Esfuerzos civiles, el oxígeno para damnificados

Las iniciativas ciudadanas son las que oxigenan las zonas de desastre en el país. Los distintos grupos están preocupados por regresar a su actividad económica y arrancar la reconstrucción de las zonas devastadas por el terremoto de 8.1 grados Richter en Oaxaca, ante la tardanza de las autoridades estatales y federales. Amaranta Gómez Regalado, activista por la comunidad LGBTIIIQ en Juchitán, prepara una campaña para el apoyo a 22 muxes que perdieron sus hogares.

¿Qué es lo que queremos? Que la ayuda sea recibida ante un fideicomiso con donativos de la comunidad internacional y que se done sólo el material de construcción. La mano de obra será puesta por los afectados”, dice la antropóloga originaria de Juchitán.

En el caso de las mujeres productoras de totopo, la base de alimentación oaxaqueña, se lanzó la campaña “Adopta un horno” para el apoyo en Juchitán, Santa María Xadani, San Blas Atempa y Unión Hidalgo. También se busca apoyar a los alfareros de Ixtaltepec. El Comité Melendre, la Junta Vecinal Guendalisaa y el Instituto de la Cultura Zapoteca se han unido por la producción de totopo, memela y tlayuda en estos municipios. En Oaxaca capital, la asociación civil “Caguna Coldiba Nganga Huandi” (Mujeres tejiendo realidades) está acomodando el producto de 127 mujeres productoras de totopo en diferentes regiones del estado para que reinicien su actividad.

Lo que queremos es realizar un diagnóstico integral de cómo se dañó la cadena comercial. Además hemos llevado jornadas de psicólogos para dar apoyo a las familias que padecerán los síntomas del miedo por tres meses más”, aseguró Leticia García Luis, coordinadora de voluntariado de la asociación.

En Ixhuatán e Ixtaltepec, el colectivo Siete Jaguares crea hogares emergentes para que los damnificados tengan un lugar donde dormir. Con bambú, palma y tubos de plástico, tratan que los ciudadanos dejen de dormir en la calle y reconstruyan su patrimonio. Son decenas de asociaciones las que realizan acciones para el apoyo integral de las familias damnificadas; llevan comida y ropa a los lugares donde el gobierno llega hasta siete días después. La sociedad se apoya a sí misma tras el azote de los fenómenos naturales, como un cicatrizante para la herida y dejar atrás los malos recuerdos.

El campo abandonado ante tragedias

La tragedia que el huracán Franklin dejó en Veracruz se anida en el olvido de las autoridades. Los apoyos prometidos a productores de naranja, toronja, limón y plátano de los municipios de San Rafael y Martínez de la Torre no han llegado, ni siquiera existe un registro oficial de los daños que el meteoro dejó. Fueron mil 600 hectáreas de cítricos las que se perdieron y 600 productores los que esperan ser afiliados al programa de seguros por daños que ofrecen el gobierno de Veracruz, a través del Fondo de Desastres Naturales (Fonden). Sin embargo, el ejercicio de los recursos del Fonden es sui generis, ya que el dinero que se le entrega a los gobiernos estatales puede resultar de tragedias ocurridas en ejercicios fiscales anteriores. Ejemplo de lo anterior es Guerrero, afectado por el sismo del 19 de septiembre de 7.1 grados que devastó Morelos y la Ciudad de México, y cuya administración recibió mil 626 millones de pesos para la reconstrucción de infraestructura carretera, educativa, hidráulica, sanitaria, urbana, pesquera y acuícola, que resultó dañada por un sismo ocurrido cuatro años atrás, en agosto de 2013. Los recursos también corresponden a la reparación de los daños provocados por las lluvias torrenciales que cayeron en septiembre de 2013, la inundación que provocó el paso del huracán Raymond, en octubre de ese mismo año, los daños provocados por la tormenta tropical Trudy, un año después en octubre de 2014 y la inundación que anegó la costera Miguel Alemán, en mayo de 2015. Esto significa que la entrega de recursos reporta de tres a cuatro años de desfase, respecto al ejercicio fiscal en curso. En el caso de Veracruz, el segundo estado que más dinero percibe del Fonden, a la fecha ha recibido recursos para reactivar la economía y la infraestructura dañada en 2013 por inundaciones.

Así cuando vamos a ver nuestro patrimonio levantado. Lo que nos llevó diez años construir y perdimos en menos de un minuto, a este ritmo, lo levantaremos dentro de otros diez años”, acusó Jeremías López, un campesino del municipio oaxaqueño de Santa María Xadani.

Otro riesgo latente es la falta de servicios básicos y el riesgo de epidemias. En Santa María del Mar, también en Oaxaca, un pueblo aislado por un conflicto agrario, no hay servicios de electricidad, de agua potable ni drenaje. Después del terremoto, las fosas sépticas de las casas se fracturaron y de la tierra brotan aguas negras que se mezclan con la lluvia. Las lagunas que se forman son criaderos de mosquitos capaces de transmitir dengue, chikungunya o zika; incluso existe el riesgo de un brote de cólera.

Pero pues vamos a ver qué haremos porque sólo llegan a dejarnos las despensas, y los militares se van”, comentó José Arturo Bartolo, que en el patio de su casa tiene un charco de aguas negras.

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