La rivalidad entre estas dos grandes leyendas del cine -Godzilla y King Kong- se remonta a 1962, fecha de su primer espectacular encuentro a todo color en manos del director de la primera Godzilla (1954), Ishiro Honda.
Aquella cinta -rebosante de humor involuntario, diálogos risibles y maquetas- navegaba entre la sátira hacia los medios de comunicación y el espectáculo de la lucha libre (tan popular en el Japón de aquella época), razón por la que los dos titanes se enfrentan emulando movimientos propios de luchadores del pancracio.
Cincuenta y nueve años después, los dos monstruos más famosos del cine combaten de nueva cuenta, ahora en una película que emula algunos de los tics de su predecesora, principalmente los diálogos risibles y una trama que no sirve ni para una maldita cosa excepto para lo que nos importa: ver a estos dos monstruos romperse la cara de una manera brutal y despiadada. Literalmente como nunca antes los habíamos visto.
Culminación del llamado Monster Verse (que incluye Godzilla de 2014, Kong: Skull Island de 2017 y Godzilla: King of Monsters de 2019) todo inicia con Demián Bichir, quien encarna a un millonario explorador que busca ir al centro de la tierra para encontrar la energía necesaria para derrotar a Godzilla. Para ello busca al frustrado geólogo, Nathan (interpretado por Alexander Skarsgård), quien a su vez acude con la protectora de Kong, Ilene Andrews (Rebecca Hall), para sumarlo a la misión.
Lo anterior es puramente accesorio, lo que queremos es ver a los monstruos destruyendo maquetas de CGI lo antes posible. El director de este show, Adam Wingard (con basta experiencia en cine de terror), lo sabe, y por ello se las ingenia para que en los primeros minutos de la cinta aparezca Godzilla, en todo su esplendor, destruyendo edificios. Pronto Kong le hará frente y el festín dará inicio.
Y aunque algunos personajes resultan memorables (la pequeña Kaylee Hottle como la niña que puede hablar a señas con Kong) y otros son bastante aborrecibles (Millie Bobbie Brown y su grupo de adolescentes hackers que sólo sirven para explicar la trama), uno entiende rápidamente que ésta es la película boba que necesitábamos para olvidar (aunque sea por dos horas) esta pandemia.
Un espectacular show de CGI donde lo mejor está donde debe: secuencias de acción bien filmadas, destrucción y un par de monstruos legendarios que se agarran a puñetazos, coletazos, rayos y más, sin decepcionar un solo minuto al público que pide menos diálogos y más trancazos.
Godzilla vs. Kong es un gran homenaje al cine de la era Shōwa en Japón, un evento que sólo tiene sentido si se aprecia frente a una enorme pantalla de cine.