A primera vista, Solteras, el segundo largometraje del mexicano Luis Javier Henaine, parece otra comedia romántica del montón: luego de romper con su novio de varios años, Ana (Cassandra Ciangherotti) decide seguir el consejo de su prima —que ya consiguió novio y está a punto de casarse— y meterse a un curso para encontrar marido. Al principio se muestra renuente, pero Ana sabe que no quiere pasar el resto de sus días sola, así que se somete a las lecciones impartidas por la estricta tutora (Gabriela de la Garza, perfecta en su papel de autoridad) en una clase compuesta por un grupo de mujeres tanto o más desesperadas que Ana.
Todo en Solteras apunta a terrenos conocidos: desde el cartel que emula al de Bridesmaids (Feig, 2011), una trama ya bastante choteada (hace apenas dos años tuvimos una cinta similar, Cómo Cortar a tu Patán, 2017), locaciones en la Roma/ Condesa, cancioncitas de pop mexicano en el soundtrack, etcétera.
En cierta forma, la película es una trampa: tras la fachada de una comedia mexicana absolutamente convencional, director, guionista y protagonista aprovechan para cuestionar el machismo mexicano, los roles de género y, claro, al matrimonio como mecanismo de validación social. El ambicioso experimento sería fallido a no ser del estupendo trabajo de Cassandra Ciangherotti, quien al parecer puede hacerlo todo: pasar del berrinche por el cortón de su novio al patetismo de ir a buscarlo, de la envidia por los avances de una de sus compañeras a verse despampanante luego de un extreme makeover, y de la incredulidad hacia los métodos de la clase hasta la locura cuando en un momento extremo lanza una mentira que le asegurará anillo y boda. Mujeres al borde de un ataque.
Si acaso esto no fuera suficiente, la cámara de Glauco Bermúdez se empeña en eludir el lugar común visual de este tipo de comedias para —en eterno homenaje a Wes Anderson— encontrar toda una serie de encuadres simétricos que dan un tono muy peculiar a esta cinta.
Al final, Henanine termina con un homenaje, a otra cinta de liberación femenina: Gloria (Lelio, 2013). Si bien el mexicano jamás alcanza los niveles del director chileno, quedan claras las ambiciones de esta cinta que sí logra desmarcarse de la media —machista y misógina— del cine de comedia mexicano.