Babylon es una fábula negra sobre la magia del cine. Es el Once Upon A Time in Hollywood de Chazelle, una auto celebración al cine. Indulgente, excesiva, intoxicante… y estupenda.
Con esta cinta Paramount confirma la preocupación colectiva por el futuro del cine. Y es que no parece coincidencia que un mismo estudio sea el responsable de dos cintas tan temáticamente similares: Top Gun: Maverick y Babylon hablan sobre el cine, la resistencia frente a la nueva tecnología y la crisis que cierne sobre las grandes salas.
No sorprende que Chazelle regrese a la fecha en que el cine vivió su primer cisma transformador: el arribo del cine hablado. “Todo va a cambiar”, y así fue. Las estrellas de la era muda vieron sus carreras terminadas (que no su legado) y una nueva forma de hacer cine se impuso, obligando a un cambio total en la industria. ¿Suena conocido?
Así, Babylon sigue la historia de tres personajes típicos de Hollywood: la estrella consumada, Jack Conrad (Brad Pitt en clara alusión a Douglas Fairbanks), la estrella por nacer, Nellie LaRoy (Margot Robbie, inspirada en la primer it girl de la historia, Clara Bow) y el hombre que inicia desde abajo, Manny Torres (el mexicano Diego Calva, inspirado en Enrique Vallejo, cámara de Chaplin que terminó como ejecutivo del estudio).
Manny es un corre-ve-y-dile de un productor de Hollywood, sueña con estar en un set, pero debe conformarse con resolver las excéntricas solicitudes de sus jefes, como por ejemplo, administrar drogas, elefantes, enanos y todo lo necesario para las legendarias bacanales de los estudios.
Ese inicio es una provocación técnicamente irreprochable, pero algo inverosímil. ¿Qué sabe Chazelle sobre bacanales fuera de lo que haya leído en el legendario Hollywood Babylon de Kenneth Anger? Chazelle muestra su músculo más adelante, cuando finalmente habla de lo que realmente conoce: el cine y el jazz.
Así, lo que veremos por poco más de tres horas (que nunca pesan) es la historia de Hollywood condensada en varias anécdotas filmadas con furia, música y humor: los épicos rodajes al aire libre, los grandiosos sets, el enorme trabajo que requería sacar una escena. Es ahí donde entendemos el por qué de la bacanal diaria: después de dar la vida por una toma lo procedente era festejar a morir.
Babylon es un retrato amargo de un Hollywood naciente lleno de libertinaje. Una máquina de hacer dinero que exigía cuerpos bellos y excesos varios, incluído el exceso de talento. Chazelle abreva de todos lados (Sunset Blvd, Cinema Paradiso, y ese extraordinario final me recuerda a Gangs of New York) para trazar a Hollywood como un lugar viciado de origen, inmoral, pero reconociendo que a pesar de la inmundicia es ahí donde surge ese arte mayor, trascendente y único que es el cine.
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