Aunque su filmografía podría calificarse de esquizofrénica (¿cómo explicar que la misma persona haya dirigido Alien, A Good Year y The Martian?), no sorprende que ahora Ridley Scott se haya empeñado en hacer una cinta como The Last Duel (USA, UK, 2021). Ya desde Alien (1979), pasando por Thelma & Louise (1991), Scott ha mostrado afinidad por las mujeres fuertes. Lo extraordinario en todo caso es que haya encontrado una historia feminista en el escenario más improbable: la era medieval.
Basada en una historia real ocurrida en la Francia del siglo 14, tenemos a Jean de Carrouges (Matt Damon) un noble que a pesar de mostrar su valentía peleando por el Rey, tiene serios problemas económicos. Para resolverlos recurre a un clásico de la época: casarse con alguna damisela para hacerse de una dote.
La elegida es Marguerite (Jodie Comer), muchacha guapa, sumisa, y con buenas propiedades. En el ínter tenemos a Jacques Le Gris (Adam Driver), ex compañero de batallas de Carrouges pero con el que poco a poco ha crecido cierta enemistad. El conflicto entre ambos llega a un punto máximo cuando, luego de regresar de una guerra, Marguerite le comunica a su marido que en su ausencia Le Gris entró al castillo y abusó de ella. Le Gris niega la violación argumentando que “todo fue consensuado”.
No hay forma de resolver el asunto más que dejar todo a la voluntad divina en un duelo a muerte. Pero, si acaso el supremo se inclina por Le Gris, mal día para Marguerite porque entonces eso significa que ella miente y su osadía será duramente castigada.
La cinta se narra desde tres puntos de vista (el de Carrouges, el de Le Gris y el de Marguerite) y cada segmento es guionizado por cada uno de los tres escritores: Damon, Affleck y Nicole Holofcener.
Este esquema —que no es precisamente original (Rashomon, Kurosawa, 1950)— resulta el punto más débil de la cinta. Si bien es interesante ver las “sutiles” diferencias entre cada relato, es claro desde la primera vuelta que Marguerite dice la verdad, y es claro que lo menos que le importa a Carrouges es su esposa sino su “honor” sistemáticamente mancillado.
A pesar de todo, la película no aburre: lenta pero eficazmente prepara terreno para la emocionante, sangrienta y bien filmada batalla final (el Último Duelo del título) donde como público estamos completamente inmersos, no porque nos preocupe el “honor” de los dos machitos sino por el destino de la pobre Marguerite, que se está jugando la vida por decir la verdad.
La sensación final es que esto pudo ser una miniserie. Eso explica, tal vez, su rotundo fracaso: apenas $4 MDD recaudados para una producción que costó $100 MDD.
Síguenos en @EjeOpinion