En las últimas semanas, la salud del papa Francisco (Jorge Mario Bergoglio) ha suscitado preocupación y especulación. Durante la inauguración del Pabellón de la Fe en la Cop28, el cardenal secretario de Estado de la Santa Sede, Pietro Parolin, tuvo que representarlo debido a ello. Esto plantea la inevitable interrogante sobre el escenario que se desencadenaría en caso de su fallecimiento. ¿Quién sería su sucesor? ¿Qué rumbo tomaría la Iglesia Católica? Todo esto considerando las notables transformaciones introducidas durante su administración, así como las tensiones con sectores conservadores, especialmente algunos cardenales de Estados Unidos y Alemania.
El pontificado del papa Francisco ha estado impregnado de un aire reformista y de apertura, llevando consigo una visión más liberal y progresista. Desde su elección en 2013, ha abogado por una Iglesia más inclusiva y ha cuestionado dogmas arraigados. Su enfoque en cuestiones sociales y medioambientales ha resonado en un mundo enfrentando desafíos cada vez más complejos. Sin embargo, estas reformas no han estado exentas de controversias, con sectores conservadores expresando descontento al percibir que podrían debilitar la doctrina tradicional.
Este enfrentamiento no sólo gira en torno a la interpretación de la doctrina, sino también a la dirección que la Iglesia debería tomar en un mundo en constante cambio. La religión se encuentra en un punto de inflexión, enfrentando desafíos significativos a medida que la sociedad evoluciona y las creencias religiosas experimentan transformaciones. La tecnología y la globalización desempeñan un papel crucial en la forma en que las personas se relacionan con la espiritualidad, siendo las comunidades en línea, los recursos digitales y las plataformas de intercambio de ideas catalizadores de una nueva búsqueda de significado y conexión espiritual. ¿Podría este cambio hacia lo digital marcar el comienzo de una nueva era para la religión?
En la actualidad, el catolicismo y otras religiones organizadas están perdiendo terreno en diversas partes del mundo, desafiados por la creciente secularización y cambios en las percepciones culturales. En Estados Unidos y Europa, el porcentaje de cristianos está disminuyendo, mientras que la población no religiosa está en aumento, un patrón proyectado a nivel mundial.
En el contexto nacional, a pesar de que el catolicismo sigue siendo mayoritario, su influencia ha menguado, mientras que las adscripciones a iglesias evangélicas han experimentado un crecimiento gradual. La secularización avanza con un aumento notable de mexicanos no afiliados a ninguna religión, duplicándose en 10 años y alcanzando el 10.6%, con 13 millones de personas desafiliadas del modelo institucional. Además, emergen otras religiones, desde raíces étnicas hasta nuevas presencias como el budismo e islam. Destacan aquellas no registradas formalmente, pero con seguidores, como las de raíces afro y las espiritualidades New Age. Los cultos populares, como la Santa Muerte y el Niño Fidencio, ganan autonomía, mientras que otros, como los espiritualistas, experimentan crecimiento propio.
A pesar de estas tendencias, las actitudes hacia el papel de la religión varían de país en país. Una encuesta de 2018 en 27 países reveló que, aunque muchos perciben una disminución en la importancia de la religión, existen excepciones, como Indonesia, Kenia, Brasil e Israel, donde se percibe un aumento en el papel religioso. Por otro lado, las restricciones gubernamentales a la religión están en aumento a nivel mundial, con 57 países que tienen niveles “muy altos” de restricciones.
Las proyecciones indican que, en los próximos años, la mayoría de la población mundial continuará identificándose con una religión, siendo aproximadamente seis de cada 10 personas cristianas (31%) o musulmanas (30%) en 2050. Se estima que para esta fecha solo un 13% de la población no tendrá afiliación religiosa. En las próximas décadas, se espera que la fe islámica crezca más rápido que cualquier otro grupo religioso, compitiendo o superando a la fe cristiana, convirtiéndose en la doctrina religiosa con más devotos en el mundo antes del final de este siglo.
Detenerse a reflexionar sobre estas cuestiones implica reconocer el importante papel que desempeñará el liderazgo religioso en los próximos años. El inminente sucesor del papa Francisco sea quien sea, enfrentará la monumental tarea de dirigir la Iglesia Católica en un mundo que experimenta transformaciones aceleradas. Esta responsabilidad no solo implica liderar una institución religiosa, sino también interpretar y responder a los desafíos contemporáneos que impactan directamente en la espiritualidad y la fe de millones de personas en todo el mundo.
En un contexto donde la diversidad religiosa aumenta y las interacciones interreligiosas son cada vez más comunes, el liderazgo del Papa puede contribuir a construir puentes entre diversas tradiciones espirituales o, por el contrario, generar tensiones. Por eso, la elección del próximo pontífice no se limita a un proceso interno de la Iglesia; sino que es un evento de relevancia global. En última instancia, el porvenir de la religión dependerá de la capacidad de las tradiciones religiosas para adaptarse a las cambiantes realidades del siglo XXI. La flexibilidad, la apertura al diálogo y la habilidad de abordar las necesidades espirituales en evolución serán un factor decisivo para contener y sostener a sus creyentes en los tormentosos desafíos del futuro.
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