Ellos son Signe (Kristine Kujath Thoro) y Thomas (Erik Saether). Son blancos, son guapos… son insoportables. Él se ha convertido en un artista famoso, su rostro aparece en la portada de revistas especializadas y le toman fotos junto a su obra: muebles de diseño compuestos de piezas robadas.
Signe odia que su novio tenga atención y en cambio a ella nadie la toma en cuenta. ¿Por qué habrían de hacerlo?, si sólo es una camarera en un café local.
La última vez que hizo algo interesante fue ayudar a un cliente atacado brutalmente (al parecer) por un perro. Durante unos minutos, Signe fue una heroína, probó el dulce sabor de la fama y ahora quiere más, a como dé lugar.
¿Hasta dónde será capaz Signe de llegar con tal de volverse relevante? La respuesta la veremos en Enferma de mí (Syk pike, 2022), el segundo largometraje del cineasta noruego Kristoffer Borgli, una oscura y punzante sátira sobre la patológica necesidad de atención en esta época donde no eres nadie si no reportas tu vida en Instagram, comentas en TikTok y tienes muchos seguidores en Twitter (aunque esta última ya va en desuso, dicen).
Narcisista de manual, Signe va mucho más allá. En una cena elegante se inventa una historia sobre una alergia que le ha hecho la vida imposible.
Al principio la estrategia funciona, pero cuando por error le dan un plato con el ingrediente que supuestamente le causa alergia, Signe hace todo un show para seguir la mentira.
Después hará algo más radical: se entera de cierto medicamento —ahora prohibido— que causa terribles heridas en piernas, brazos y cara, dejando el rostro casi desfigurado. ¡Perfecto!, piensa Signe, consigue las famosas pastillas y las toma cuál dulces. Ahora nadie pondrá en duda lo mucho que ella sufre y lo mucho que necesita de atención.
La sátira se convierte en broma oscura. La degradación física de Signe, con su cara llena de pústulas son propias del cine de horror. Pero lo que resulta más perturbador es que Signe es feliz con su plan.
Haciendo gala de sadismo, el director juega con la percepción de realidad: Signe comienza a delirar y nosotros, el público, ya no sabemos si lo que pasa es real o forma parte de sus desvaríos narcisistas.
Decía al inicio que Signe es un personaje insoportable, y lo es aún más en cuanto nos refleja nuestro propio narcisismo: ¿quién no se ha hecho el interesante exagerando una anécdota?, ¿quién no ha tirado una selfie con filtros para recibir elogios?, ¿cuántos no se casan, no por amor, sino para presumir felicidad en redes?, ¿cuántos no disfrutan haciéndose las víctimas?
He ahí lo macabro de Sick of myself, una cinta verdaderamente enferma que resulta más cercana a nosotros de lo que podríamos suponer.