Este año, otra vez, el 16 de mayo pasó desapercibido, a pesar de que en esa fecha de 1739 el Cabildo Eclesiástico convirtió a una virgen poco conocida en la Protectora de la Ciudad de México, para combatir una epidemia de una enfermedad llamada matlazahuatl, y en Patrona Universal de la Nueva España.
Después de ese día, la presencia e importancia de la imagen de la Virgen de Guadalupe fueron creciendo, al punto que en 1810 fue tomada por Miguel Hidalgo y los insurgentes como estandarte para la Revolución de Independencia y actualmente se pueden encontrar devotos suyos en otros países de América Latina.
“Todo inició en el siglo XVI”, comenta en entrevista con ejecentral Martha Fernández, especialista en historia del arte del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM y quien escribió sobre el tema en el primer número de 2023 de la revista Ciencia, pero antes hay que comentar sobre los años de la epidemia.
Saturación hospitalaria
Aún no se sabe qué enfermedad era el matlazahuatl. Algunos autores suponen que pudo ser el tifo (o tifus), pero con poca certeza. Sin embargo, no hay duda de que la epidemia fue devastadora.
Fernández cita a Cayetano de Cabrera y Quintero, al comentar que en 1736 había nueve hospitales en la Ciudad de México, los cuales se saturaron durante la epidemia del matlazahuatl, al grado de que “las autoridades procedieron a buscar casas que pudieran servir como hospitales”.
El investigador de la Universidad Autónoma de Puebla Miguel Ángel Cuenya, escribió en el Anuario de Estudios Americanos que si bien los habitantes en Puebla, “estaban acostumbrados a convivir diariamente con la muerte… no recordaban una enfermedad tan letal como el matlazahuatl, que ocasionara un número tan elevado de víctimas, ya que en sólo ocho meses se registró el entierro de 7,167 personas adultas (15 % de su población)”.
Ante la desgracia y la ineficacia de la medicina de la época, se buscó la intervención divina, y entre 1736 y 1739 “se sacaron en procesión hasta la Catedral 17 imágenes en total”, escribió Fernández. “A cada una la colocaron al centro del templo y se hicieron rogativas, misas y varios rituales para pedir por el alivio de la enfermedad”.
Pero la epidemia seguía su curso devastador a pesar de las solicitudes de intervención a las vírgenes de Loreto y de los Remedios, y al Cristo del Cardonal, y sólo quedaba un último recurso, “les quedaba la Virgen de Guadalupe”, dice Fernández.
7,167 entierros de personas adultas, equivalentes al cerca del 15% de la población de Puebla, se registraron en sólo ocho meses de la epidemia.
Una virgen de “la banca”
“Todo inició en el siglo XVI”, dijo Fernández a ejecentral. Las autoridades eclesiásticas de la época, “pretendían tener una imagen milagrosa para unir a la Nueva España. En ese momento, las imágenes religiosas eran lo que realmente unía a la gente… Tuvieron que crear una imagen propia de aquí, porque con una imagen de fuera no se hubiera identificado nunca a la gente”.
Ante la necesidad de tener una advocación de la Virgen María para la Nueva España, “crean toda la historia de las apariciones de la Virgen de Guadalupe”, e incluyen a un personaje indígena porque era “importante que se integrarán las comunidades”.
Pero “no prendió el culto”. La Virgen de Guadalupe se quedó como un culto local solamente en la Ciudad de México. “A fines del siglo XVII, el arzobispo virrey Fray Payo Enríquez de Ribera decide fundar los santuarios fuera de la Ciudad de México, porque el único que existía era el de la villa de Guadalupe, no el que conocemos ahora sino uno anterior”, detalla el especialista.
Así, se fundó en Querétaro el santuario de la Virgen de Guadalupe que se conoce como la Congregación, pero “tampoco alcanzó relevancia”, entre otras cosas porque “cada región tenía su santo, su Cristo o su virgen, algunos de los cuales han quedado hasta ahora, como la Virgen de San Juan de los Lagos, en la región de Jalisco, o el Señor de las Maravillas, en Puebla”.
Para nombrar a la virgen protectora de la ciudad de México, “tuvo que hacerse un trámite bastante complicado”, cuenta Fernández, ya que el cargo estaba ocupado por San José, a quien no se podía quitar “nada más así”. De hecho, el trámite había iniciado desde 1737.
El 16 de mayo de 1739, cuando el Cabildo Eclesiástico le otorgó los dos títulos a la guadalupana “se llevó a cabo una gran fiesta para recibir a la Virgen”, aunque no sería la imagen original, sino una escultura, relata la historiadora en Ciencia. “Se adornaron los balcones de los edificios, se hicieron varias imágenes de la guadalupana que se colocaron en los muros de las casas y, claro, se organizó una procesión”.
Tanto esfuerzo valió la pena: “Para finales de mayo de 1739, o sea, más o menos 15 días después de la fiesta patronal, la epidemia comenzó a disminuir, por lo que se organizó una misa en la Catedral para celebrarlo”.
9 hospitales había en la Ciudad de México en 1736, mismos que se saturaron con la epidemia de matlazahuatl de 1737-1739.
Epílogo del día olvidado
El acontecimiento dio a la imagen de la Virgen de Guadalupe la importancia y la presencia para las que fue creada, explica Fernández. Más tarde la guadalupana recibiría el impulso definitivo al convertirse en el símbolo de la Independencia, ya no de la Nueva España sino de México.
Sin embargo, después de la Independencia, igual que muchas otras tradiciones, la fecha del 16 de mayo fue cayendo en el olvido; sobre todo, dijo Fernández, a partir de las leyes de Reforma.
La separación de la iglesia y el Estado fue tajante. Los conventos de monjas fueron suprimidos y los de frailes destruidos, fue “como una revolución”, pues incluso se ordenó borrar los escudos religiosos de todos lados. “Por lo mismo, empiezan a desaparecer tradiciones, e incluso muchas iglesias”. Estas se volvieron a abrir, pero muchas tradiciones ya habían desaparecido.
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