Flee: el arte como refugio

27 de Noviembre de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

Flee: el arte como refugio

alejandro aleman

En algún momento de Flee (cuarto documental del realizador danés Jonas Poher Rasmussen), el adolescente Amin Nawabi (pseudónimo de este hombre que durante 20 años ha sido inmigrante refugiado) va con su familia junto a decenas de desconocidos en un pequeño barco que surca el Báltico desde la Unión Soviética hasta Suecia.

Se trata de la segunda huída que Amin tiene que realizar en su corta vida. En la primera, huyen para evitar que el hijo mayor sea enlistado y mandado a combate contra Estados Unidos. Esto durante la Guerra Civil en el Afganistán de finales de los años 80.

La segunda vez fue para huir de Rusia, lugar al que llegaron de Afganistán, pero que al ser inmigrantes ilegales, sufren el constante acoso de la corrupta policía rusa que les roba y los humilla. Su única opción es no salir de casa y quedarse viendo telenovelas mexicanas (vaya tortura).

Ahora, Amin y su familia van en un barco que empieza a hacer agua. En medio de la tormenta, un transatlántico se les cruza. Alegres, los inmigrantes gritan y vitorean pensando que serán rescatados, pero la enorme nave ni se inmuta. Los turistas a bordo se asoman para ver el pequeño barco lleno de migrantes, toman fotos, pero no hacen nada. El espectáculo es atroz y deprimente.

Ver Flee me hizo sentir como un pasajero de aquel barco lleno de turistas, atónito frente al espectáculo de la miseria humana, pero sin poder hacer nada. Ayer eran afganos, hoy son croatas, y mañana serán de otro lado. Esta locura no terminará nunca.

La película despliega —mediante una variedad de recursos por demás efectivos— la historia de este adolescente cuyo coming-of-age transcurre entre el yugo del totalitarismo, el acoso de la guerra y, para acabarla de fregar, el clóset perpétuo, dado que Amin es homosexual. Flee es un documental (los hechos son reales por más anónimos que sean los protagonistas), que recurre a la animación por necesidad.

Así el director narra la historia sin comprometer la identidad de sus personajes. Pero además, la animación aporta atmósferas que la sola voz (en off) del protagonista no podría otorgar.

Así, Flee es una experiencia incómoda y triste que contagia un poderoso sentimiento de impotencia. ¿Qué debe hacer uno como público frente a esta historia?

Los pocos momentos de felicidad de Amin siempre están relacionados al arte: aquella mítica canción del grupo A-Ha, esa película de Van Damme, las telenovelas o aquella pieza de joyería que le regala un joven que, al igual que él, huye del horror de la guerra.

La máxima de Flee es esa, el arte salva. Ojalá que Amin, y todos los refugiados del planeta, encuentren la paz algún día, y puedan llamar Hogar a algún lugar de este planeta.

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