En algún momento de Air (quinto largometraje de Ben Affleck como director), dos directivos de la entonces incipiente marca de zapatos deportivos Nike, platican sobre la más reciente canción de Bruce Springsteen: Born in the USA.
El encargado de la división de básquetbol, Sonny Vaccaro (Matt Damon), comenta con el encargado de mercadotecnia, Rob Strasser (Jason Bateman), que la canción de Springsteen tiene un doble sentido: muchos creen que se trata de una oda patriótica cuando en realidad es una dura crítica a la política militar de los Estados Unidos.
Lo curioso es que Air (EUA, 2023) es una cinta que también cuenta con al menos dos lecturas. En la superficie, tenemos la fascinante historia de cómo Nike, la menos popular de las marcas de calzado deportivo a mediados de la década de los ochenta (detrás de Adidas y Converse) no sólo apostó por el entonces novato Michael Jordan sino que esa jugada convirtió a la marca (y a Jordan) en un multimillonario referente cultural.
Pero, en otra capa -no muy profunda- Air es casi un cuento de hadas, un homenaje no a Jordan, ni a los zapatos, ni al básquetbol, sino al capitalismo.
Mediante un poderoso montaje de inicio musicalizado con Dire Straits, y con una fotografía deslavada que recuerda a los viejos VHS de la época, Affleck nos sitúa rápidamente en el tono y ritmo de los años ochenta.
La película se centra en los esfuerzos de Vaccaro por convencer a sus colegas y a su jefe, Phil Knight (Affleck mismo) sobre la pertinencia de dedicar la totalidad de su presupuesto no en contratar a tres jugadores segundones sino a un solo jugador promesa: Michael Jordan.
Ante las resistencias dentro y fuera de la empresa, Vaccaro se brinca toda norma y acude con el poder tras el poder: Deloris Jordan (Viola Davis), la mamá del basquetbolista.
El guión a cargo del debutante Alex Convery carece de complicaciones, estamos frente a una cinta que no es sino una sucesión de conversaciones: Vaccaro en esgrima verbal con el odioso representante de Jordan, Peter Falk (Chris Messina), en acaloradas discusiones con Phil Knight, en tensa negociación con la imponente mamá de Jordan y con Michael mismo, quien si bien jamás sale a cuadro, su presencia sirve de pretexto para una de las secuencias más memorables de la cinta: un emotivo monólogo donde Sonny (Damon) enumera las razones por las que Jordan debería firmar con Nike.
Aquella escena seguramente nunca pasó, así como las negociaciones tampoco fueron tan tersas (no se menciona la cláusula que impuso Nike para cumplir el porcentaje que pedía la familia) pero no importa: la buena dirección de Affleck hace que pasemos por alto lo obvio y nos dejemos llevar por este comercial edulcorado, cursi y feel good cuya eficacia narrativa es innegable.