Drive My Car: el show debe continuar

19 de Diciembre de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

Drive My Car: el show debe continuar

alejandro aleman

Drive My Car (noveno largometraje de ficción del realizador japonés Ryûsuke Hamaguchi, seguro ganador del Oscar a Mejor Filme Internacional) es una película demandante: tres horas de duración, largos planos de túneles y carreteras, muchas conversaciones que ocurren dentro de un auto y secuencias en silencio donde, si acaso, lo único que se escucha es el murmullo del gran protagonista de la cinta: un perfectamente bien afinado Saab 900 Turbo del 87.

Pero la principal demanda de este filme es que exige verse en una pantalla grande, en la inmersión que solo puede suceder en una sala de cine. Porque la aparentemente sencilla puesta en imágenes del cinefotógrafo Hidetoshi Shinomiya, y el guión del propio Hamaguchi (basado en un cuento corto de Haruki Murakami) alcanzan su mayor efecto en el aislamiento de la sala oscura.

Y esto, en pleno 2022, resulta un problema, porque en la era de oro del streaming, una cinta como esta sólo podrá verse en algunas salas (a partir del 17 de este mes) para luego convertirse en una exclusiva de la plataforma MUBI.

La historia está poblada de personajes rotos que han sufrido pérdidas irreparables, que viven con culpa y tristeza. Todas estas historias se irán hilando en una suerte de sutil muñeca rusa con un final que hace patente el poder curador del arte.

El inicio nos muestra la relación entre el actor y director de teatro Yûsuke (Hidetoshi Nishijima) y su esposa, guionista de televisión, Oto (Reika Kirishima). Su proceso de creación es por demás inusual: él lleva en su auto un cassette con la voz de Oto recitando líneas para que Yûsuke practique sus diálogos. Por su parte, Oto encuentra la inspiración cuando tiene sexo con su marido: antes de llegar al clímax, ella va narrando las historias que le vienen a la mente.

Predeciblemente, el idílico matrimonio se verá trastocado por la infidelidad y la tragedia. Yûsuke se refugia en un nuevo proyecto (una puesta en escena multilingüe del Tío Vania, de Chéjov) y por protocolo se le asigna una chofer, Misaki (Toko Miura), con quien poco a poco irá entablando algo parecido a una amistad.

Drive My Car es una cinta que a base de sutileza, metáforas visuales (ese fundido entre las llantas del auto y un cassette), así como actuaciones tan contenidas como poderosas construyen una intimidad que por momentos trasciende el lenguaje para forjarse en imagen y silencios.

Con elementos mínimos, sin grandes despliegues visuales, pero con muchas escenas de cierto poder hipnótico, Drive My Car genera empatía y contagia de esperanza con esa resolución final, donde a pesar de todo el dolor, no hay salida sino seguir adelante: el show debe continuar.

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