Wrath of Man, la más reciente cinta de Guy Ritchie, es una anomalía en su filmografía. Al fin, el director se aleja no sólo de lo más banal de su cine: Aladdin, King Arthur, Sherlock Holmes, sino incluso de aquellos filmes que le dieran fama, como Snatch (2000).
Y es justo por eso que casi puedo apostar que los fans de Ritchie (y de Statham) van a odiar esta cinta: porque no se parece en nada a lo que usualmente hace Guy Ritchie.
El protagonista de esta historia es un tal Patrick (Jason Statham), hombre de pocas pulgas y menos amigos que llega a una compañía de transporte de valores a pedir trabajo. Luego de pasar las pruebas de rigor con el mínimo requerido (tiro, conducción y manejo del estrés), no pasa mucho tiempo antes de que H (como le llaman sus compañeros) demuestre que está sobrecalificado para el puesto, luego de detener —el solito— a una banda de malandros que intentaba robar el dinero que transportan.
“En la calle nosotros somos la presa”, le dice el amigable supervisor apodado Bullet (Holt McCallany), pero luego de aquella hazaña, todo cambia. El hombre se vuelve una leyenda y hasta la reputación de la empresa se eleva.
¿Pero cuál es la historia de H?, ¿qué ha llevado a este hombre —a todas luces experto en armas y en pelea— a poner en riesgo su vida cuidando el dinero de otros a cambio de un salario?
La respuesta a esa pregunta es el quid de esta cinta, pero ni Ritchie, ni el guionista Éric Besnard nos lo pondrán fácil: luego de 20 minutos la cinta irá hacia atrás para mostrarnos otra historia que puede o no ser sobre H o tal vez sobre algunos expolicías que ahora cometen crímenes, para luego volver a saltar en el tiempo y seguir en este juego de verter información a cuentagotas y jugar con nuestras propias especulaciones.
Con una edición sobria, completamente alejada a los clásicos cortes frenéticos de Ritchie y con un soberbio uso de los espacios (la primera secuencia nos muestra un robo mediante un plano que se mantiene fijo en toda la escena), la cinta claramente abreva (roba, pues) de filmes como Heat (Mann, 1995) o The Killing (1956, Kubrick), con un Jason Statham que parece salido de algún filme de Clint Eastwood: el hombre rudo, sereno, de mirada fija, listo para disparar.
Remake de la francesa Le Convoyeur (Boukhrief, 2004), Wrath of man es un thriller de marcados tintes noir, filmado con gran ritmo (Christopher Benstead musicaliza todo el tiempo con una tonada que evoca a una bomba a punto de estallar) y en el que sus dos estrellas (Statham y Ritchie) se alejan de los clichés que los definen para, cosa rara, hacer buen cine.
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