Especial | La huida terminó, Caro Quintero detenido
Eran casi las tres de la tarde cuando comenzó a deslizarse la posibilidad de que Rafael Caro Quintero habría sido recapturado; siete horas después ingresaba al penal de máxima seguridad del estado de México. Esta es la historia del primer golpe de alto impacto de la 4T contra el crimen
Fue Max, un perro entrenado, el que lo encontró. Estaba escondido entre los matorrales que rodean la diminuta comunidad de San Simón, Sinaloa, un lugar enclavado en el Triángulo Dorado, territorio del narcotráfico. Allí estaba Rafael Caro Quintero, uno de los capos más importantes de México, que dio vida a una generación de narcotraficantes y que, según las agencias estadounidenses, continuaba operando.
Hasta ese punto llegó un comando especial de la Marina y lo trasladó hasta el penal de máxima seguridad de La Palma, estado de México. Hoy duerme en una celda.
Una operación quirúrgica, con información de inteligencia compartida con Estados Unidos, que había resultado exitosa y limpia, hasta que un helicóptero que escoltaba por aire el traslado del líder del Cártel de Guadalajara, se desplomó a sólo 42 kilómetros del aeropuerto, y murieron 14 elementos, uno más permanece en estado grave. El hecho, sin explicación oficial aún se investiga.
Los detalles de la captura de Caro Quintero y toda la historia de quien construyera uno de los más importantes emporios criminales se presenta en esta edición especial de ejecentral, construida con los detalles de lo ocurrido hoy, pero también ofrece un recorrido detallado por columnas y textos publicados por este periódico y Ríodoce, uno de los semanarios más importantes y especializados en narcotráfico del país.
La caída del más buscado
San Simón es una pequeñísima comunidad enclavada en la sierra norte de Sinaloa. La habitan apenas 29 personas, 15 hombres y 14 mujeres, quienes habitan en cuatro viviendas, la mayoría de la población es adulta con más de 30 años y el 69% se considera indígena.
Ese lugar, tan remoto, fue el último escondite de Rafael Caro Quintero, el capo más buscado por el gobierno de Estados Unidos.
Alejada de la costa del pacífico, esta pequeña comunidad se ubica en la frontera entre Sinaloa y Chihuahua, dentro de la zona conocida como el Triángulo Dorado, —la triada de estados conformados por Sinaloa, Chihuahua y Durango— reconocida a nivel mundial por ser el nicho de narcotraficantes y la siembra de enervantes.
Los ataques, enfrentamientos y los desplazamientos forzados de personas en la Sierra Madre Occidental, —a la que pertenece esta comunidad ubicada en el municipio de Choix—, son recurrentes, derivado de la violencia que generan los grupos de la delincuencia organizada que intentan apoderarse del territorio. Por lo que la captura del llamado “Capo de Capos” no se trató un hecho fortuito.
Ante las constantes disputas de grupos criminales por el territorio, los habitantes del municipio recomiendan no adentrarse a las comunidades serranas. “Apenas un loco se mete para allá. La verdad, no sé qué van a hacer, si son de la policía o matones, pues vayan.
Pero si es gente de bien les aconsejo, como amigo, que ni se metan a esos lugares, es el mismo infierno por allá”, declaró un adulto que no ofreció su nombre para el periódico Noroeste en un lejano 2015, cuando se le preguntó sobre la seguridad en esta zona.
A diferencia de Choix, en el que abundan noticias relacionadas con la violencia, San Simón es un pueblo desconocido, y allí fue donde efectivos de la Unidad de Operaciones Especiales (UNOPES) de la Marina-Armada de México, a través de trabajos de inteligencia, y en una operación coordinada con la Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos (DEA por sus siglas en inglés) fue detenido Caro Quintero, identificado como “objetivo prioritario” del gobierno de ese país y unos de los principales líderes del narcotráfico en México.
“No hay escondite para nadie que secuestre, tortura y asesine a las fuerzas del orden estadounidenses. Estamos profundamente agradecidos a las autoridades mexicanas por la captura y arresto de Rafael Caro-Quintero. El arresto de hoy es la culminación del trabajo incansable de la DEA y sus socios mexicanos para llevar a Caro Quintero ante la justicia por sus presuntos delitos, incluida la tortura y ejecución del agente especial de la DEA Enrique “Kiki” Camarena. Estaremos buscando su extradición inmediata a los Estados Unidos para que pueda ser juzgado por estos crímenes en el mismo sistema de justicia que el agente especial Camarena murió defendiendo”, destacó el fiscal general de Estados Unidos, Merrick B. Garland.
El hecho, ocurrido a sólo dos días del regreso del presidente Andrés Manuel López Obrador de su visita a Washington donde se reunió con el presidente Joe Biden, generó un vacío informativo de más tres horas desde el momento en el que trascendió la detención hasta el momento en que de manera oficial, la Secretaría de Marina confirmó la captura.
A la par de ese suceso se dio a conocer el desplome de un helicóptero Black Hawk de la Semar, en las cercanías de Aeropuerto Internacional de Los Mochis, Sinaloa derivado de “razones desconocidas”, pero que causó la muerte de 14 d ellos 15 tripulantes de la aeronave, según la dependencia federal.
Y es que, aunque trascendió que los elementos de la UNOPES que habrían participado en el operativo que derivo en la recaptura del capo, la cual implicó una distancia calculada en unos 133.99 kilómetros; en el único comunicado que emitió la Marina precisó que “hasta este momento (alrededor de las seis de la tarde) no se cuenta con información de que el accidente aéreo esté relacionado con la detención del presunto narcotraficante”.
Sin embargo, fue el propio fiscal general estadounidense Garland, quien en su pronunciamiento vinculó ambos hechos al señalar que: “nos unimos al duelo por los 14 militares mexicanos que dieron su vida al servicio de su país y expresamos nuestras condolencias a los seres queridos que dejaron atrás”. Y en ese sentido, también se pronunció el embajador de Estados Unidos en nuestro país, Ken Salazar.
“Nuestros pensamientos y oraciones están con los infantes de marina mexicanos que dieron su vida al servicio de su país, y sus familias y camaradas que dejan atrás. Su valentía y sacrificio serán honrados en nuestra búsqueda para lograr una mayor seguridad para nuestras dos naciones”, publicó el diplomático, al tiempo que celebró la captura del capo, lo cual atribuyó como “una victoria” derivada de Entendimiento Bicentenario entre ambos países, de la cual refirió que “espero una colaboración aún más estrecha con nuestros socios mexicanos en nuestra seguridad compartida”. Lo que pareció plantear tácitamente que se trataba de una operación conjunta.
La posibilidad de un error humano, una falla mecánica o hasta un ataque contra Black Hawk, una de las aeronaves más seguras, quedó aún más abierta ante el mensaje del presidente Andrés Manuel López Obrador quien advirtió que se investigarán las causas del desplome del helicóptero, del cual detalló que un oficial de la institución aún se encuentra grave, y confirmó que los efectivos navales que perecieron sí fueron parte del equipo que acompañó a los agentes ministeriales de la Fiscalía General de la República (FGR) que cumplimentaron la orden de aprehensión en contra de Rafael Caro Quintero.
Max lo descubrió
Pocos detalles fueron fluyendo, dada la lejanía del lugar. Pero la Marina se encargó de documentar la captura con sus cámaras arriba del casco, y de ello difundieron algunos videos para mostrar que Caro Quintero se encontraba bien.
Ya tarde, la oficina naval dio cuenta de que se trató de una operación conjunta con agentes de la Policía Federal Ministerial, adscritos a la unidad Interpol, en la que “trabajos de campo y gabinete”, cuyo protagonismo recayó en un elemento canino de rastreo, una perrita bloodhound de nombre Max que terminó por ubicar entre los matorrales al líder fundador del cártel de Guadalajara.
Desde 2013 que dejó el penal el capo, las agencias estadounidenses presionaron a México por su captura y constantemente ofrecían información al equipo especial de la Marina, que en varias ocasiones incursionó por Chihuahua y Sinaloa a la zona del Triángulo Dorado para capturarlo.
Al menos en dos ocasiones se quedaron muy cerca de detenerlo, pero lo difícil de terreno y la seguridad que tenía, lo impidieron. En esta ocasión, se habría recibido el apoyo de las agencias estadounidenses, especialmente la oficina antidrogas DEA (por sus siglas en inglés) y la de inteligencia, (CIA, por sus siglas en inglés).
Aunque Caro Quintero aseguró en 2016 a la revista Proceso que “lo único que busco es paz y le pido perdón a la sociedad de México por los errores que cometí, a la familia Camarena, a la DEA, al gobierno de Estados Unidos, les pido perdón. Ya pagué mi culpa, estuve 29 años en la cárcel (…) A mí no me interesa ninguna plaza, a mí no me interesa ningún estado, fronteras, ¿por qué? Porque ya no trabajo (en el narcotráfico), simplemente”, la DEA aseguraba que continuaba operando con su familia.
Tras el cumplimiento la orden de aprehensión con fines de extradición en su contra, la FGR informó que el capo fue trasladado al penal de máxima seguridad del estado de México. Hoy duerme en una celda y este sábado estará ante un juez.
32 años contaba Caro Quintero al momento de su detención en 1985, en Costa Rica.
El niño que sembraba mariguana
Gustavo Cano
Su perfil criminológico lo describe como un hombre con una “inteligencia natural y sorprendente”, así construyó su emporio, ahora tiene 69 años
Nació entre cultivos de mariguana. Era un tiempo en el que era legal cultivar la planta y enviarla a Estados Unidos legalmente. Así que para toda la familia de Rafael Caro Quintero era entonces un trabajo como cualquier otro.
Desde niño fue rebelde. Estudió sólo hasta primero de primaria y le gustaba andar en los campos de La Noria en Badiraguato, Sinaloa, en donde nació en 1953, de acuerdo a los documentos oficiales (algunos dicen que en 1952).
Un poco por las carencias económicas y otro poco por su personalidad inquieta, lo llevaron desde los 11 años a trabajar en los sembradíos. Pronto se casó, a los 21 años, y nunca se divorció, aunque tuvo muchas mujeres en su vida.
Conoció todos los niveles de la estructura del Cártel de Guadalajara, un clan familiar, pero pronto ganó su propio lugar. La mariguana fue la base de sus operaciones y, en los últimos años, antes de ser detenido en 1985, la cocaína.
Su perfil psicológico, el que se elaboró cuando ingresó en el penal de Almoloya (ahora La Palma), lo describe como un hombre tenaz y un líder natural, “su inteligencia es natural y sorprendente”.
Así logró construir su emporio de drogas, pero también de negocios lícitos, ranchos y empresas transportistas y de ganado, que nunca le quitó el gobierno mexicano y logró heredar a su familia.
Construyó los sembradíos más grandes y productivos de mariguana en el país, como nunca antes visto, y extendió sus relaciones hasta Centroamérica. Hasta que el 4 de abril de 1985 fue detenido en Costa Rica.
Una llamada a su familia por parte de su pareja Sara Cosío Vidaurri, sobrina del entonces gobernador de Jalisco (Guillermo Cosío Vidaurri ) y a quien se había “robado”, permitió a las autoridades rastrear el lugar en el que se encontraban, tras salir huyendo del país por el asesinato de Enrique Kiki Camarena, agente de la DEA.
Pasó 28 años en prisión. Los primeros años no fueron tan malos, porque logró convertir un área completa del Reclusorio Norte, más de una veintena de celdas en su recámara, recibidor, sala de televisión y cocina; además uno de los jardines lo hizo privado, podía pedir comida de la calle y tener presos a su servicio (todos querían trabajar con él por la buena paga); además de recibir las visitas que pedía y él mismo autorizaba. Después, todo cambió, en 1992 se convirtió en uno de los primeros presos del penal de Almoloya, y ya no tuvo privilegios.
Tras Almoloya lo trasladaron, en 2010, al penal de máxima seguridad de Tamaulipas y después, inexplicablemente, a Puente Grande, Jalisco, del cual salió caminando en 2013, gracias a un tecnicismo legal.
Aunque para entonces tenía 60 años y se le veía con el cabello encanecido, en realidad estaba entero. Nunca consumió drogas, hacía un poco de ejercicio, estaba delgado y sin padecimientos médicos. Desde entonces, se le perdió el rastro.
La entonces Procuraduría General de la República fue aparentemente sorprendida y tardó en revertir el fallo. Consiguió una orden de reaprehensión en su contra, porque le faltó compurgar 12 años de prisión, por el asesinato de Camarena.
Hoy tiene 69 años, se le vio con el cabello pintado de negro, aún erguido y delgado, caminando sin problemas por el campo. Su perfil criminológico lo colocaba como un hombre narcisista, un gran corruptor y un “individuo de alta capacidad criminal”.
Caro Quintero en la memoria
ejecentral ha documentado los nexos de Rafael Caro Quintero no sólo con el asesinato del agente de la DEA, Enrique Kiki Camarena —suceso que marcó un hito en la lucha contra las drogas y en las relaciones México-Estados Unidos— sino con el fenómeno del narcotráfico en México, pues el sinaloense nunca dejó de operar.
Esta es una recopilación de las columnas del periodista Raymundo Riva Palacio que refrescan la memoria sobre la relevancia del capo detenido hoy en Sinaloa, y que pasan revista a los actores con los que tiene vasos comunicantes.
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