Cuarón, Sorrentino, Branagah, Spielberg. Algo está pasando en la sensibilidad de algunos de los grandes directores en activo de hoy día que parecen contagiados por una irrefrenable necesidad de llevarnos a su infancia y relatar “ese pasado que aún no termina”.
Desde el obsesivo viaje en el tiempo de Cuarón (Roma, 2018), hasta el homenaje al cine disfrazado de semiautobiografía de Spielberg (The Fablemans, 2022). Todos regresan a su infancia-adolescencia para explicar ese algo que de alguna u otra forma los empujó a ser cineastas.
Es el turno de James Grey (lo recuerdan por la que sigue siendo su mejor cinta, Two Lovers, 2008), quien en su más reciente película narra la historia de Paul (Banks Repeta), un chico que acaba de entrar al sexto grado en una escuela pública de Queens a principios de los años 80.
Paul es castigado por hacer una caricatura del nuevo profesor. Así conoce a Johnny (Jaylin Webb) un chico afroamericano que, como Paul, no se halla en la dinámica de la escuela, pero sí en sus sueños de grandeza (ser un astronauta de la NASA), esto a pesar de que está repitiendo el curso por segunda ocasión y de no tener más familia que su pobre abuela.
Con el ánimo de prestarle el dinero para una excursión escolar, Paul le dice a Johnny que su familia es “super rica”. Esto no es verdad, pero eso no evita que el niño les robe dinero para ayudar a su amigo.
Así inicia una amistad que no le gustará a sus padres: Esther (una muy convincente Anne Hathaway) e Irving (Jeremy Strong, intenso como es usual), quienes están más preocupados por conseguir “un lugar en la mesa” para sus hijos y así evitar que sean discriminados (como ellos) por ser judíos.
El director y guionista de esta cinta, James Grey, estudió por las mismas fechas y la misma escuela el sexto grado y —como Paul— tenía inclinaciones hacia el dibujo. Pero Gray no busca hacer una crónica de su infancia, lo suyo es la crónica sobre la desigualdad y el privilegio en la América en la era Reagan (la frase que da título a la cinta proviene de un discurso del entonces candidato a la presidencia de Estados Unidos).
Para evitar que se siga juntando con Johnny, Paul es enviado a una escuela privada. No entiende por qué sus nuevos compañeros (“los futuros empresarios del país”) insultan a los negros. “Esos bastardos son los peores… nunca hay que rendirse con esos bastardos”, le dice su abuelo, el único de la familia que entiende a Paul. El personaje es interpretado por el estupendo Anthony Hopkins, quien se roba la cinta a pulso.
¿Qué puede hacer un niño frente a toda esta podredumbre sistémica? Tal vez nada, tal vez crecer, recordar al abuelo, “nunca rendirse” y quizá en el futuro, hacer una película sobre ello.