"Mi padre está muy lejos de ser un héroe"

23 de Febrero de 2025

“Mi padre está muy lejos de ser un héroe”

El hijo de Pablo Escobar piensa que el mundo deberá declarar la paz a las drogas

0,,18634216_303,00

Sebastián Marroquín o, mejor dicho, Juan Pablo Escobar, hijo del capo de la cocaína que mantuvo en jaque al Estado colombiano en la década de los ochenta y noventa, cuenta en Pablo Escobar, mi padre la historia desde dentro de uno de los capítulos más negros de la historia reciente del país. Y lo hace esforzándose por ser objetivo y respetuoso con las innumerables víctimas, pero sin renegar del cariño que profesó a su progenitor. Más de dos décadas después de su muerte, ha agitado fantasmas del pasado que creía alejados. Pero que siguen muy vivos en Colombia. Tras la publicación del libro, afirma, ha vuelto a recibir “educadas amenazas” para que no vuelva más a Colombia.

Al hablar sobre narcotráfico, asegura que en algún momento, un futuro no tan lejano, “el mundo va a tener que aceptar la idea de que el narcotráfico va a seguir existiendo. No importa las leyes que se redacten en su contra, que lo único que hacen es potenciarlo”, por eso existen historias como las de su padre o “El Chapo” Guzmán.

“Esto no es un problema que se va a resolver con ametralladoras. Pueden detener o matar a todos los capos del planeta en un solo día, y al día siguiente la droga va a seguir llegando a las calles, porque hay doscientos millones de consumidores de drogas en el mundo, según Naciones Unidas. Entonces siempre va a haber alguien dispuesto a proveerles drogas a esos millones de consumidores. Yo digo que en algún punto, alguna vez en la vida, la humanidad va a tener que declararle la paz a las drogas”, porque lo que “han hecho durante cuarenta años de manera ininterrumpida las ideas y las leyes prohibicionistas iniciadas con Nixon” no han funcionado.

Desde su perspectiva, la legalización de las drogas acabaría con el juego de las mafias. “No habría forma de que financiaran violencia, ni de que financiaran corrupción, porque sencillamente los costos no les darían para eso. No habría forma de que se enriquecieran como se están enriqueciendo ahora porque no habría quien pague el triple por una droga que podría ir a comprar a una farmacia y que sabe que está controlada por el estado. Yo no digo con esto que las drogas sean buenas. Pero tampoco negarlas y prohibirlas es la solución. El alcohol y el tabaco son las drogas que más personas matan al año… más que todas las drogas ilícitas juntas. Hay que combatirlas con educación e información, desde el Estado y la familia”.

En entrevista con DW con Juan Pablo Escobar relata que a los siete años, “en agosto de 1984, con la muerte del ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla”, descubre que su padre era el mayor narcotraficante de la historia. “La figura de mi padre comenzó a aparecer en televisión ya no como el ‘Robin Hood de Colombia’, sino como el posible autor intelectual de la muerte del ministro. Más o menos a esa edad mi padre me dijo que él había elegido ser un delincuente y que esa era su profesión. Y, entonces, cuando todas las televisiones empezaban a informar de la muerte del ministro, nosotros nos tuvimos que ir a Panamá y nuestro hogar no volvió a ser el que era”.

Aunque había gran expectativa de que siguiera los pasos de su padre, él decide lo contrario, justo con la muerte de Pablo Escobar: “Yo reacciono violentamente y amenazo al país. Me arrepiento de esas amenazas diez minutos después, cuando tomé conciencia de las consecuencias de llevarlas adelante. Y me di cuenta de que tampoco recuperaría a mi padre así, que, muerto, él, el siguiente podía ser yo. Yo siempre quería hacerle ver a mi padre que la violencia no era el camino. Y él nunca me sugirió que su deseo fuera que yo siguiera sus pasos. Para mí fue una decisión difícil. De hecho, si tú analizas los otros hijos que han quedado de narcotraficantes, todos ellos continuaron los pasos de sus padres. Pero yo fui muy consciente de la violencia que mi papá generó y cómo esa violencia volvía después a nosotros. Hubiera sido insultando las enseñanzas de la vida si me hubiera convertido en una persona como él”, comenta.

Añade que en cierta forma, él “estaba condenado de entrada a continuar sus pasos, sus negocios y sus métodos. Fue mucho más difícil precisamente por eso lograr separarme de ese pasado, de ese legado de violencia. Pero bueno, creo que también los enemigos de mi padre, que eran los que más tenían la posibilidad de juzgar si yo estaba haciendo las cosas bien o no, finalmente se dieron cuenta de que yo no representaba una amenaza para ellos ni para el país… y me dejaron vivir por eso. Si no, yo estaría muerto, no cabe ninguna duda”.

Señala que su padre “está muy lejos de ser un héroe, como lo han querido plantear algunos productos sobre su historia”. Con la publicación de Pablo Escobar, mi padre busca que “los jóvenes, entiendan que son historias que no deben repetirse. La manera en la que se ha mostrado al mundo la historia de mi padre incita a que ese modelo se repita. Es decir, generan un producto glamouroso, aspiracional, que muchos quieren imitar. Son jóvenes que no conocen la historia, que no saben las consecuencias de la violencia, ven una serie de televisión, ven una película o leen un libro por ahí cualquiera sobre la vida de mi padre y quieren ser como él. , porque terminan dejando un mensaje difuso sobre las consecuencias de sus acciones. Yo siempre digo que si alguien lee mi libro y le dan ganas de ser Pablo Escobar, entonces yo hice muy mal mi trabajo”.