La franquicia de Halloween, que hoy alcanza el piso 12 con el estreno de Halloween Kills (USA, 2021), se mantiene de pie solo por lo bien fundado de su único cimiento: la Halloween original dirigida por John Carpenter en 1978.
Aquella cinta, de ínfimo presupuesto, hecha en familia y con la consigna de sugerir antes que mostrar (prácticamente no se ve una sola gota de sangre) no sólo fue un éxito taquillero, sino que inauguró el subgénero del slasher en un escenario por demás perturbador: el suburbio —epítome del modo de vida norteamericano— que se veía amenazado por un asesino implacable pero sin rostro. El miedo a la otredad tomaba forma en la silueta de Michael Myers.
Ninguna de las secuelas es rescatable excepto la versión de 2018, llamada igualmente Halloween (otra vez). El director David Gordon Green junto con sus guionistas Danny McBride y Jeff Fradley borran de un plumazo las secuelas para mostrarnos —cuarenta años después— a Laurie Strode (fabulosa Jamie Lee Curtis), ahora convertida en una abuela que aún vive con el trauma de lo ocurrido en la cinta original. Era una secuela emocionante y divertida.
Pero Michael Myers no puede morir, y la franquicia tampoco. Es así como llegamos a esta nueva entrega, secuela directa de la cinta de 2018, donde el giro “inesperado” es que la comunidad de Haddonfield se organiza en una turba iracunda para ir tras Myers al grito de “Make America Grea….” digo, “Evil dies tonight”.
A pesar de ser una secuela, inexplicablemente las protagonistas dejan de ser Laurie y sus hijas. Mientras ellas se recuperan en un hospital, el guion —McBride, Teems y el propio director— nos presenta a una multitud de personajes secundarios que poco nos importan porque su única función será la de convertirse en carne de cañón para el apetito asesino de Myers, quien se muestra mucho más violento que de costumbre.
Pasa más de media hora de metraje y seguimos sin noticias de Jamie Lee Curtis, quien ya para entonces parece una exiliada de su propia película. Buen negocio para la actriz quien, a cambio de hacer casi nada recibió (espero) una buena cantidad de dinero.
Si la cinta de 2018 era el Halloween del Me Too (las mujeres dejaban de ser simples víctimas), este podría ser el Halloween de la era post Trump. Y es que la cinta intenta arrojar cierta moraleja sobre las turbas enojadas —como aquella que tomó el Capitolio en enero pasado— anotando su inutilidad para resolver nada y su efectividad para esparcir más el odio.
El mal, obviamente, no morirá, pero sí muere todo viso de lógica, tensión y estilo. Lo primero que muere
—de hecho— es nuestro interés frente a esta cinta que no plantea reto alguno. Halloween Kills es de lo peor de la saga, una cinta que no entiende ni honra aquello que hizo de la original un clásico inmortal.