El muro del miedo

20 de Diciembre de 2024

El muro del miedo

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Un asesinato puso en alerta a Vicente Camalote, Oaxaca, y decidieron rechazar a los migrantes

Vecindad. Vicente Camalote pertenece al municipio de Acatlán de Pérez Figueroa, Oaxaca. Es un lugar colindante a Tierra Blanca, Veracruz.

> Decidieron establecer un sistema de vigilancia ciudadana y prohibir a los migrantes permanecer entre su gente; no es racismo, simplemente se protegen

Jair Avalos / Enviado

Vicente Camalote, Oax. Aquí está prohibido contratar migrantes, regalarles agua y comida dentro del pueblo; tampoco pueden pedir dinero y sólo deben estar de paso. El letrero que los recibe a su llegada, pintado por los pobladores hace apenas un mes, les advierte: “Debes seguir tu camino. Evita ser reportado”.

Se trata de una comunidad que hasta hace seis meses hacía todo lo contrario. Pero el pueblo se llenó de miedo. El crimen, sangriento y doloroso, de Carmelita, una mujer de 53 años, sencilla, trabajadora y de sonrisa tímida, fue la razón para erigir un muro contra los migrantes, que quedó instalado entre Oaxaca y Veracruz.

Vicente Camalote pertenece al municipio de Acatlán de Pérez Figueroa, Oaxaca. Es un lugar colindante a Tierra Blanca, Veracruz, ambos unidos por la abundante producción de caña de azúcar y por el paso de La Bestia, que viene desde Chiapas, lo que hace paso obligado de los inmigrantes centroamericanos, caribeños y africanos, que pretenden llegar a Estados Unidos.

El pueblo está rodeado de pequeños cerros rebosantes de vegetación, que es lo más llamativo, porque en realidad no hay mucho más en Vicente, sólo un parque y una calle principal con comercios. La vía del tren divide en dos al pueblo, por eso antes los migrantes dormían ahí por varios días, caminaban por las calles pidiendo dinero o comida. Las familias regalaban pan, jamón, queso, platos enteros de alimentos a los que venían con La Bestia. Los empleados del Ingenio La Margarita, que está dentro del pueblo, llenaban botellas con agua fría y las colgaban de la barda de alambre de púas y palos para que los viajeros pasaran y las tomaran, también les daban trabajo si lo pedían.

Pero el 4 de noviembre de 2016 un desconocido irrumpió en la casa de María Carmelita Ávila, y en la cocina de su casa la violó y la asesinó. En Vicente todos se conocen, por eso aseguran que el autor fue un migrante.

“Era un hombre robusto, de rostro muy requemado. Ella lo atendió por el frente de la casa y ella se metió a la cocina y él se escabulló por un pasillo entre la tortillería y la casa. Se metió por la puerta de atrás y ahí agarró a mi mamá”, relata su hijo Agustín Salazar.

La ropa que preparaba Carmelita para lavar quedó revuelta, porque el asesino se limpió las manos manchadas de sangre. Las cámaras de seguridad sólo grabaron como el hombre huyó.

¿Cómo saben que fue un migrante?

Porque aquí nos conocemos entre todos. Esto nunca, nunca, había pasado en el pueblo. Mucha gente nos dijo que vieron al tipo y que ya tenía rato en la vía pidiendo dinero. Cuando el pueblo se enteró de lo ocurrido se movilizaron por indignación. Iniciaron brigadas de búsqueda del presunto asesino por cerros, cañales y por la vía del tren. Recorrieron con palos, machetes, lámparas de mano y antorchas 55 kilómetros desde Cosolapa y Acatlán, Oaxaca y todas las comunidades de Aserradero, Tetela, Vicente hasta llegar a los límites con Tierra Blanca, Veracruz. Terminaron pasada la media noche.

No encontraron al acusado y el crimen nunca se resolvió. Pero a la semana siguiente convocaron a una asamblea del pueblo para tratar lo ocurrido y mandaron a llamar a las autoridades del municipio en materia de seguridad, a líderes comerciantes y a los agentes municipales.

“Se determinó que desde ese momento se nombrarían jefes de manzana y se formaría un grupo de vecinos vigilantes. Fue medida de seguridad”, sostiene David.

¿Y el muro cuándo lo pusieron?

El muro fue una decisión difícil, pero salió en la misma asamblea. Elaboramos una carta a Ferrosur (empresa que maneja los trenes en la zona sur de México) para que se no permitiera tomar los dos muros libres de la vieja estación y poner el mensaje. No fue por nuestras pistolas, fue algo que decidimos todos, el pueblo en general.

“Las medidas no fueron sólo contra los migrantes, es para toda persona ajena al pueblo. Para los que contraten a migrantes o para los que traigan a gente de otros municipios a trabajar en los cañales. Pero no es racismo, es seguridad, no queremos que se repita un asesinato así. Aquí hay mujeres que se casaron con migrantes y los respetamos y estimamos porque sabemos quiénes son, no los estamos corriendo”.

Hace un mes que lo pintaron los propios vecinos. Y en él colocaron dos leyendas, ambas en fondo blanco, entre letras rojas, negras y azules. Uno de ellos, enmarcado por una línea azul en el que se lee:

❝Amigo migrante: te informamos que tienes prohibido quedarte en esta población, así como circular por sus calles en busca de ayuda, por lo que debes seguir tu camino, evita ser reportado. Atentamente: Pueblo en general❞.

Es difícil de ver desde lo alto del tren, donde se transportan los migrantes. Es más fácil ver a los policías municipales que andan en motocicleta y que le piden a todo polisón de La Bestia que “siga su camino, aquí no se puede quedar mucho rato”.

El otro lado del muro ofrece una breve explicación del porqué del rechazo: “Amigo migrante: Debido a los suceso lamentables que vivió nuesta comunidad, tienes prohibido quedarte y andar pidiendo ayuda, evita ser reportado”.

En la asamblea del pueblo también se decidió prohibirles a los migrantes que entren al pueblo; los habitantes podrán darles de comer y agua sólo de día y en la zona de la vía; los trenes ya no pueden parar, a menos de que hagan una maniobra bajo vigilancia de la policía, y no se les puede emplear en el corte de caña. “Que venga cualquier asociación o que investiguen, no es odio o racismo, es precaución”, sostiene Agustín Salazar, hombre robusto, moreno, de bigote poco tupido y acumulado sobre las comisuras de los labios que nació en Vicente Camalote.

Enzo a diferencia de sus compañeros migrantes no va hacia el norte, camina hacia el sur. Él está en Tierra Blanca y ya sabe del pueblo de Vicente Camalote.

Ya visitó dos veces México intentando llegar a Estados Unidos, pero nunca lo logró, así que se quedó a trabajar en el país. “Al tiro, la gente es bien noble aquí”, dice con un acento mezclado entre centroamericano y norteño mexicano. “Cuando saben que eres migrante, la gente te ayuda. Las vecinas te preguntan si ya comiste y te regalan ropa buena que dejan sus hijos o maridos”.