Hasta ahora, se conocen los cambios que produce el estrés postraumático por experimentos en ratas; sin embargo, con la colaboración de más de cien veteranos de guerra, un equipo de científicos —sobre todo de la Universidad Estatal del Sur de los Urales— caracterizó los indicadores biológicos que permiten saber si una persona tiene trastorno de estrés postraumático (TEPT) o susceptibilidad al mismo.
Los participantes fueron pacientes del Hospital de Chelyabinsk para Veteranos de Guerra y otros que estuvieron en acciones de combate y que no habían sido diagnosticados con TEPT, el cual fue evaluado en cada participante por el método tradicional de entrevistas clínicas y con escalas de diagnóstico para evaluar la gravedad de la afección. Además, se tomaron muestras de sangre para comparar los cambios en el cuerpo.
“Todos los participantes de la investigación fueron separados de los eventos traumáticos por un largo intervalo de tiempo: al menos diez años. Logramos descubrir que incluso después de mucho tiempo, los niveles de cortisol y ácido gamma-aminobutírico diferían de los valores de referencia”, comentó Vadim Tseylikman, director de la Escuela de Biología Médica de la universidad.
Rastro de estrés. El cortisol fue más alto en quienes vivieron experiencias de guerra.
El ácido gamma-aminobutírico (usualmente llamado GABA y que tiene función de neurotransmisor) fue el indicador más sensible, y “puede considerarse como un marcador de un trastorno de estrés postraumático de larga duración”, agregó Tseylikman en un comunicado de la universidad. Además, encontraron que el nivel de GABA que tenga una persona también es un indicador de qué tan susceptible es al estrés: a menos GABA, mayor susceptibilidad.
Por otra parte, los niveles de cortisol (considerada la hormona del estrés en general) en la sangre fueron significativamente más altos en quienes estuvieron expuestos a experiencias de guerra, independientemente de si su susceptibilidad o resistencia al TEPT. Otro indicador importante resultó ser la testosterona, cuyos niveles fueron significativamente más altos en los pacientes con resistencia al TEPT.
Esto significa que el cortisol y, hasta cierto punto, la testosterona, pueden servir como biomarcadores del estrés generado, “incluso si el trauma se experimentó hasta diez años antes”, escribieron los autores.
Gracias a esta investigación, publicada en el Journal of Psychiatric Research y en la que participaron investigadores de las universidades de Leiden y Utrecht de los Países Bajos, “ahora podemos predecir si una persona sería susceptible o resistente al TEPT a juzgar por los cambios en el plasma sanguíneo”, agregó Vadim Tseylikman.