Ruido (México, Argentina, 2022), el tercer largometraje de Natalia Beristáin, inicia con una historia dolorosamente familiar. Julia, una mujer madura, divorciada, exartista plástica, está buscando a su hija, Gertrudis, desaparecida luego de que esta joven de 25 años cometiera el pecado de salir a una fiesta. Nunca más volvió. Hoy, tras nueve meses, sus padres acuden por enésima ocasión a la Procuraduría de Justicia, pero no hay avances en la investigación; resulta que la burocracia cometió “un error con el expediente”.
En el rostro de Julia se ve el hartazgo, el encabronamiento, el dolor. Es apenas el inicio de un viacrucis que miles de mexicanos viven todos los días en nuestro país donde en promedio asesinan a 11 mujeres al día.
Ruido es una película que atinadamente transita entre el documental y la ficción. Lo que veremos es el viaje dantesco que Julia recorrerá en su búsqueda incesante por encontrar a su hija. En el camino conocerá a muchas mujeres (todas con testimonios reales) que han ido por el mismo camino, mujeres que bordan, mientras narran sus historias, como para distraer el dolor. Mujeres que hacen el trabajo que no hacen las autoridades: salir con palas y picos a buscar los restos de sus seres queridos. Mujeres que toman la calle y con justicia lo rompen todo. Mujeres que le recuerdan a Julia que no está sola.
Mucho de lo que se dice en Ruido lo hemos visto antes (a veces incluso mejor): notoriamente en el documental Te nombré en el silencio (Espinosa, 2022) y en ficciones como Sin señas particulares (Valadéz, 2020).
Entonces, ¿cuál es el aporte de esta cinta? Son dos. Primero, la soberbia, melancólica y rabiosa actuación de Julieta Egurrola (dirigida aquí por su propia hija). La actriz transmite toda una serie de emociones con su rostro y su mirada: el enojo ante la displicencia de las autoridades, su determinación para seguir en su búsqueda, la angustia al comprobar que la delincuencia lo ha permeado todo. Ojalá no mueran los Arieles, porque en este 2023 esa estatuilla pertenece ya a Julieta Egurrola.
Y segundo: ese final con el que Julia termina su viaje dantesco, escuchando un duro, pero conmovedor discurso en medio de una marcha feminista. El aire se llena de humo color violeta, los tambores acompañan los gritos, el silencio finalmente se rompe.
“Nosotras no deberíamos estar aquí defendiendo lo fundamental”, dicen estas mujeres llenas de rabia, de amor y de hartazgo. “Esta manada ya no tiene miedo”. ¿Qué queda sino hacer mucho ruido? para despertarnos a todos para que se muevan las autoridades, y así frenar esta masacre en la que desaparecen y asesinan a mujeres todos los días. Ruido se puede ver en Netflix.