1er. TIEMPO: EDUARDO SÁNCHEZ, EL FUSIBLE PRESIDENCIAL. Hasta el cansancio, en los pasillos de Los Pinos, las secretarías de Gobernación y de Hacienda, se escucha hace tiempo que el problema toral que vive el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, es el de la comunicación. En su primer discurso como nuevo líder del PRI, Enrique Ochoa afirmó que ha sido por la deficiente comunicación del gobierno por lo cual no se pudieron explicar las reformas de Peña Nieto, que llevaron a las derrotas electorales del 5 de junio. Casi frente a él, aplaudiendo rabiosamente se encontraba el destinatario de tan severa crítica, Eduardo Sánchez, sin que se inmutara ante tales señalamientos. Sabía con seguridad que su cargo estaba a salvo, porque cuando menos hasta ahora, el principal protector que tiene es quien más importa, el Presidente Peña Nieto. Con tantos yerros, acusaciones públicas, presiones internas, ¿llegó el momento para que el Presidente lo destituya? “No lo hará”, dice un importante miembro del gabinete, “lo quiere mucho”. ¿Por qué será? Sánchez es uno de los arquetipos de colaborador que le encantan a Peña Nieto en Los Pinos: no importa que sepa su trabajo, sino que sea leal, cortesano y, sobretodo, que trague todos los sapos que le echan por la boca. Así fue cuando de regreso de la reunión del G-20 en Australia y del viaje a China en noviembre de 2014, donde le explotó al Presidente el escándalo de la casa blanca, en una improvisada conferencia de prensa en el aeropuerto, dijeron que explicaría con detalle los pormenores de la compra por parte de la primera dama, Angélica Rivera. Él no sabía nada de lo que estaban diciendo, pero salió a dar la cara. La señora le agradeció. Luego, como siempre en las cosas importantes, lo ignoraron cuando el entonces jefe de la Oficina del Presidente, Aurelio Nuño, y el vicepresidente de Televisa, Bernardo Gómez, pensaron que un mensaje de ella en YouTube, resolvería el problema. En otro tema fundamental reciente, el alza en las tarifas de energía eléctrica, Sánchez se enteró cuando lo leyó en los portales de noticias, porque una vez más lo excluyeron. El vocero del Presidente es lo que Peña Nieto necesita: quien le diga todo el tiempo que va rumbo al cielo y que cuando las cosas salen mal, eche la culpa a los medios de comunicación que están enojados, dice, porque no les dan dinero en publicidad. La culpa es de los otros no de él. Tiene razón. La culpa no es del indio, sino de quien lo hizo compadre.
2º. TIEMPO: EL DESPLIEGUE DEL PODER PRESTADO. Un día común en la operación de medios en la oficina de Eduardo Sánchez en el edificio inteligente en Los Pinos, junto al despacho presidencial, donde se encuentra la oficina de Comunicación Social y del vocero del gobierno, incluyen llamadas a directores de periódicos para dar instrucciones (“el secretario (tal) quiere una entrevista con tu periódico, pero tiene que ir de ocho en primera plana”), que al día siguiente se ven justamente reflejadas de acuerdo a lo exigido. “Te voy a dar una exclusiva”, le dice a otro, “pero tiene que estar en la primera plana”. Correcto. Al día siguiente, misión cumplida. Todos los días tiene que aparecer una fotografía del presidente Enrique Peña Nieto en la portada de los diarios, y aquél que no lo haga es sujeto de una reprimenda. La publicidad oficial es el mazo y la zanahoria al mismo tiempo. Hubo un director de importante diario que le dijo que era contraproducente publicar por publicar al presidente de esa forma todos los días, pero Sánchez no reculó: ahí tiene que ir. La lógica del vocero es que el presidente es como una Coca-Cola, que tiene que mostrarse hasta la saciedad y decir todo el tiempo que es la chispa de los mexicanos para que se incube en la cabeza de todos los mexicanos. Sin importar que el presidente es un sujeto político cuya palabra e imagen tiene que cuidarse, las instrucciones son irreversibles. El método que se utiliza es de fuerza y represión. En Los Pinos hacen listas negras de medios y periodistas “críticos” del presidente y actúan en consecuencia. No se sabe cuántos de estos mecanismos sean del conocimiento del presidente, ni tampoco cuántos dentro de la burbuja que es la Presidencia de la República, conozcan con detalle lo que sucede desde la oficina del vocero y jefe de la operación de medios de Peña Nieto. Pero la estrategia no puede ser la mejor. Cada vez es más crítica la prensa –inclusive en aquellos medios que han recibido publicidad como nunca antes de un gobierno-, y cada vez mayor la desaprobación del presidente. Si las cosas siguen como están, la pregunta es qué le informan al presidente y qué le esconden.
3er. TIEMPO: UN COMUNICADOR POR DECRETO. El responsable de medios y vocero del gobierno, Eduardo Sánchez, le lleva dos años de edad al presidente Enrique Peña Nieto, por lo que quizás se conocieron cuando coincidieron en la escuela de Derecho de la Universidad Panamericana, aunque nunca trabajaron juntos hasta que fue incorporado al equipo de prensa y propaganda de la campaña presidencial y era uno de los miembros junior en el cuarto de guerra del candidato. Su incorporación en el área de comunicación parece haber sido producto de la idea que por osmosis se adquiere conocimiento y experiencia. Su trayectoria en este vasto campo de la comunicación fue como tesorero de la Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión, de la que más adelante fue vicepresidente. Fue abogado de MVS –un dato que ha sido omitido de su currículum-, la empresa de Joaquín Vargas que está enfrentado con Carmen Aristegui desde que difundió en su extinto programa de radio la investigación sobre la casa blanca, lo que le dio suficiente plataforma para ser diputado plurinominal en la última legislatura del siglo pasado, y luego cobró cinco millones de pesos de finales de la década pasada por el documento técnico y jurídico para que El Universal pudiera licitar por una cadena de televisión que se quería abrir en el gobierno de Felipe Calderón –este es otro dato omitido de su currículum-. En Los Pinos, Sánchez ha cumplido uno de sus grandes anhelos, el reflejado en una novela que escribió en 2009, Palemón, en homenaje a su padre que logró superar las adversidades de haber nacido en las zonas marginadas de la ciudad de México y salir adelante como emprendedor. Eso ha marcado también al vocero, deslumbrado por tantas cosas que no conocía y que estaban ahí desde hace décadas, y que cuida con celo para no caer de la gracia del presidente y que su sueño se acabe. Hasta ahora, ahí la lleva. rrivapalacio@ejecentral.com.mx twitter: @rivapa