Anna y las mujeres de Luc Besson

27 de Diciembre de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

Anna y las mujeres de Luc Besson

En Anna, la nueva película de Luc Besson, se repite por enésima vez la obsesión constante en el cine del director galo: la mujer empoderada, increíblemente ruda, imposiblemente sexy y angelical como eje central de todas sus historias.

Desde mucho antes que la corrección política imperante hiciera cuasi requisito (y luego moda) que las mujeres sean las protagonistas del género de acción (desde Star Wars hasta Atomic Blond), Besson ya conjuraba desde los años 90 a un estereotipo de mujer muy específico: ruda cual diamante en bruto, sexy como modelo de pasarela y que (siempre ayudada por un hombre) encontraba el refinamiento y la eficacia de sus habilidades como asesina, para luego sobrepasar al mentor y erigirse, básicamente, en diosa. Así sucedía en La Femme Nikita, El Quinto Elemento, Lucy, The Messenger, y ahora, por supuesto, en Anna.

La Anna del título es una chica de origen ruso que es contratada como modelo por una agencia internacional. La mujer poco a poco va subiendo peldaños hasta que incluso se hace novia de uno de los socios más importantes de la firma. Pero eso es apenas el inicio. Con una estructura que emula a las típicas muñecas rusas, luego de quitar la primera capa sabemos que Anna es una chica que vive bajo el yugo de un criminal drogadicto en Rusia y que es “rescatada” por un agente que la convierte en una máquina para matar.

Mediante giros constantes y muchos flashbacks, Besson pareciera hacer un remake pop de su muy popular La Femme Nikita (1990), repitiendo su obsesión por convertir a verdaderas supermodelos (en esta caso la rusa Sasha Luss) en chicas letales de acción.

La señorita Luss (como en su momento Milla Jovovich, o Anne Parillaud) es otro gran descubrimiento de Besson: buena para los catorrazos, buena en el uso de armas (aquella alucinante escena en un restaurante) y aún mejor en las artes de la seducción (esos besotes que le da a los agentes que andan tras sus huesitos), Anna es un simple vehículo de divertimento donde Besson, más que autoparodiarse, parece jugar a hacer copias del cine de Brian de Palma, engañando al público una y otra vez con constantes giros de tuerca.

Empero, hay una característica que desmarca a Anna del resto de su cine: aquí, su supermodelo parece rescatada por los hombres, pero al final queda claro que nunca los necesitó, a quien le debe todo es a otra mujer, su verdadera mentora, otra ruda pero longeva agente de la KGB (excelente Helen Mirren) a quien nunca puede engañar. I work for the KGB, baby.