¡Qué Viva México! o El compadre Estrada

24 de Noviembre de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

¡Qué Viva México! o El compadre Estrada

alejandro aleman

Así como El compadre Mendoza -en el clásico homónimo de Fernando de Fuentes, 1934- busca quedar bien con los zapatistas y con los federales (cambia el cuadro de su sala a la imagen de Zapata o de Huerta, según convenga), Luis Estrada hace lo mismo en su más reciente cinta, ¡Qué Viva México! (México, 2023): un obús de 190 minutos de duración que busca quedar bien con dios y con el diablo.

El resultado es de una tibieza que resulta extraña en el cine de Estrada, usualmente implacable en su crítica al sistema y al gobierno, sea del partido que sea.

Pancho Reyes (Poncho Herrera) es un directivo de medio pelo en una fábrica textil, aunque apenas le alcanza para mantener su estilo de vida: vive en un suburbio, con hijos en escuela privada, ayudante de planta y una guapa esposa (Ana de la Reguera) que no trabaja, pero qué bien gasta.

A Pancho le dicen fifí, aunque proviene de un pueblito rascuache -La Prosperidad-, del cual huyó hace años y al cual tendrá que regresar: su abuelo falleció (Joaquín Cosío) y como último deseo pidió su presencia para la lectura del testamento.

Ahí conoceremos a su numerosa parentela, plagada de estereotipos: su abnegada madre (Ana Martin, desperdiciada), el hermano narco, la hermana beata, la abuelita malhablada y la hermana trans. Eso sin mencionar, claro, al cura pederasta (Alcazar, otra vez), el político transa (Alcazar, ootra vez) y el policía corrupto (Cosío, otra vez). La tensión llegará al máximo cuando se descubra quién es el beneficiario en el testamento.

Mientras que en sus anteriores cintas el objeto de la farsa siempre había sido el sistema político, Estrada esta vez utiliza el discurso divisorio de López Obrador no para criticar al presidente, sino para dibujar (siempre con brocha gorda) a una sociedad dividida y corrupta.

Los dardos hacia el poder resultan inocuos, en cambio, no le tiembla la mano en mostrar un pueril retrato de la sociedad: los ricos siempre explotando al pobre, los pobres siempre flojos y vividores. Antes Estrada no tenía miedo de mostrar el logo del PRI y aquí el de Morena brilla por su ausencia.

Lo que queda es una comedia innecesariamente larga, predecible, con un humor escaso y facilón (muy de comedia televisiva), que si acaso se salva es por las buenas actuaciones (Alfonso Herrera y una magnífica Angelina Peláez, quien se roba la película).

Lo curioso es que Estrada ya hizo la mejor crítica al gobierno Obradorista: se llama La Ley de Herodes. Y si lo duda, véala de nuevo, observe cómo “Varguitas” (Alcázar, otra vez) enloquece con su banda presidencial hechiza, promete obras faraónicas, cambia las leyes a modo y se convierte en el corrupto que prometió combatir. Cualquier parecido con la realidad.

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