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El sexenio del presidente Enrique Peña Nieto incumplió la promesa de hacer del desarrollo científico, tecnológico y la innovación pilares para el progreso económico y social del país.
Hace seis años, el mandatario se comprometió a “contribuir a que la inversión nacional en investigación científica y desarrollo tecnológico crezca anualmente y alcance el 1% del PIB”. No obstante, se dieron pasos hacia atrás.
›En 2013, el Gasto en Investigación Científica y Desarrollo Experimental (GIDE) era de 0.5% del Producto Interno Bruto (PIB). Para 2018, el presupuesto se contrajo a 0.47 por ciento, de acuerdo con datos del Sexto Informe de Gobierno.
Los registros de México están muy lejos del 3.14% que invierte Japón, el 2.94% de Alemania, el 2.74% de Estados Unidos y el 2.25% de Francia.
El descenso del GIDE no es sólo responsabilidad del gobierno federal, pues la participación del sector empresarial es la que más se ha mermado. En 2013, la iniciativa privada aportaba 35% del total del presupuesto en investigación científica, y la meta sexenal era elevarlo a 40 por ciento; no obstante, para este año el estimado fue de 22.8 por ciento. Esto quiere decir que por cada 100 pesos que se invierten en nuevas creaciones y alta tecnología, los empresarios aportan hoy 22, la mitad de los 44 que se invertían en 2006.
En los países industrializados, la tendencia es que la mayor parte del GIDE sea aportada por los empresarios. En Japón, por ejemplo, por cada 100 pesos invertidos en ciencia y tecnología, 78 los pone la iniciativa privada; en Alemania aporta 66, en Reino Unido 65 y en Estados Unidos 62.
Desdén al desarrollo científico
En septiembre de 2012, cuando Enrique Peña Nieto era presidente electo, el entonces rector de la UNAM, José Narro Robles, le entregó el documento Hacia una agenda nacional en ciencia, tecnología e innovación, en el que universidades, empresarios y organizaciones sociales de todo el país le plantearon una estrategia de largo aliento para incrementar la inversión en el sector y hacer del conocimiento una “palanca fundamental” para el crecimiento económico sustentable.
“Nuestra aspiración es que se modifique el rumbo que ha seguido el país y se tomen las decisiones inaplazables para mejorar el bienestar de la población a través de un desarrollo integral de la nación. Ello permitirá elaborar una auténtica política de Estado que trascienda los ciclos sexenales (con un horizonte de 25 años), para que la educación superior, la ciencia, la tecnología y la innovación se conviertan en importante patrimonio de la nación”, establecía el documento.
Seis años después, las cosas no sólo se empantanaron, sino que hubo retrocesos, especialmente en el objetivo de “contribuir a la formación y fortalecimiento del capital humano de alto nivel”.
En 2012, había 10 investigadores por cada 10 mil personas de la Población Económicamente Activa (PEA) y el objetivo sexenal era elevarlo a 12.
Para 2018, el índice bajó a siete investigadores mexicanos por cada 10 mil personas ocupadas. El potencial del país está muy por debajo de Japón, que tiene una tasa de 100 investigadores; Alemania, que posee 93; Reino Unido, con 88 y Canadá, con 84 científicos por cada 10 mil habitantes.
Otra meta que se fijó Peña Nieto fue elevar a 56 el porcentaje de graduados de doctorado en ciencias e ingeniería respecto al total de graduados de posgrado. La referencia es útil para medir el afán de una sociedad y su gobierno para involucrarse en la innovación y la investigación experimental. Al final de su mandato, el objetivo no sólo se incumplió, sino que cayó a 38.9% respecto al 53.2% que había en el último año del gobierno de Felipe Calderón.
A seis años de distancia de aquel documento entregado a Peña Nieto, este 22 de agosto el actual rector de la UNAM, Enrique Graue, puso en manos del presidente electo Andrés Manuel López Obrador, el texto Hacia la consolidación y desarrollo de Políticas Públicas en Ciencia, Tecnología e Innovación”, una agenda consensuada entre 80 instituciones académicas y de investigación, en la que se vuelven a plantear los mismos propósitos: incrementar la inversión en el sector, porque “no hacerlo resulta mucho más oneroso, pues determinará un futuro pobre e inestable” para el país.
“Aunque no se trata de compararnos con realidades distintas a la nuestra, y sin escatimar los logros conseguidos, el hecho incontrovertible es que la inversión ha sido escasa e incierta, y, mientras así lo sea, el país no podrá aspirar a un mejor desarrollo y competitividad”, sostuvo Graue ante el tabasqueño.
Proyecto morenista, incompleto
Aunque López Obrador se comprometió a elevar el presupuesto para universidades y las investigaciones que realizan, lo cierto es que el presidente electo mantendrá el gasto en los mismos términos (0.5% del PIB) y no tiene una estrategia integral para consolidar el Sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación.
En el Proyecto de Nación 2018-2024 no hay un capítulo especifico que detalle metas de inversión, estímulos a investigadores o proyectos en desarrollo experimental. Sólo hay menciones aisladas relacionadas con la política industrial del futuro gobierno.
Uno de los objetivos del proyecto de López Obrador es “estimular a las grandes empresas mexicanas, extranjeras y maquinadoras para que inviertan y crezcan en México en actividades de investigación y desarrollo tecnológico mediante: el establecimiento en México de centros de investigación y desarrollo, diseño y tecnología incorporando talento nacional y extranjero; la integración de la comunidad científica con la industria para el desarrollo de investigación y desarrollo, así como para desarrollo de tecnología”.
El proyecto 2018-2024 también se plantea el fomento al desarrollo de alta tecnología en México, en industrias como la digital, mecatrónica, aeroespacial, automotriz, nanotecnología y biotecnología; reciclado de agua, desalinización de agua, tratamiento y aprovechamiento de basura.
Por último, la estrategia lopezobradorista se fija el objetivo de congregar a la comunidad científica para el desarrollo de investigación aplicada a las industrias de alta tecnología, en áreas de conocimiento con potencial para competir a nivel global, basadas en el conocimiento, experiencia y resultados de la comunidad de científicos mexicanos y de las empresas.
“Lo anterior implica la creación de centros para investigación y desarrollo de tecnología en regiones en los Sectores Estratégicos seleccionados, de tal manera que permita competir a las empresas a nivel global mediante: economía de escala para las empresas cuyo tamaño no les permite hacer desarrollo de tecnología o investigación y desarrollo de la tecnología a nivel clase mundial; incorporación de talento mexicano y extranjero”, refiere el documento, sin que se especifiquen metas, procesos, montos de inversión ni calendarios.
Las promesas vs realidad
3 de enero de 2013. El presidente Peña reúne a la comunidad científica en Los Pinos para anunciar el nombramiento de Enrique Cabrero como titular del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). En ese escenario, el mandatario lanza el siguiente compromiso:
“Aquí no queda agotada esta tarea en un año, sino será una labor permanente en los próximos seis años. El estar destinando mayor inversión pública, el convocar al sector privado a que incremente sus inversiones en esta asignatura y a que la academia, las distintas instituciones académicas del país, las que generan o que promueven el desarrollo científico y tecnológico, sean parte de este eslabón y de esta sinergia que deba generarse para lograr el objetivo de insertarnos adecuadamente en la era del conocimiento”.
A seis años de aquel evento, las estadísticas oficiales permiten ver sólo metas incumplidas. La administración peñista estableció como objetivo el “contribuir a la generación, transferencia y aprovechamiento del conocimiento vinculando a las instituciones de educación superior (IES) y los centros de investigación con empresas”. Pero fracasó.
Al arranque del sexenio, el porcentaje de empresas que realizaron proyectos de innovación en colaboración con IES y centros públicos de investigación (CPI) era de 21.4 y la meta era elevarlo a 25. Sin embargo, el indicador cayó a 8.4% en 2018.
Asimismo, en 2013, el porcentaje de empresas que realizaron innovación tecnológica respecto al total de empresas del país fue de 11.5 y el objetivo del gobierno peñista era elevarlo a 20. Pero la realidad se impuso y el sexenio cerró con 7.1 por ciento.
El número de solicitudes de patentes hechas por extranjeros dividido entre el número de solicitudes hechas por nacionales proporciona la medida en que un país depende de los inventos desarrollados fuera de él. El resultado del indicador muestra además el poco interés de los mexicanos en proteger sus invenciones. En los inicios del sexenio, la tasa de dependencia de patentes era de 10.9 y el objetivo era bajarlo a 7.5. No obstante, el índice se disparó a 12.6, con lo que creció la dependencia de invenciones extranjeras.
Durante el presente gobierno se crearon seis centros de investigación, aunque la meta era desarrollar ocho. En 2014 se creó el laboratorio de Asistencia Técnica de Pemex Petroquímica y el Laboratorio Nacional de Materia Cuántica, Materia Ultrafría e Información Cuántica; en 2015, la Unidad Yucatán del Centro de Investigación en Matemáticas (CIMAT); el Centro de Innovación y Competitividad en Energías Renovables y Medio Ambiente, en Durango, a cargo del Centro de Investigación en Materiales Avanzados (Cimav), y el Centro de Innovación y Desarrollo Tecnológico, en Campeche a cargo del Centro de Ingeniería y Desarrollo Industrial (CIDESI).
En 2016 se creó el Clúster Científico y Tecnológico BioMimic y el Parque Científico y Tecnológico de Yucatán. La meta no se alcanzó, según el gobierno porque “a partir de 2016 la política pública consistió en crear consorcios que son agrupaciones virtuales de centros de investigación que permiten aprovechar sinergias para la realización de actividades de ciencia, tecnología e innovación, en temas estratégicos”. A junio de 2018 están en operación seis consorcios.
Ahora o nunca
Para José Luis Morán López, presidente de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), una de las razones del atraso científico del país y de la poca inversión en la materia es que “no se ha entendido con claridad la importancia que tiene la investigación y la innovación; si somos realistas, los recursos para ciencia y tecnología son pocos si los comparamos con seguridad, por ejemplo”. Y al preguntarle si lo que ocurre es que hay falta de presupuesto o falta de voluntad política, responde: “Recursos sí hay, lo que nos ha fallado es la capacidad de convencer a quienes tienen poder de decisión de que para que México tenga mayor desarrollo económico y social se necesita invertir más en ciencia”.
Investigador del Departamento de la División de Materiales Avanzados del Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica, Morán López recordó que al principio de la administración de Peña Nieto hubo incrementos presupuestales importantes al sector; sin embargo, los recortes de 2016 pegaron también a la ciencia, lo que obligó a cancelar centros de investigación de energía térmica, solar y eólica, así como reducir el número de jóvenes que son involucrados en proyectos de investigación.
En tanto, José Franco, coordinador general del Foro Consultivo Científico y Tecnológico A.C., dijo que México superará el subdesarrollo científico y podrá ser competitivo a escala global cuando deje de ser un país de mano de obra y se convierta en una economía de servicios.
“En México nos urge inversión privada en innovación y alta tecnología, ese ha sido el talón de Aquiles que ha impedido el crecimiento del país”, sostuvo. Al recordar que países como Corea del Sur e Israel invierten hasta 4% de su PIB en investigación científica y desarrollo experimental, Franco detalló que hasta tres cuartas partes de ese presupuesto proviene de la iniciativa privada.
“En México nos hacen falta sectores productivos que atiendan el mercado interno, nos falta un gobierno que estimule la inversión en industrias de alta tecnología y que contraten a los egresados de nuestras universidades”, explicó.
Exdirector del Instituto de Astronomía de la UNAM, expresidente de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) y director general de Divulgación de la Ciencia de la Máxima Casa de Estudios, Franco advirtió que es apremiante que el nuevo gobierno rompa con la inercia de poca inversión en ciencia y tecnología y pocos estímulos para la investigación experimental, pues en pocos años miles de empleos se van a perder debido a la automatización de la industria, y el país no ha creado las condiciones para absorber esa mano de obra en otras ramas productivas.