En este crucial año de 2024, nos encontramos frente a un escenario político global donde más de 40 elecciones están en juego, marcando una encrucijada para la vitalidad de las democracias y el posible surgimiento de regímenes autoritarios. Desde las transitadas calles de Bombay hasta las planicies de África, el resultado de estos eventos determinará la trayectoria de las naciones en el siglo XXI.
Este impresionante despliegue democrático involucra a más del 40% de la población mundial y ejerce una influencia significativa en la economía global. Sin embargo, la paradoja radica en que esto ocurre en un momento en que las democracias liberales enfrentan desafíos inéditos por parte de líderes autoritarios como Xi Jinping en China y Vladímir Putin en Rusia, así como de amenazas internas de movimientos nacionalistas-populistas y golpes militares.
El declive de la libertad global, señalado en el informe de Freedom House de 2023, plantea preocupaciones serias. Conflictos como la agresión rusa en Ucrania y golpes de estado en Burkina Faso, Túnez, Perú y Brasil, han llevado a una erosión de los derechos políticos y las libertades civiles. Aunque la resistencia ciudadana ha demostrado ser efectiva, la tarea es monumental.
La libertad de expresión, fundamental para la democracia, también está bajo amenaza. Incluso en democracias consolidadas, las medidas restrictivas para combatir amenazas como el discurso de odio y la desinformación están en aumento, lo que plantea preguntas sobre la preservación de los pilares democráticos.
En Europa, por ejemplo, las elecciones en Austria, Bélgica, Croacia y Finlandia, junto con las elecciones al Parlamento Europeo en junio, despiertan temores de posibles avances de partidos de extrema derecha y xenófobos.
En este torneo democrático global, que se desarrolla prácticamente de manera simultánea, las consecuencias geopolíticas y económicas pueden estabilizar o desestabilizar aún más un mundo ya inestable. El escenario es mixto: mientras algunos eventos pueden inspirar cambios positivos, otros están plagados de sospechas y manipulaciones.
Un caso evidente de manipulación electoral se materializa en Rusia, donde la aspiración a un quinto mandato del Tsar Putin se asemeja más a una exaltación del poder imperial que a una contienda auténtica. A su vez, en Irán se desenvuelve una situación parecida, con la descalificación previa de más del 25% de los candidatos de la oposición antes de que siquiera arranque la carrera.
Por su parte, en la democracia más poblada del mundo, India, el tercer mandato del primer ministro Narendra Modi se ve confrontado con desafíos provenientes de una naciente coalición opositora. Con ello, se han generado inquietudes sobre la equidad de las elecciones, sobre todo considerando la tendencia autoritaria del actual gobierno.
Bajo estas líneas, los conflictos y las guerras complican la capacidad de mantener y promover gobiernos democráticos. Ucrania, por ejemplo, deberá celebrar elecciones presidenciales en primavera, a pesar de las tensiones bajo la ley marcial. Esto, aunque arriesgado, podría actuar como una válvula de escape para tensiones internas que se intensifican día con día.
La desconfianza en la democracia también resuena en África, con golpes de estado recientes que reflejan un anhelo de cambio frente a regímenes democráticos que han fallado en cumplir sus promesas. Elecciones en Argelia, Túnez, Ghana, Ruanda, Namibia, Mozambique, Senegal, Togo y Sudán del Sur serán cruciales en este contexto.
En Sudáfrica, la posibilidad de que el Congreso Nacional Africano (ANC) pierda su mayoría después de tres décadas es una señal de la desilusión de los votantes ante años de corrupción y liderazgo cuestionable. La participación será un factor decisivo en el destino del ANC.
Taiwán emerge como un faro de esperanza, donde las elecciones proindependencia son un testimonio de cómo se valora la democracia cuando se permite una elección real en medio de presiones externas. A medida que las tensiones con China aumentan, el resultado puede tener repercusiones significativas en la región y más allá.
México destaca hacia mediados del año como un escenario clave, donde la atención se centra en las dos mujeres que compiten por la presidencia, desafiando no sólo las fronteras políticas, sino también las barreras de género arraigadas. Este destacado hito no sólo representa un cambio significativo en el panorama político mexicano, sino que también proyecta su impacto a nivel global al desafiar las normas tradicionales y abrir la puerta a una mayor diversidad y equidad en el ámbito político.
La competencia entre Claudia Sheinbaum, Xóchitl Gálvez (y Jorge Álvarez Máynez) no sólo simboliza un momento transformador, sino que literalmente podría definir el rumbo del país.
Por un lado, existe la posibilidad palpable de una alternancia política, donde nuevos liderazgos podrían asumir el mando, trayendo consigo perspectivas diferentes para abordar los desafíos nacionales. Por otro lado, la victoria de Morena sería la continuación del movimiento transformador liderado por el actual presidente, Andrés Manuel López Obrador.
Este movimiento ha estado marcado por un enfoque en la justicia social, la lucha contra la corrupción y un compromiso con las clases marginadas, lo cual en sí mismo es el seguimiento de un proceso democratizador en el país.
Ahora bien, a nivel global, la elección más trascendente será la de Estados Unidos, donde es posible que se defina el futuro no sólo de ese país, sino del mundo entero. El mismo presidente Joe Biden, al dividir el mundo entre democracias y regímenes autocráticos, señala este momento como la lucha definitoria de nuestra era. Un fracaso en su reelección, frente a un contendiente republicano como Donald Trump, podría enviar un mensaje sombrío al mundo: la democracia está en peligro.
Un triunfo de Trump, con sus amenazas implícitas de actuar como un dictador, podría inclinar la balanza hacia el autoritarismo en lo que resta de este siglo.
En última instancia, el año 2024 se configura como un capítulo sumamente trascendental en el devenir de la democracia a nivel mundial. En este tumultuoso viaje electoral, la mirada del mundo se posa con gran expectación sobre el desarrollo de los sistemas políticos, anticipando con intriga y cierta aprehensión los resultados que configurarán el rumbo político de las naciones en este nuevo periodo.
La intersección de desafíos y oportunidades presenta un escenario en el que la democracia se enfrenta a pruebas cruciales. La manera en que cada sociedad aborde estos desafíos delineará el rumbo que tomará la evolución de los sistemas políticos en las décadas venideras.
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