Es inevitable no hacer una comparación de los tiempos políticos y mediáticos que Estados Unidos vivía durante la presidencia de Nixon y lo que pasa en la presidencia de Donald Trump. Las razones por las que Steven Spielberg aborda el tema de los “papeles del Pentágono” en su más reciente película protagonizada por Tom Hanks y Meryl Streep, The Post, pueden o no estar relacionadas con lo que prensa de Estados Unidos vive con un presidente como Trump, y en su momento, con Richard Nixon.
La película sobre cómo el Washington Post se hizo de documentos privados sobre la injerencia estadounidense en Vietnam en cuatro administraciones, recuerda la importancia de los medios de comunicación, como el Post o el New York Times, y que gracias al trabajo periodístico, decisiones editoriales y quienes han tomado acciones periodísticas, marcan a las administraciones de diferentes maneras. The Post recuerda el verdadero trabajo de los medios de comunicación cuando la libertad de expresión se ve más amenazada. Nixon fue un presidente que quiso influir en decisiones editoriales y que en muchas ocasiones tuvo encontronazos con la prensa.
The Post replantea las constantes preguntas éticas, morales y periodísticas con las que los periodistas nos encontramos día a día. La constante batalla entre publicar o no publicar, la difícil relación de los directivos y dueños de los periódicos con el poder y la política que se hace más complicada cuando una administración directamente se confronta con la prensa. Es entonces cuando el mejor periodismo debe salir para ocupar el lugar que le corresponde y que al final termine por servir a quien se debe y no al poder.
La película expone la forma en la que las filtraciones se convierten en elementos democráticos. Gracias a un grupo “con conciencia” al interior del Departamento de Estado, los secretos de la guerra de Vietnam fueron expuestos. Dice Tom Hanks, como editor del Washington Post: “la manera en la que mintieron... no podemos permitir que lo vuelvan a hacer”. Una historia periodística que sirvió para unir a los medios y pelear por la libertad de expresión, de publicar, siempre y cuando la información no afecte intereses de seguridad nacional.
De regreso al 2018, la película parece más vigente que nunca cuando Donald Trump se lanza no sólo contra la prensa, sino las instituciones del gobierno estadounidense. La semana pasada, el mandatario autorizó y ordenó la publicación de un memorándum del FBI que, según él, comprobaba la farsa del complot de intervención rusa durante las elecciones de 2016. Un hecho sin precedentes que, más que una filtración, se convirtió en una afrenta del presidente a las instituciones y el statu quo. Y es que, desde su llegada a la presidencia, Trump se ha centrado en ataques contra la comunidad de inteligencia, así como la comunidad periodística.
El memorando Nunes tiene cuatro páginas y fue escrito por miembros republicanos del representante estadounidense Devin Nunes, y publicado por el Comité de Inteligencia de la Cámara controlado por republicanos. Titulado formalmente Abusos de la Ley de Vigilancia de Inteligencia Extranjera en el Departamento de Justicia y el Buró Federal de Investigaciones, el documento alega que el FBI pudo haber recurrido a fuentes políticamente motivadas o cuestionables para obtener una orden de la Ley de Vigilancia de Inteligencia Extranjera (FISA) sobre el asesor de Trump, Carter Page. Los legisladores republicanos a favor de la divulgación pública del memorando argumentaron que contiene evidencia de que el proceso de la orden FISA fue mal utilizado por los empleados del FBI para sabotear la presidencia de Donald Trump.
Para los aliados políticos de Trump, el memo es una herramienta que les ayuda a desviar la atención de la investigación del Asesor Especial sobre el papel de la campaña presidencial de Trump en la interferencia rusa en las elecciones de 2016 en Estados Unidos. Trump les dijo a sus allegados que la publicación de la nota desacredita la investigación. Esto ocurre mientras diferentes analistas se preguntan sobre los permisos presidenciales que Trump tendría para eventualmente despedir a Robert Mueller de la comisión especial investigadora, así como a Rod Rosenstein, subprocurador de justicia que está a cargo del tema; luego de que Jeff Sessions se excusara del caso por el contacto que tuvo con agentes rusos en la campaña presidencial de Trump.
›A pesar de los comentarios contra su publicación por parte del FBI, Trump aprobó la difusión del documento republicano sobre objeciones de la comunidad de inteligencia de Estados Unidos. El FBI emitió una declaración expresando “graves preocupaciones” sobre omisiones de hechos y la exactitud de la nota, pues tiene contenidos clasificados. Eso no importó a Trump que considera que el caso de la intervención rusa se cayó con la publicación del memorándum.
La investigación avanza y mientras eso ocurre, los abogados del presidente Trump le aconsejan que no se presente a declarar ante Robert Mueller, pues tiene mucho que perder y poco que ganar. Trump es un presidente que ha amenazado con despedir a personajes de su entorno cercano que no le sirvan a él y sirvan al gobierno, y puede terminar de un plumazo la investigación en su contra; eso sí, con consecuencias incalculables que desatarían un escándalo político del tamaño de Watergate sin que sean casos iguales. Aunque el fondo es este: abuso de poder presidencial, mentir, sobrepasar límites de respeto y distancia al periodismo y medios de comunicación.
La investigación del FBI no ha sido desacreditada. Por el contrario. Sin que hasta el momento se encontrara una prueba irrefutable que vincule a Trump con agentes rusos para intervenir en la elección, la búsqueda por la verdad sigue al interior de las agencias de inteligencia. Mientras Trump sigue adelante con su guerra contra las instituciones y el periodismo, la película The Post nos recuerda de las herramientas de peso y contrapeso con las que cuenta la democracia estadounidense para procesar gobiernos como los de Trump. Si bien me imagino que los padres fundadores jamás pensaron en proteger al gobierno de Estados Unidos de personajes como Trump, hoy por hoy los anticuerpos democráticos necesitan un tip, una información, una fuente, de una filtración para avanzar en temas que parecen atorados permanentemente o se han topado con pared.
Trump cada vez se parece más a Richard Nixon en aspectos fuera de la política. No es casualidad que Spielberg haya decidido utilizar las grabaciones originales de la Casa Blanca de Richard Nixon en donde se puede escuchar su odio, desprecio y agresión por la prensa.
Personajes que creen estar más allá de una industria a la que aborrecen y con la que no aprenden a convivir.