En algún momento de El Caso Cassez-Vallarta: Una Novela Criminal (México, Francia, 2022), el periodista Héctor De Mauleón hace el resumen perfecto de esta trama llena de aristas y versiones contradictorias: “Lo que está en ese expediente impide llegar a una conclusión (…) no hay manera de decir si (Cassez y Vallarta) son inocentes o culpables”.
¿De qué sirve explorar de nueva cuenta este caso que inició con el famoso montaje del 9 de diciembre de 2005, que siguió con la admisión por parte de Genaro García Luna (entonces director de la AFI) de que aquello fue una recreación “a petición de los medios”, y que alcanzó su momento cumbre con la liberación de Cassez, no gracias al expresidente Sarkozy, sino a la justicia mexicana en un inesperado movimiento a cargo del presidente de la Suprema Corte de Justicia, Arturo Zaldívar?
Simple: este caso evidencia, como probablemente ningún otro lo haría, la podredumbre del sistema de justicia mexicano, un diagnóstico tan correcto hoy día como lo fue en los sexenios de Fox, Calderón y Peña.
Con guión de Alejandro Gerber (María Félix, Colosio) basado en la novela homónima de Jorge Volpi (Premio Alfaguara 2018), el director Gerardo Naranjo (Soy Tu Fan, Miss Bala) debuta como documentalista haciendo un enorme esfuerzo no sólo por explicar este laberíntico caso lleno de corrupción, contradicciones y giros inverosímiles, sino que lo hace con la clara convicción de contrastar la opinión de los protagonistas mediante testimonios actuales..
Desde las víctimas de secuestro (que siguen sin recibir justicia), hasta la propia Florence Cassez (desde Francia y con 45 años a cuestas), pasando por Carlos Loret (señalado hasta el cansancio por el actual régimen como cómplice) y hasta el propio expresidente mexicano, Felipe Calderón y su homólogo francés, Nicólás Sarkozy. Naranjo imprime buen ritmo y dramatismo a su relato a través de cinco episodios, apenas suficientes para exponer el caso.
Este documental será usado como una prueba más de que “la culpa es de Calderón”, pero lo cierto es que si algo demuestra esta serie de Netflix es que el caso nació político y sigue siendo político. Lo es incluso ahora, cuando el presidente López Obrador coquetea con la idea de liberar a Israel Vallarta —preso y sin sentencia desde 2005— pero condena el intento de suprimir la prisión preventiva, lo cual deshabilitaría el uso político de la “impartición de justicia”.
Y esa es la única conclusión posible: tanto entonces como ahora, la justicia es usada como arma, no como un instrumento para llegar a la verdad y castigar a los culpables. Como bien decía el escritor Paul Valéry (citado al inicio del libro de Volpi): “La mezcla de verdadero y falso es enormemente más tóxica que la falsedad pura”.