En Wildflower (Estados Unidos-Canadá, 2023) —la ópera prima del cineasta Matt Smukler— Bea (Kiernan Shipka) es una adolescente que sufre de un coma luego de un fuerte accidente.
Es en el hospital donde está internada que conocemos a su pintoresca familia. Resulta que Bea es hija de Sharon (Samantha Hyde, actriz profesional con autismo) y Derek (Dash Mihok), un matrimonio en el que ambos son neurodivergentes, aunque en no pocas ocasiones usan el eufemismo “especiales” para dirigirse a ellos, así como el despectivo término “retrasados”.
¿Cómo llegó Bea a esa cama de hospital? Ese es el misterio que Bea misma nos irá narrando (mediante voz en off y constantes flashbacks) durante toda la cinta, regresando a sus días de infancia e incluso antes, contándonos la historia de cómo sus padres se conocieron, se casaron y se embarazaron, aún contra los deseos de casi todos sus abuelos.
Con un registro entre comedia y drama, estamos ante un peculiar coming-of-age en el que a todos los problemas clásicos de la adolescencia (el amor, el sexo, la fiesta, los estudios) se suma uno más complejo: encargarse a tan temprana edad de la familia. Y es que Bea debe cuidar a sus padres quienes, dada su condición, se comportan la mayor de las veces como niños.
Aunque Derek tiene un modesto trabajo, es Bea quien limpia la casa, les da sus medicinas, los lleva al super, y completa para el gasto a través de múltiples trabajos. Bea es una adolescente que se ha hecho independiente a golpe de necesidad. La frustración no se hace esperar: la adolescente podría ir a una universidad de prestigio para estudiar ciencias, pero no se atreve a dejar solos a sus padres. “Sin mí estarían muertos”.
A pesar del reparto nada desdeñable (Alexandra Daddario, Jean Smart, Jacki Weaver y Brad Garret), es Kiernan Shipka (la recuerdan como Sally, la hija de Don Draper en Mad Men) quien carga la totalidad de la cinta otorgando carisma y habilidad convincente al interpretar a esta adolescente tan independiente (demasiado para su propia edad), pero a la vez harta de su familia que le representa un lastre del cual le es imposible desprenderse.
La película está basada en la vida de Christina Stahl, hija de padres neurodivergentes y cuya historia ya había sido registrada en el documental homónimo (Wildflower, 2020) del director Matt Smuckler, quien a la sazón es tío de Christina.
No es la primera vez que vemos una historia así: en CODA (Heder, 2021), Ruby (Emilia Jones) es una adolescente que trunca su carrera de cantante para cuidar a sus padres sordomudos. La diferencia es que si bien en el fondo Wildflower es una feel good movie, no es tan complaciente e inocua como la (inexplicable) ganadora del Oscar a Mejor Película 2022.
Wildflower es más que un coming-of-age, ya que pone en la mesa el debate sobre el derecho de las personas neurodivergentes a casarse, tener hijos y ser felices.
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