En una era marcada por la globalización, la revolución digital y la reciente pandemia de la Covid-19, el mundo ha sido testigo de un cambio sísmico en la forma en que vivimos, trabajamos y nos movemos.
La creciente movilidad laboral se ha convertido en una realidad, ya sea por elección o necesidad. Una de las manifestaciones más notables de este cambio es la proliferación de los “nómadas digitales”. Estos trotamundos modernos han optado por una vida en constante movimiento, aprovechando la tecnología que les permite trabajar desde cualquier lugar con una conexión a
internet. Sin embargo, mientras estos nómadas digitales disfrutan de un estilo de vida que se asemeja a un perpetuo “año sabático”, México, al igual que otros países, enfrenta una realidad paralela: la llegada de refugiados económicos en busca de mejores oportunidades
La paradoja de esta nueva era migratoria radica en que, aunque ambos grupos comparten la característica de la movilidad geográfica, su experiencia y percepción de la vida en México son notablemente diferentes. Los nómadas digitales son en su mayoría ciudadanos extranjeros de países europeos o de los Estados Unidos, con habilidades altamente especializadas que les permiten trabajar en empleos bien remunerados para empresas en sus países de origen. A menudo, estos individuos optan por laborar en México de manera ilegal, en calidad de “turistas perpetuos”, lo que significa que residen en el país sin una visa de trabajo formal y sin pagar impuestos sobre la renta. Se calcula que hay cerca de cien mil extranjeros radicando en México como nómadas digitales, aportando divisas extranjeras e impulsando la economía de comunidades locales.
Por otro lado, los refugiados económicos, impulsados por la necesidad económica, buscan refugio en México como una alternativa a la pobreza y la falta de oportunidades en sus países de origen. La mayoría de ellos provienen de naciones del Caribe o de América Central, como Honduras, El Salvador y Guatemala, y, en algunos casos, de otros continentes como África y Asia. Estos individuos se desplazan a menudo a pie, en enormes caravanas, en busca de empleo donde la demanda de mano de obra es alta, pero las condiciones laborales y salariales son precarias. Para muchos, México es un punto de tránsito en su camino hacia los Estados Unidos, y enfrentan riesgos significativos en su viaje, como la explotación por parte de traficantes de personas o incluso las autoridades.
La historia de México como receptor de migrantes no es nueva. Durante décadas, el país ha acogido a refugiados de diversas regiones del mundo, incluyendo a españoles, chilenos, argentinos, chinos, coreanos y más recientemente, centroamericanos. La migración es una parte integral de la historia y la identidad de México, y nuestro país ha sido un refugio para aquellos que huyen de la persecución política y de la pobreza extrema. No obstante, la dinámica actual de la migración plantea desafíos únicos para México y su papel como país anfitrión. Mientras que la llegada de nómadas digitales puede tener beneficios económicos y culturales para el país, también provocan la gentrificación de las colonias donde viven y su encarecimiento. Por otro lado, la afluencia de refugiados económicos genera preocupaciones en torno a la seguridad y el bienestar de nuestros connacionales y de los propios migrantes. La falta de recursos y oportunidades en México, combinada con un sistema de inmigración que a menudo carece de claridad y consistencia, puede llevar a situaciones precarias para los migrantes y crear tensiones en las comunidades locales.
Por otra parte, la desigualdad entre los nómadas digitales y los migrantes económicos se refleja en su acceso a servicios básicos. Los nómadas digitales suelen residir en zonas urbanas, donde tienen acceso a infraestructuras modernas y servicios de alta calidad. Mientras tanto, los refugiados económicos a menudo residen en áreas rurales o en asentamientos informales, donde las condiciones de vida son mucho más precarias y carecen de acceso adecuado a atención médica, educación y servicios sociales.
Es fundamental que México y otros países aborden estas disparidades y busquen soluciones equitativas para ambos grupos. Esto incluye la implementación de políticas migratorias más justas y humanitarias que permitan a los refugiados económicos mejorar sus vidas sin poner en peligro su seguridad, garantizando su acceso a oportunidades y servicios básicos. Al mismo tiempo, se debe promover una mayor comprensión y respeto en las comunidades donde conviven estos grupos migrantes, fomentando la inclusión y la solidaridad entre todos los residentes. Sumado a esto, es crucial establecer un registro más completo y eficiente de los nómadas digitales. Esto no solo garantizará que contribuyan equitativamente a través de impuestos, sino que también les brindará mayor seguridad y comodidad al permitirles abrir cuentas bancarias, acceder a educación y/o servicios médicos, entre otros.
La dualidad de la migración en México es un claro recordatorio de cómo el fenómeno migratorio puede adoptar múltiples facetas dependiendo del contexto y las circunstancias de aquellos que lo experimentan. Como sociedad, se nos plantea la crucial tarea de encontrar un equilibrio que garantice que todos, sin importar su origen o destino, puedan vivir con dignidad y acceder a oportunidades para prosperar. Esta diversidad en la experiencia migratoria pone en relevancia la necesidad de políticas públicas más inclusivas y justas que aborden las particularidades de cada grupo y fomenten la igualdad en la búsqueda de un futuro más prometedor.