En una entrevista del año 1996, entre el historiador Allan Gregg y el crítico de cine Roger Ebert (1992-2013), este último explica que –según su experiencia– las audiencias al final prefieren a little less, es decir, no buscan la mejor película que puedan ver, sino la más sencilla, asequible y popular, aunque no sea la mejor.
Los responsables tras Super Mario Bros: La Película (Estados Unidos-Japón, 2023) parece que entendieron lo que Ebert explicaba en aquella charla: para esta cinta había que ir por lo menos, por lo más sencillo, lo menos arriesgado y que complaciera a todas las audiencias, desde los cuarentones que jugaron el primer Mario hasta los niños que hoy juegan Nintendo Switch.
La única forma de complacer a una audiencia tan amplia es mediante algo que no provoque malestar, que sea inofensivo, como Mario mismo, un personaje carente de personalidad atractiva (para eso estaba Sonic, el de SEGA), pero que en su descargo siempre fue (y sigue siendo) un héroe de la clase trabajadora.
Mario compensa su falta de coolness con una tenacidad inquebrantable. No importa lo que suceda, Mario siempre regresará para intentarlo una y otra vez hasta rescatar a la princesa.
Esa falta de personalidad hace de Mario un activo ideal para los objetivos de esta cinta, que no son el cine sino la mercadotecnia. Luego entonces, era de esperarse que esta película careciera de personalidad, toda vez que su fin último es la promoción de un producto: los parques temáticos de Super Mario.
La trama es nimia (como en los videojuegos): Mario y Luigi (Cris Pratt y Charlie Day) son dos fontaneros de Nueva York que mágicamente se teletransportan al reino Mushroom y combaten a Bowser (Jack Black). La única diferencia es que aquí Mario no rescatará a la Princesa (Anya-Taylor Joy) sino a Luigi. Peach deja de ser una dama en peligro.
Super Mario Bros palidece como película, pero sin duda es exitosa como activación de marca, aunque incluso en esa arena tampoco es la mejor. Sus pares no son otras cintas de videojuegos sino The Lego Movie (Lord, Miller, 2014): otro promocional de juguetes que no obstante sí tomó riesgos, al grado incluso de la autocrítica y la autoparodia.
Super Mario optó por el no-cine y le funcionó. Le dio a su público lo que buscaba, que no era sino a little less: nostalgia. No era necesario correr riesgos, solo había que referenciar los juegos y sumar una cantidad bestial de fan service.
Fue una estrategia ganadora, incluso inteligente, pero nunca derivada de las ganas de hacer cine. El resultado supera las proyecciones más optimistas: 377.5 millones de dólares en el primer fin de semana. El indudable (e irreprochable) cariño del público hacia Mario, ¿será suficiente como para hacer una secuela igual de exitosa? El tiempo lo dirá.