El amigo Cuba

29 de Marzo de 2025

Juan de Dios Vázquez
Juan de Dios Vázquez

El amigo Cuba

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Hace unos días, en medio del torrente de noticias relacionadas con el conflicto entre Israel y Hamás, surgió una controversia en torno a informaciones que mencionaban explícitamente que el Banco de Exportaciones e Importaciones de Estados Unidos (Exim) había rechazado un préstamo de casi 800 millones de dólares a la petrolera estatal mexicana Pemex debido a sus envíos de petróleo a Cuba. A pesar de que tanto el director general de Petróleos Mexicanos, Octavio Romero, como el portavoz de Exim desmintieron la noticia, este episodio puso de manifiesto la delicada posición de México en sus relaciones con los Estados Unidos y Cuba.

Unos días antes de que la noticia fuera desmentida, la congresista republicana María Elvira Salazar había enviado una carta a la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, expresando su agradecimiento por la presión ejercida sobre México para que cesara su apoyo al régimen represivo del “dictador” Miguel Díaz-Canel. Además, diversas voces conservadoras en ambos lados de la frontera volvieron a la carga criticando el respaldo de México a Cuba y el costo que esto podría tener en vista del conflicto de esta última con nuestro vecino del Norte.

Como sabemos, la histórica relación entre México y la Cuba comunista es una narrativa que ambas naciones han promovido incansablemente desde 1959. En los años posteriores al triunfo de la revolución cubana, México se convirtió en un firme aliado de la isla. En 1961, el gobierno mexicano lideró la protesta en las Naciones Unidas contra la invasión de Bahía de Cochinos y en 1964, se convirtió en el único miembro de la OEA en rechazar la propuesta liderada por Estados Unidos de romper los lazos diplomáticos con este país.

En las décadas que siguieron, Cuba encontró que, exceptuando el polémico “comes y te vas” de Vicente Fox a Fidel Castro, podía contar con el apoyo inquebrantable de sus camaradas mexicanos.

Sin embargo, a lo largo de los años, se ha descubierto que esta es una versión algo simplista y romántica de la relación México-Cuba. Más bien, México ha navegado siempre en un delicado equilibrio entre los intereses de Estados Unidos, Cuba y sus propias preocupaciones internas. La decisión de México de apoyar a Cuba o mantener su neutralidad lo ha dejado expuesto a críticas por parte de los Estados Unidos y otros países.

No obstante, tras puertas cerradas, México acordó desde la década de 1960 respaldar discretamente los esfuerzos de la CIA en espiar, mediante cámaras de vigilancia y teléfonos intervenidos, no solo a miembros de la Embajada Cubana sino también de la Soviética. Además, las autoridades mexicanas compartían con la CIA una lista de pasajeros que se dirigían a Cuba. Una de las operaciones de mayor importancia fue el programa de espionaje LITEMPO. Esta red expansiva se encargaba de intercambiar información crucial con altos funcionarios mexicanos y, eventualmente, penetró en la intrincada red de estructuras gubernamentales mexicanas, alcanzando incluso la infame Dirección Federal de Seguridad. Este momento crucial marcó la convergencia del pragmatismo mexicano con los objetivos de la Guerra Fría de Estados Unidos, forjando una alianza secreta que tendría un impacto significativo en lo que los estadounidenses llamaban el “problema” Cuba.

Así pues, si bien en el último sexenio nuestra relación con Cuba parece estar en el ápice de nuestra hermandad, queda claro que la presión estadounidense se intensificará en los próximos meses dadas las elecciones presidenciales en los dos países. Por otro lado, nos encontramos en una nueva realidad geopolítica, una especie de “guerra tibia” en la que el espectro del comunismo parece resurgir con fuerza en los discursos reaccionarios en ambos lados de la frontera. La pregunta que surge es cómo navegar con destreza estas aguas turbulentas sin comprometer nuestra soberanía y nuestros intereses nacionales. Si bien México debe seguir manteniendo su enfoque pragmático y mesurado en las relaciones internacionales, debemos preservar la autonomía en nuestras decisiones políticas.

La historia nos ha demostrado que la diplomacia y la destreza son herramientas valiosas para enfrentar los desafíos de la política internacional. La evolución de nuestra relación con Cuba, desde los días de la Guerra Fría hasta la actualidad, subraya la importancia de adaptarnos como un equilibrista a un entorno geopolítico siempre cambiante. En última instancia, nuestro éxito radica en cómo logremos balancear estas dinámicas y cómo mantengamos el equilibrio en medio de las tensiones y presiones internacionales.

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