Dijeron que no eran iguales y resultaron peores. Los de Morena piden el voto “para que no regresen los de antes”, cuando muchos de aquellos son los de hoy. Y si no me creen, chequen el pasado de Manuel Bartlett, Ricardo Monreal, Ignacio Ovalle y un larguísimo etcétera. Vaya, el mismísimo presidente Andrés Manuel López Obrador fue priista por décadas, para luego encabezar y destruir al PRD y luego fundar su propio partido.
Pero el colmo del cinismo llega con la época electoral y hacen emerger nombres de nuevos arribistas. De cara al 2024, hay muchos ejemplos de políticos que todavía en tiempos de la 4T se consideraban opositores, y de pronto buscan ganar posiciones bajo la bandera morada. No hay rubor ni vergüenza. El hueso es el hueso y el presupuesto público un apetitoso botín. ¿O no, José Carlos Ramírez Marín?
A siete meses de los comicios, los morenistas son capaces de recoger y guardar la basura, si de garantizar su triunfo se trata. Porque cuando sus propias corcholatas no se ven suficientemente fuertes, ¡vengan los refuerzos, aunque sean tricolores, azules o amarillos!
Agárrense bien, porque les cuento el chisme de uno de esos ejemplos que combinan trapecio y traiciones desde dentro. ¿Listos? Se trata del malogrado estado de Morelos, dizque gobernado por el exfutbolista Cuauhtémoc Blanco, un desastre de mandatario que ya ha sido abandonado hasta por sus más fieles escuderos que lo acompañaron desde su aventura fallida como alcalde de Cuernavaca.
Más allá de los números y las urnas, la travesía de
Cuauhtémoc
en el gobierno ha sido marcada no por sus logros, sino por vendettas personales. Cinco años han pasado y Morelos, que alguna vez esperó un cambio, se ve sumido en un abismo de violencia y desafíos sociales. El estado clama por liderazgo y soluciones, pero el gobernador, en una especie de ceguera selectiva, parece negarse a ver la realidad que le rodea. Y mientras el barco se hunde, las ratas, como se dice coloquialmente, comienzan a abandonarlo.
Víctor Mercado, quien hasta hace poco ocupaba un lugar cercano al gobernador como Coordinador de Asesores, ha optado por tomar distancia.
Pero váyase por un fuerte: el famoso examericanista parece haber roto lanzas con su propio medio hermano Ulises Bravo. Resulta que a éste lo sorprendieron pactando con opositores del exfutbolista, específicamente con Agustín Alonso.
Cómo estará la cosa que el gobernador Blanco ha dejado saber que está dispuesto a hacer alianza con su otrora enemigo político Rabindranath Salazar para proteger su salida del Palacio de Gobierno. En Cuernavaca se dice que, como Caín y Abel, los hermanos sucumbieron ante la ambición y la traición. La grilla electoral, pues.
Eso sucede en las alturas del Palacio de Gobierno morelense. Más abajito, y detrás del hermano incómodo del gobernador (que ya busca un nuevo lugar en Morena) llegan otros trapecistas que quieren hueso y parece serían aceptados en el equipo de Margarita González Saravia, la exgritona de la Lotería Nacional que busca ser una de las cinco mujeres candidatas a gobernadoras. Se trata de Víctor Sánchez Ayala, Víctor Sánchez Trujillo, Mario Caballero, Alberto Machuca Nava, Tadeo Nava y Javier García Chávez, con vínculos que apuntan unos al exmandatario perredista Graco Ramírez y otros a irregularidades del pasado gobierno peñista.
No importa que el presidente López Obrador jure y perjure que “no se puede poner vino nuevo en botellas viejas”
En fin. No sólo es terrible el despilfarro de campañas que no son campañas y el trapecismo político a cambio de la redención de la 4T. Es el golpeteo a quienes se niegan a reconvertirse, a través de plumas pagadas o de nuevos medios de comunicación que de pronto surgen por ahí, como The Observer, pasquín patrocinado por la dirigencia de Morena para apoyar el proselitismo guinda. Pero falta lo más importante: la elección, donde el hilo se romperá por lo más “Delgado”. ¿Entendiste, Mario?