Todos los días, Cuauhtémoc inicia su jornada laboral desde las cinco de la mañana. Destina 150 minutos y dos rutas distintas de transporte público para llegar al punto más cercano a su centro de trabajo; el resto del recorrido, unos 30 minutos, debe caminar. Diario gasta 52 pesos sólo para llegar hasta la escuela, lo que al mes se traduce en mil 40 pesos, es decir, una quinta parte de su salario, se va en su transporte.
Cuauhtémoc es un Académico de Acompañamiento (AA) en uno de los 32 mil planteles del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe), donde ahora percibe cinco mil 500 pesos mensuales como pago.
El joven de 33 años tiene siete de labor dentro de Conafe, y en ese tiempo su salario se deterioró. “Ahorita mi sueldo bajó bastante, porque ganaba más. Antes ganaba seis mil más lo de la beca. Bajó este ciclo escolar”.
La escuela en la que Cuauhtémoc da clases abarca comunidades con poco alumnado, por eso los salones son pequeños, pero suficientes y ofrecen servicios básicos.
Pero muchos de los planteles, al menos de los que él ha utilizado en Baja California, no son propios de Conafe, sino de personas de las mismas comunidades que los prestan para que sus hijos tengan un lugar dónde estudiar.
Sólo que desde 2018 comenzaron los problemas, el más visible, de tener material didáctico suficiente comenzó a hacerles falta
“Antes nos llegaban libreros, computadoras, material, y desde 2017-2018 el material llega contado, el papel en solo unos colores”, detalla.
Nivel educativo inestable
Las zonas rurales en las que se encuentran este tipo de escuelas dificulta el nivel de aprendizaje de los estudiantes, pues muchos de ellos son hijos de padres migrantes o jornaleros temporales. Llegan generalmente para las cosechas y se van persiguiendo el trabajo, por lo que no concluyen un ciclo escolar.
“Muchos son migrantes, es decir, que al inicio de clases hay 20 alumnos, y para noviembre que se termina la temporada de pizca de algún producto, quedan cinco. Se regresan los que ya se fueron u otros, que tal vez no fueron a la escuela o que nunca han ido a clases. Entonces varía mucho el nivel educativo de los menores”, relata el joven profesor.
En preescolar, explica Cuauhtémoc, estos desajustes no son tan notorios, pero en primaria y secundaria es donde más se intensifican las dificultades educativas de los estudiantes.
Conafe se encuentra en zonas donde regularmente no cuentan con internet, y muchos de sus habitantes ni siquiera teléfonos celulares.
Pero pese a esta enorme movilidad y limitaciones estructurales, los estudiantes de Conafe que se han presentado a las olimpiadas infantiles del conocimiento y han obtenido primeros lugares.
La contingencia sanitaria vino a complicar aún más la educación de quienes viven en las regiones que atiende la Conafe. En este momento, los profesores o llamados Líderes para la Educación Comunitaria acuden al plantel educativo y, a través de citas, se encuentran con los padres y madres de familia de los estudiantes a quienes les entregan el material con el que deberán de trabajar y recogen las tareas del día anterior.
Pero, aunque estas reuniones se realizan bajo estrictas medidas de seguridad, son los familiares de los alumnos y el equipo docente quienes deben aportar de sus propios recursos para poder cumplir con ellas, y eventualmente reciben apoyo de organizaciones sociales, en este caso fronterizas, que les permiten estar mejor.
“Todo eso es con apoyo de los padres de familia y el maestro, se ponen de acuerdo para comprar un bote grande de gel y otro de desinfectante, también para limpiar las instalaciones donde se reúnen”, expresa Cuauhtémoc.
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