Vaya que la conmemoración del 106 aniversario de la Constitución dio notas. Unas, causadas por las estridencias políticas, incluidas las rabietas que provocó en Palacio Nacional el lenguaje corporal de la ministra Norma Piña; otras por el claro despropósito provocado por quienes fueron responsables del protocolo y relegaron a los representantes de los poderes Legislativo y Judicial.
Sin lugar a dudas, todos los presentes y los no presentes, tal cual, estaban a la expectativa del discurso de la ministra Piña. No sólo por ser la primera mujer en presidir el Máximo Tribunal del país, sino por ser una ministra de carrera, que se ha forjado por años en la carrera judicial y que sabe perfectamente lo que representa para cualquier democracia la Independencia judicial. Y si bien en su discurso demandó de cara al titular del Ejecutivo una efectiva independencia y autonomía del Poder Judicial, también causó polémica —por decir lo menos— el hecho de que no se pusiera de pie a la llegada del Presidente. Pero siendo honestos, parece más una cortina de humo tras sus elocuentes palabras
Otro que atrajo la atención fue el diputado Santiago Creel, quien también ha sido blanco de los embates de la 4T y de frente, se atrevió a confrontar a López Obrador al señalar que la actual administración gobierna bajo la visión de un solo hombre.
Y quién se llevó también la ovación de pie fue el anfitrión, sí, el gober Mauricio Kuri. Pues más allá de las posturas que el acto republicano exigió y muy lejos del protagonismo de las selfies, sus palabras de la conmemoración merecen ser analizadas.
Aquí rescato algunos fragmentos que no deben pasar desapercibidos.
Señaló que la libertad y la democracia deben ser las aspiraciones más elevadas de la sociedad mexicana. Que el texto de la Constitución busca transformaciones con una visión total de conciliación con aquellos que fueron los adversarios de la patria.
Elegantemente, sin sudar y mirando a propios y extraños a los ojos también se aventó a decir que, el espíritu de la Constitución mexicana no admite el poder de un solo hombre sino por el contrario, el principio de la supremacía de la Ley Fundamental radica en que nadie debe estar por encima de ella. ¿Así o más claro?
Con tono firme, pero sin sobresaltos, desde el atril del Teatro de la República, expresó que la justicia debe ser uno de los factores más relevantes dentro del pensamiento político actual. La regla legal debe ser gobernar para todos, pero también gobernar con mayor equidad y apego a la ley para superar los rezagos que aún existen en la Constitución, desafortunadamente, en contra de los más necesitados. ¡Quiuboles! Les dije que no tenía desperdicio alguno.
Con su discurso, reafirmó una vez más su vocación conciliadora y nos dejó en claro que sus principios no están en tela de juicio y que cuando tiene que hablar lo hace sin estridencias. O cómo olvidar cuando fue de los pocos gobernadores que se atrevió educadamente, pero de manera seria y con argumentos, a pedir que no se aprobara la militarización del País.
También insistió en defender los orígenes profundos de la Constitución y del respeto a la ley, pues —señaló— frente a las rupturas y los divisionismos generados por una ideología en boga, se requiere consolidar la justicia y la igualdad, así como una participación ciudadana cada vez mayor que fortalezca la construcción de un país de abajo hacia arriba. Ahí nomás.
No está por demás recordar que, cuando asumió la coordinación en el Senado del PAN, no solo era un desconocido para sus pares en el partido, sino para la política nacional, pero al dejar su escaño se mereció el reconocimiento no solo de toda su bancada, sino hasta de Morena y sus rémoras, ¡ah no, perdón! aliados; y de los priistas, perredistas y emecistas.