción federal, en violación de la autonomía estatal, era el colofón de horas de presión del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, para que lo liberara. Cinco veces le llamó a Duarte, quien se negaba a soltarlo. “¡Es senador, cabrón, suéltalo!”, dijo Duarte aquella tarde que le había gritado el secretario. Poco después, cuando le informaron que les habían quitado al senador, comentó: “Ya nos abandonó el águila”.
“Águila” es como llaman muchos políticos al presidente de la República en turno, en referencia al ave en el escudo de la bandera nacional. Duarte nunca pensó, antes de ese día, que el presidente Enrique Peña Nieto le quitara su apoyo. Peña Nieto frenó varias veces al entonces secretario de Hacienda, Luis Videgaray, que le pedía actuar en su contra por el desorden financiero y la corrupción en el estado. También rechazó la reiterada petición del ex líder del PRI, Manlio Fabio Beltrones, para que lo obligara a solicitar licencia, para tratar de salvar la elección. Peña Nieto, por el contrario, lo respaldó y le entregó la elección, con la promesa de Duarte de entregar la victoria.
Por varios años, Duarte recibió con una sobredotación de recursos presupuestales que entregaba en los estados y a los candidatos que le indicaran en la Ciudad de México. Una parte de esos recursos salían de una cuenta de la llamada Modernización Educativa, que entraban a través del presupuesto estatal de educación. Esa cuenta era discrecional y funcionaba desde la Secretaría de Finanzas. Con recursos de esa cuenta, de acuerdo con personas que conocieron sus movimientos, se financió parte de la campaña de Duarte para la diputación federal y, posteriormente, para la de su campaña a gobernador.
No hay ninguna estimación sobre cuánto dinero salió de Modernización Educativa para campañas políticas, porque quien manejaba la dispersión de recursos era el propio Duarte. De esa cuenta salió dinero para un gran número de estados, e incluso llegó a utilizar como correo del dinero sucio a Moisés Mansur, su socio y presunto cómplice de corrupción. Duarte no era ajeno a combinar operación política con sus relaciones personales. Por ejemplo, utilizó a Francisco Valencia, dueño de “Vinísimo”, que frecuentaba el gobernador con sus novias y a quien nombró director la Comisión de Agua, como el enlace con el PRD. Una de las campañas que recibió dinero veracruzano, según ex funcionarios veracruzanos, fue la de Silvano Aureoles, para la gubernatura de Michoacán.
“Duarte le daba a todos, en todos lados”, dijo una persona que lo conoció bien. Nadie se escapaba, ni siquiera Morena. El enlace con ese partido era Gabriel Deantes, subsecretario de Administración y Finanzas, aunque sólo en la parte económica, pues la política se la dejaba al actual presidente de la Fundación Colosio, José Murat, y a Erick Lagos, quien era secretario general de Gobierno. Pero las reuniones más delicadas las encabezaba directamente Duarte. En dos ocasiones habló en la Ciudad de México con el jefe de Morena, Andrés Manuel López Obrador, y en dos, en su propio departamento en Polanco, con el operador del dos veces candidato presidencial y actual delegado en Cuauhtémoc, Ricardo Monreal—una de ellas tras anunciarse la alianza PAN-PRD para la gubernatura de Veracruz en a finales de 2015.
Una de las razones, si no la principal, para que Duarte le garantizara a Peña Nieto que ganaría la elección, era por su confianza en la compra de opositores. Así lo había hecho en las elecciones intermedias de 2015, donde los candidatos priistas habían arrasado. Por esos resultados, siempre pensó que el presidente le permitiría ungir a Alberto Silva, dos veces director de Comunicación Social, diputado local y secretario de Desarrollo Social, como candidato del PRI, pero Videgaray –siempre lo responsabilizó Duarte-, impuso al senador Héctor Yunes. Aún con la molestia de Duarte, inyectó mil millones de pesos, decía, en la campaña del priista. El senador ha negado que le hayan dado dinero, pero hay testigos de que cuando menos, 250 millones de pesos, en una caja de huevo, fueron colocados por el propio Yunes en la cajuela de su auto tras dárselos en la casa de Duarte.
La historia del dinero sucio en las campañas políticas es uno de los capítulos menos explorados, aunque muy hablados, de la gubernatura de Duarte, quien se ufanaba, a principios del año pasado, de haber invertido dos mil 500 millones de pesos en los estados y candidatos que le dijeron desde la Ciudad de México. Ese, pensaba, era su seguro de vida política, pero se le fue agotando. El 5 de junio tuvo una primera llamada de atención sobre lo que podría venírsele, pero siguió con la esperanza que su amigo Peña Nieto lo protegería siempre. Así lo hizo, en efecto, hasta que dejó de hacerlo.
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Nota: En la columna del viernes, “2018: el factor Salinas”, se apunta que el ex presidente Carlos Salinas se acercó a Margarita Zavala, precandidata del PAN a la Presidencia, para apoyarla. La señora Zavala, aseguró a este espacio que es falso, y que ella no ha recibido ningún tipo de respaldo de Salinas. El dato, para el contexto, fue aportado por dos fuentes de alto nivel, por separado, del PAN.