El nuevo episodio de la interminable cadena de películas de Marvel, Quantumania (Estados Unidos, 2023), es una de las cosas más auténticamente inútiles que ha filmado este estudio en su larga historia. Apenas termina esta cinta y la “gran” revelación en la escena poscréditos hace patente que todo lo que vimos durante casi dos horas no es sino una pérdida de tiempo.
Marvel ya ni siquiera lo intenta. Quantumania no es una película, es un episodio más de esta serie llamada “MCU”, misma que Marvel insiste en mostrar primero en cines y luego en televisión.
Si la película tuviera un título honesto este sería: El villano se llama Kang. Y es que de eso se trata esta cinta: de presentar al personaje que pondrá en jaque al universo Marvel (o lo que queda de él) para esta nueva temporada o como pomposamente le llaman: la fase cinco.
Así, el guionista Jeff Loveness (cuyo mayor mérito es haber escrito 238 episodios del Show de Jimmy Kimmel, así como la entrega 89 del Óscar, esa donde ganó/perdió La La Land) decide usar a Ant-Man como mero interludio para mantener entretenido al respetable en lo que están listas las siguientes películas (ya ven que eso del CGI parece fácil pero no lo es tanto), enviando a Evangeline Lilly, Kathryn Newton, Michelle Pfeiffer, Michael Douglas y Paul Rudd a una aventura psicodélica al llamado “reino cuántico”.
Este es un mundo sin reglas aparentes, lleno de personajes pintorescos, al tiempo que el mencionado guión hace insistentes referencias a la primera trilogía de Star Wars (1977-1983), desde una escena que evoca a la cantina de Mos Eisley, hasta el rescate en cierta cárcel de una princesa y un ejército de soldados sin rostro.
Es de reconocer que a pesar de no tener nada con qué trabajar (esto es un festival de pantallas verdes) todo el reparto hace un trabajo de actuación muy digno. La cámara a cargo de Bill Pope (el mismo de The Matrix) respeta mucho a Michael Douglas, ofreciéndole varios encuadres heróicos. Pero quien más sorprende es Jonathan Majors, quien a pesar de estar al borde de la sobreactuación, se roba la película.
Marvel destruye la personalidad fílmica de Ant-Man, cuyo mayor atractivo era mantenerse al margen de la grandilocuencia del resto de las cintas mediante una vibra que recordaba a Tin Tan: las películas de Ant-Man eran de las pocas que se permitían chacotear y echar desmadre (¿dónde estás, Michael Peña?) sin pensar en consecuencias.
No más. Con esta entrega Marvel transforma al único personaje realmente simpático de su troupe en una nota al pie, un intermedio, un relleno en lo que viene algo más interesante. Parafraseando una frase de la película: “siempre habrá lugar para hacer cine”. Tal vez, pero no en Marvel. Nunca en Marvel.