Al inicio de Top Gun: Maverick (Estados Unidos, 2022) —secuela al clásico de 1986—, Maverick (Tom Cruise) recibe una dura crítica-regaño por parte del Almirante Cain (Ed Harris). Y es que, a diferencia de otros pilotos de élite ya retirados para ir tras un puesto político, Maverick sigue piloteando aviones, haciendo acrobacias y llevando al límite toda nave que cae en sus manos.
“El futuro ya viene y tú no estás en él” le dice Cain.
No obstante, Maverick no se inmuta: “seguiré haciendo esto mientras esté aquí”. En el fondo, quien contesta no es Maverick, sino Tom Cruise, y la crítica no es sobre aviones, sino sobre el cine.
Poseído desde hace tiempo por el espíritu de Buster Keaton, Tom Cruise es un soldado de la era análoga, y Top Gun es un acto de resistencia.
El actor de 59 años está dispuesto a seguir pagando el precio de ser una superestrella, y ese precio se paga frente a cámara. ¿Pantallas verdes, efectos por computadora, gente con capas?, ¿qué es eso? A pesar de su edad, Cruise está listo para pilotear aviones F18, correr a toda velocidad en motocicleta o colgarse de un helicóptero. No importan los huesos rotos, no importa poner en riesgo la vida, todo sacrificio vale con tal de entretener al público.
Cruise es la última gran superestrella de cine en un mundo engañosamente digital.
Top Gun: Maverick no se trata de nostalgia, se trata de cine. Cruise sube la apuesta y pone a prueba su credo (una vez más) respecto a cómo debe ser una película: un evento que se debe ver en pantalla grande y sonido envolvente. Es un cine hecho para las salas, no para los celulares.
El director Joseph Kosinski y los guionistas (Kruger, Singer y McQuarrie) no se complican: hacen homenaje al cine de los ochenta pero sin los excesos cursis y machistas de la primera cinta (incluso se burlan de ello, recreando cierta escena con machos sin camisa). Muy en el fondo es, incluso, un homenaje a la primera Star Wars (Lucas, 1977).
Kosinski sigue al pie de la letra el manual del ya finado Tony Scott (director de la cinta original) y conserva intacto el manejo impecable del espacio cinematográfico. El resultado son secuencias de acción inmersivas, (imperativo verla en IMAX), espectaculares, filmadas dentro de aviones piloteados por los propios actores, haciéndonos sentir que nosotros también estamos ahí.
Con Top Gun: Maverick, Cruise decreta el final de la pandemia. Es una película cuya grandeza no sólo radica en la valentía de todos los involucrados, sino en ser un acto de resistencia frente al streaming y el cine en casa. La sala de cine prevalecerá, al menos mientras gente como Tom Cruise siga aquí.