Shang-Chi: a la mitad de una buena película

27 de Noviembre de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

Shang-Chi: a la mitad de una buena película

alejandro aleman

Si hay algo en Shang-Chi (Shang-Chi and the Legend of the Ten Rings, EU, 2021) que destaca por encima de todas las cintas del universo Marvel es que cuenta con las mejores secuencias de pelea que hayamos visto en su historia.

Marvel aún no supera aquella mítica pelea entre Spider-Man (Tobey Maguire) y Dr. Ock (Alfred Molina) en Spider-Man 2 (Raimi, 2004), pero definitivamente Shang-Chi —del director Destin Daniel— se acerca muchísimo.

La película inicia homenajeando al cine wuxia con peleas que recuerdan a Crouching Tiger, Hidden Dragon (Lee, 2000), Kung-Fu Hustle (Chow, 2004),

incluso escenas de acción del cine Bond (Skyfall , 2012).

La secuencia más lograda es una que sucede dentro de un autobús en movimiento que acelera sin control por las calles de San Francisco. El encuadre, la edición, las coreografías, el ritmo e incluso el humor, sobresalen por encima del CGI, que por supuesto está presente pero no abruma.

El héroe de la película es Shaun (el actor chino-canadiense Simu Lui), un joven que trabaja estacionando coches junto con su mejor amiga Katy (Awkwafina). Todo va normal en sus vidas hasta que cruzan camino con la banda de los 10 anillos, quienes los atacan en un autobús. Es ahí donde Katy se da cuenta que su amigo es mucho más que un simple valet parking, ya que a puño limpio se escabecha a todos los maleantes, haciendo gala de artes marciales.

En efecto, Shaun es en realidad es Shang-Chi, hijo de un legendario guerrero inmortal, poseedor de los míticos anillos: el poderoso Xu Wenwu, interpretado por el gran actor Tony Leung (In the Mood of Love, The Grandmaster). Wenwu busca a su hijo para que lo acompañe a cierta misión que tiene que ver con su difunta madre.

Los actores secundarios terminan por robarse la cinta invariablemente: ya sea Tony Leung, quien dota de autoridad a la película, Awkwafina como la encargada de los momentos cómicos, o la presencia casi mística de Michelle Yeoh.

El guion padece de interminables diálogos de exposición donde se nos platican cosas que en la mayoría de las veces no vemos. Al principio no nos importa porque la acción lo abarca todo, pero rumbo a la segunda mitad, son estos diálogos los que hunden la cinta en un marasmo de aburrimiento que, rumbo al final, regresa a terrenos conocidos: una grandilocuente batalla final, donde el CGI retoma el control de la acción.

Por un momento parecía que estábamos frente a una gran película de acción, frente a una película que se sentía única y diferente dentro de este rígido universo de historias conectadas. Parecía que estaba ganando el cine pero, como diría un clásico: “Forget it, Jake. It’s Marvel.”