Espiar en tiempos autoritarios
Por exigir justicia, viajar a Cuba, escribir en editoriales de contenido “agresivo” contra las autoridades o participar en mítines “ofensivos” al gobierno, cineastas, actores, escritores mexicanos y asilados en territorio nacional fueron vigilados, pues se les veía como riesgo para la estabilidad del país
El anuncio del presidente Andrés Manuel López Obrador, sobre la apertura de archivos clasificados del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) despertó el debate entre expertos en seguridad y en manejo de documentos históricos, quienes han externado preocupación por el libre acceso a expedientes históricos que pudieran contener información sensible o por la complejidad que involucra cumplir con la Ley de Protección de Datos Personales.
Personajes y circunstancias por millares se encuentran dentro de los archivos resguardados con información de todo tipo: conflictos agrarios, problemas energéticos y, por supuesto, temas políticos.
Al respecto, Alejandro Hope, analista de seguridad y exfuncionario del Cisen, advierte que de abrirse los archivos será urgente proteger los datos personales de quien aparezca en esos expedientes, lo que implica producir versiones públicas testadas de millones de documentos, lo que podría tomar hasta años.
Otro aspecto a cuidar es el referente a los materiales que pueden arrojar datos que permitan la identificación de informantes que estaban al servicio del Cisen, algo que podría poner en riesgo su vida, de acuerdo con Hope.
Aunque lo más preocupante dentro de la apertura de expedientes clasificados desde 1989, año en el que se creó el órgano de inteligencia, dice Hope, es el “ejército” de trabajadores que se requiere tanto de Segob como del Archivo General de la Nación (AGN) para revisar y testar los expedientes y proteger los métodos de recolección de información.
A esto se suma otro factor de previsión relacionado con la colaboración entre agencias de información extranjera, la revelación del trabajo de esos organismos homólogos del Cisen.
En días pasados, la titular de la Secretaría de Gobernación (Segob), Olga Sánchez Cordero, refirió que esta iniciativa promovida desde octubre por Alejandro Encinas, hoy subsecretario de Derechos Humanos, Migración y Población de esta institución, no violará la ley de Protección de Datos Personales en la apertura de los archivos,
El Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (Inai) tiene claro que deberá acompañar a las autoridades para salvaguardar sus datos personales.
Y pese a que el organismo autónomo aún no ha sido requerido para establecer una línea de acompañamiento, las autoridades han manifestado su disposición de apoyar al decreto en la medida de sus facultades. Funcionarios revelaron que se podría repetir la experiencia de la apertura de los archivos del Movimiento de 1968, pues se determinó que existe mayor interés de la sociedad por conocer y tener acceso a la información sobre esos hechos.
Así, la información de los expedientes elaborados por el Cisen representan una fuente para el conocimiento de la historia reciente del país, además de dar cuenta de la evolución del Estado, particularmente desde la oposición al régimen.
Para la investigadora Ángeles Magdaleno, el resguardo de documentación debe manejarse con la prudencia que obliga el cuidado de un expediente histórico, por lo que para la apertura de estos datos es necesario un método similar al que manejan en Gran Bretaña o Estados Unidos, donde ambos por ley están obligados a liberar información hasta por 50 años. Si bien el acceso a documentación histórica es un derecho ciudadano, hay temas que no podrían consultarse por tener información sensible.
Ese es el caso de Alemania que en 1992 decidió abrir la consulta de datos almacenados por el Ministerio para la Seguridad del Estado (Stasi, por sus siglas en alemán). “Tuvieron que cerrarlos por lo horrible de la información: padres denunciando a sus hijos, y viceversa. El daño fue tan grande que lo evaluaron como mayor al beneficio”, concluye Magdaleno.
Conjura mexicana
Una amenaza para la estabilidad de México eran los intelectuales, quienes mostraron signos de no apoyar al régimen, especialmente los de izquierda. El mejor blindaje: espiarlos. Un ejército de agentes de inteligencia se desplegaron en el país para seguir, en lo público y en lo íntimo, a escritores, actores, cineastas y artistas plásticos.
Por tres décadas encontraron justificaciones los aparatos de inteligencia del gobierno mexicano, las direcciones Federal de Seguridad (DFS) y de Investigaciones Políticas y Sociales (IPS), para escarbar en la correspondencia, reuniones y peleas familiares, las presentaciones artísticas o políticas, para registrar esos detalles en informes fechados y formados por sus diferentes directores: Fernando Gutiérrez Barrios, Luis de la Barreda Moreno, Javier García Paniagua y Miguel Nazar Haro.
ejecentral ofrece un recorrido por los archivos que han sobrevivido y que Andrés Manuel López Obrador prometió que, en breve, serán totalmente públicos y que dan cuenta cómo se manejaban las instituciones de inteligencia sin regulación ni vigilancia.
1. El agente antinazi-español-stalinista A Max Aub no era difícil identificarlo como un hombre con una vida azarosa que encontraba su cuna en Valencia, España, aunque su origen fuera cercano al margen del Río Sena en París, Francia. La DFS lo vigilaba porque lo identificó como uno de los principales agentes de la Dirección Política del Estado (OGPU, por sus siglas en ruso) durante la Guerra Civil española y después colaborador de la Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos (NKWD, por sus siglas en ruso) en el servicio de espionaje intelectual. El otrora director de Radio UNAM también era señalado por colaborar “en las campañas más duras de Adolfo Hitler y ser rival de peligro de quien fuera jefe de la Gestapo en Hamburgo, el inspector Krauss. El informe refiere que Aub recibía órdenes directas de los colaboradores de Stalin en las brigadas internacionales en España, además de ocupar el cargo de confianza como ayudante del mariscal de Clever y “conocidísimo en la Defensa de Madrid”. En su exilio en México, además de escribir obras como La vida conyugal y La gallina ciega, también tenía intercambios epistolares con la Legación de Checoslovaquia, la Societé des Gens de Lettres de France, además de trabajar para la agencia Prensa Latina, identificada por el gobierno mexicano como un medio al servicio del régimen de Fidel Castro.
2. Marcaje personal
Era 5 de octubre de 1970 y en la galería Edward Munch de Paseo de la Reforma 489-A, donde ahora hay un banco, se presentaba una exposición plástica sobre los hechos de 1968, especialmente al 2 de octubre de aquel año.
En las instalaciones de la galería, propiedad del actor Carlos Bracho y del poeta Leopoldo Ayala, se instalaron cuadros, pinturas, pancartas y afiches alusivos al movimiento estudiantil y al encarcelamiento de los presos políticos, algo que preocupó al gobierno del presidente Luis Echeverría Álvarez.
A la organización de la muestra se habían unido el artista plástico José Luis Cuevas y los escritores Carlos Fuentes y Carlos Monsiváis, entre otros.
Aquel día, narraba el informe de la DFS, se concentraron cerca de 100 personas en la exhibición que “estaba completamente tapizado de pancartas, pósters, etc., desde las paredes hasta el techo, destacándose cuadros firmados por David Alfaro Siqueiros, Benito Messeguer, Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, Federico Emory Ulloa, Eli de Gortari, así como fragmentos literarios de Fausto Trejo Fuentes, Aída Murrieta, Martín Dozal Jottar y otros. En general, lo expuesto es ofensivo al gobierno y sus funcionarios”.
La parca descripción de los objetos encontrados por los agentes posó su atención en un cartel llamado La Prisión que tenía impresos los nombres de hombres y mujeres de la intelectualidad en México, como Inés Arredondo, Rosario Castellanos, José Luis Cuevas, Juan de la Cabada, José Agustín y Elena Poniatowska, todos ellos espiados por las oficinas de inteligencia mexicana, ninguno de ellos lo sabía.
Para el escritor Juan de la Cabada —quien en 1923 fundó la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR) y en 1935 fue elegido presidente del Primer Congreso de Escritores Mexicanos, en Nueva York—, la vigilancia se incrementó en 1976 por su contratación en la Universidad Autónoma de Guerrero para producir y dar mayor difusión a las obras de los autores Juan Ruiz de Alarcón, Ignacio Manuel Altamirano, Juan Sánchez Andraca, entre otros. Otra de sus actividades se centró en su interés por la política exterior, al involucrarse en el apoyo a la disidencia del presidente Somoza en Nicaragua y los conflictos en Guatemala.
Habían pasado dos años desde el movimiento estudiantil de 1968 y el círculo intelectual mantenía la protesta por medio del arte. Una de ellas fue en la galería Edward Munch a la que asistieron más de un centenar de personas entre ellos actores, pintores y escritores.
3. El rock de la cárcel La Revista Política publicaba “contenido agresivo” para el gobierno mexicano y el estadounidense, al que en realidad criticaban y del que se mofaban por medio de sus cartones. Por esta razón, muestra uno de los informes, Salvador Novo, quien participaba en la publicación, se convirtió en uno de los objetivos del espionaje político. Al escritor lo relacionan con varios de sus colegas, como Juan José Arreola, de quien hay un extenso volumen dedicado a las entrevistas concedidas a varios medios de comunicación, en los que retrataba su visión política y social del país. A José Agustín lo vigilan por sus participaciones en revistas como La Piedra Rodante o conferencias dentro de las universidades. En 1971, por ejemplo, los investigadores incluyeron en su expediente su conferencia titulada “El rock de la cárcel”, porque hacía referencia a las personas que fueron apresadas durante el movimiento estudiantil de 1968 y leyó, como primicia, el penúltimo párrafo de su novela Se está haciendo tarde, escrita durante su encierro en la cárcel de Lecumberri. 4. Los rojos del cine y la plástica Dolores del Río, el cineasta español Luis Buñuel y los pintores José Luis Cuevas y Manuel Felguérez tenían algo en común: eran peligrosos para el régimen. A la actriz, quien para entonces tenía fama internacional, la DFS la vigilaba porque su tía María Asúnsolo fue vinculada con el Partido Comunista Mexicano, en 1956, ya que mensualmente aportaba 300 pesos de la época a la causa. El resto de la documentación del expediente de Dolores del Río lo componen sus intervenciones en la Asociación Nacional de Actores (ANDA), dentro de la elección de planillas para conformar la administración de 1977, en la que competía con Mario Moreno Cantinflas e Ignacio López Tarso. En el caso del director Luis Buñuel, el seguimiento de su vida se limitó a un par de conferencias sobre las historias que el cine debería mostrar, además de su apoyo a algunas causas estudiantiles. Para los artistas plásticos José Luis Cuevas y Manuel Felguérez el seguimiento dependía de sus preferencias y activismo político. Mientras el primero se dedicaba a dar conferencias en las escuelas populares y facultades de las universidades sobre la lucha de Latinoamérica contra sus gobiernos; Felguérez cultivaba su relación con los escritores y el régimen cubano que también fue documentado en varios viajes de a La Habana.
5. El Nobel
De los escritores extranjeros radicados en México, quien tuvo especial atención fue el colombiano Gabriel García Márquez, que por más de una década estuvo bajo el acecho de la DFS y la IPS. Una de las razones: ser el director de la fundación Habeas para los derechos humanos en las Américas:
“En diciembre de 1968, bajo la dirección y patrocinio de la Unión Soviética y Cuba se estableció en México la organización internacional teniendo por objetivo proteger apoyar económicamente, proporcionar asesoría legal y medios para que se desenvuelvan las personas con ideología marxista-leninista que, por su participación en grupos de guerrilleros, terroristas e ideólogos, se escudan bajo el concepto general de perseguidos políticos”.
En un archivo que conjunta 273 fojas, la policía política documentó por lo menos 21 viajes del autor de Cien años de soledad a La Habana, Cuba, entre 1975 y 1981, donde con regularidad se encontraba con su amigo, el presidente Fidel Castro Ruz, según dan cuenta los documentos de la DFS.
Si bien García Márquez trató de mantener una buena relación con el gobierno mexicano, dada la solicitud de asilo concedida hacia la década de 1970, aquella amistad con el revolucionario cubano pesaba más que cualquier demostración de civilidad.
Fue en estos viajes que el órgano de inteligencia del gobierno mexicano incluyó en su expediente una entrevista concedida a medios de comunicación sobre el por qué de su solicitud de asilo político ante la Embajada de México en Colombia. El nobel de literatura refirió en ella que había recibido cuatro versiones distintas respecto a una orden de captura en su contra “por parte de la justicia militar colombiana para interrogarle sobre las armas que le habían capturado al grupo denominado M-19”.
Y para el 28 de septiembre de 1981, en el contexto de la visita del entonces presidente de Francia, Francois Mitterrand, el escritor organizó una reunión junto con el periodista Regis Debray, con quien elaboró una lista de intelectuales mexicanos y extranjeros que serían invitados y que debería someter a la aprobación del entonces secretario de Relaciones Exteriores, Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa.
Incluso, su vigilancia creció después del 30 de abril de 1980, cuando García Márquez arribó al Aeropuerto Internacional Benito Juárez procedente de La Habana, a bordo de un avión turbo jet marca Antonov, de fabricación soviética, que fue enviado especialmente para recogerlo por instrucciones personales de Fidel Castro, para que estuviera presente en los festejos del 1 de mayo en la isla caribeña.
Pese a que el nobel de Literatura, Gabriel García Márquez llevó siempre una buena relación con los gobiernos mexicanos, esto no lo exentó de ser vigilado.
6. Vigilados por exigir justicia
Elena Poniatowska fue espiada de 1962 a 1985, pero hacia 1969 se documentaron sus visitas al profesor Elí de Gortari en la penitenciaría de Lecumberri.
Hacia 1965, la DFS comenzó a anexar la documentación sobre la constitución de la editorial Siglo XXI, especialmente a la donación de un inmueble que la escritora hizo para albergar las oficinas, tomando la mitad de su casa ubicada en calle de La Morena, en la colonia del Valle.
En el expediente 11.16066, fechado el 13 de enero de 1966 se cataloga a la editorial Siglo XXI de tendencia izquierdista y de señalar que pese a comenzar con los trabajos para adaptar la mitad de la vivienda, aún no existía un contrato de arrendamiento con Arnaldo Orfila Reynal, quien fungió como director del sello editorial y quien fuera gerente de la sucursal del Fondo de Cultura Económica en Argentina hasta 1948.
Otro episodio ocurrió el 12 de marzo de 1971, durante una conferencia de prensa en el auditorio de la facultad de Ciencias organizada por Comités de Lucha de la Facultad de Ciencias de la UNAM, a la que asistieron dos mil 200 estudiantes. El acto fue presidido por Manuel Marcué Pardinas, Salvador Martínez Della Roca, Félix Hernández Gamundi, y denunciaron que habían más de 100 presos políticos en cárceles, y los que fueron liberados todavía no recibían la confirmación de su libertad. A la conferencia asistió Elena Poniatowska para quien pidieron aplausos por la denuncia de crímenes contra los estudiantes caídos y encarcelados.
7. Paz y las Elenas
Para una de las mejores exponentes de la literatura mexicana, 1968 fue el comienzo de una espiral de espionajes y conspiraciones. En aquel año, el expediente en la DFS de Elena Garro tuvo un creciente aumento, al involucrarse en el movimiento estudiantil de ese año. Según lo que documentó esa oficina, la escritora y su hija, Helena Paz, asistían a asambleas convocadas por los estudiantes, a las que también concurrían otros escritores, amigos de Garro y en su momento de su ya exmarido, el poeta y cónsul, Octavio Paz.
Elena Garro fue vigilada desde 1963, por asuntos relacionados con la ayuda a los campesinos de Ahuatepec, Morelos; la protección al líder maderero César del Ángel, a quien escondió en su casa durante días, y el abierto apoyo al periodista francés, Régis Debray, encarcelado en Bolivia en 1967, año en el que su expediente comenzó a ser más voluminoso.
Uno de los documentos con imprecisiones en nombres y hasta en el género, revelan el vínculo de Garro con la intriga que envolvía al movimiento estudiantil de 1968 y del que la DFS refiere lo siguiente el 28 de agosto de aquel año:
“EL DÍA DE HOY LA SEÑORA ELENA GARRO informó lo siguiente: Que el movimiento estudiantil es dirigido por agentes soviéticos e intelectuales del gobierno con la finalidad de derrocar a GUSTAVO DÍAZ ORDAZ”.
El documento cita los nombres del escritor Max Aub, Luis Guillermo Piazza, intelectual de la revista Siempre!; “Porfila Reyna”, es decir Arnaldo Orfila Reynal, director de la editorial Siglo XXI, y a quien Garro hizo pasar por mujer patrocinadora de intelectuales de extrema izquierda. También saltan otros como Emanuel Carballo, Luis Villoro, quienes “proporcionan dinero a Enrique Escudero (estudiante) con fines de agitación; además de Ricardo Guerra, profesor de la UNAM ‘de quien se señala que fue pagado directamente por la Embajada rusa’ y esposo de Rosario Castillo”, es decir, la escritora Rosario Castellanos.
Los documentos de la DFS también colocaron su atención en la amistad entre la escritora y el político, exlíder del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Carlos Madrazo, a quien Elena le dedicó una columna en Excélsior a la que tituló “Carlos Madrazo, un nacionalista”:
“Carlos Madrazo, político inteligente y carismático, hace la oposición desde la trinchera de la legalidad. Esta posición le vale, por un lado, que los comunistas lo acusen en voz baja de formar parte de la oligarquía en el poder y de no ser sino una pieza más ‘en la maquinaria burguesa que explota a las masas de México, mientras les hace el juego a aquellos a los que aparentamos combate’”.
Para el esposo de Elena, el diplomático y poeta, Octavio Paz, el seguimiento comenzó en 1954 con una serie de conferencias organizadas por la UNAM sobre el cine, y terminó en 1985 con la publicación de una entrevista a Paz, reproducida en el periódico de Sinaloa, Noroeste.
En su seguimiento a Paz, la DFS incluyó la firma del poeta en desplegados que apoyaban las luchas estudiantiles en universidades del interior de la República, además de las luchas de campesinos a finales de la década de 1950.
Pero entre la década de los 70 y finales de la siguiente, a Paz sólo lo seguían para constatar los homenajes de los que era objeto, pero hacia mayo de 1980, la DFS ordenó una investigación sobre un anónimo enviado desde Cuernavaca, Morelos, dirigido a Paz. El mensaje llegó a la dirección de Televisa S.A., donde el poeta comenzó a colaborar en un segmento semanal de cinco minutos dentro del noticiario de Jacobo Zabludovsky, en la que criticó al régimen de Fidel Castro.
El anónimo decía: “Tuvimos el disgusto de oír sus comentarios respecto a nuestra Hna. República de CUBA, es usted un farsante y vendido, pues si no hubiera sido por Fidel Castro, Cuba sería actualmente otro estado de U.S.A.”
El órgano gubernamental concluyó que la Liga Comunista 23 de septiembre no era la autora, pues no concordaba con su estilo de redacción, además de que no acostumbraba mandar anónimos de advertencia.
Ante ello, Paz escribió: “De la única persona que ha recibido cartas insultantes es de su exesposa, de la que tiene 20 años de divorciado y nueve de no verla, ya que junto con su hija se fueron a radicar a España, lugar desde donde le llegan las cartas insultativas”.