Sound of Freedom: nada que ver con los niños

5 de Enero de 2025

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

Sound of Freedom: nada que ver con los niños

alejandro aleman

Para ser una película que dice estar preocupada por el tráfico infantil, Sound of Freedom (México, Estados Unidos, 2023) se enfoca más en los monstruos que pretende combatir que en las víctimas que dice querer ayudar

El sensacionalismo es tono y regla en esta cinta que inicia con el caso de una niña y su hermanito cuyo padre los lleva a una audición “para ser famosos”. Criminalmente ingenuo, el padre deja a sus hijos con aquellos extraños y a su regreso sucede lo obvio: los han secuestrado. Al tiempo, la cámara de Gorka Gómez no tiene empacho en mostrar lo que hacen con los niños: con engaños les toman fotos en poses sexualizadas. Una secuencia tan sensacionalista como gratuita

Después aparece el héroe, el agente Tim Ballard (Jim Caviezel), quien ha atrapado a casi 300 pederastas pero, como bien le hace ver uno de sus compañeros, no han rescatado a un solo niño. Solemne, afectado y con ojos llorosos, Ballard decide tomar cartas en el asunto de la forma más improbable: hace creer a un pederasta recién encarcelado que él “es de los suyos” y así rescata a un niño. El pequeño le pide al policía hacer lo mismo con su hermana, la del inicio de este relato.

Es aquí donde realmente arranca la película. Ballard va a Cartagena para investigar esta red de tráfico mediante otro plan inverosímil: se asocia con un narco (Bill Camp, única actuación notable) que tras escuchar “el llamado de Dios” decide gastar su fortuna comprando niños para luego liberarlos. Con la frase “Los hijos de Dios no están a la venta” (¿los no bautizados están en problemas?) un exnarco, un millonario con conciencia social (Verástegui en cameo extendido) y un policía sensible salvarán a los niños.

Basada en una historia “real” (sendos reportajes en Vice y en AC Journal que refutan las historias del verdadero agente Tim Ballard), pero con evidentes libertades creativas para sumar emoción al asunto, el director Alejandro Monteverde entrega una película tan predecible y llena de clichés (el policía rebelde, el jefe burócrata, los malos casi todos morenos, latinos y con risa de villano reventón) que hacen de esto el capítulo más raro de Miami Vice que verán jamás.

Como si fuera el final de una misa, en los créditos finales aparece Jim Cavaziel hablando al público y pasando la charola de limosnas en forma de donaciones para que más gente pueda ver la película.

Con esta estrategia Sound Of Freedom se volvió un fenómeno taquillero: regalando boletos y sumando el apoyo de la iglesia católica, la ultraderecha (Trump, Bukele y hasta Milei incluidos), así como la secta conspiranoica QAnon.

Esto es un panfleto que banaliza un problema real haciéndolo pasar como un asunto de buenos contra malos, un vil instrumento para sumar adeptos a una causa en la que poco o nada tienen que ver las víctimas y mucho menos el cine.

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