El legado cultural y genético de Alejandro Magno

23 de Noviembre de 2024

El legado cultural y genético de Alejandro Magno

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Un estudio de ADN antiguo resuelve un dilema de la arqueología y la historia, pero el general Macedonio parece ser, una vez más, excepcional

Su primera batalla como general la dio cuando tenía 16 años, comandaba una parte del ejército mientras su padre, Filipo II de Macedonia, estaba al frente de la otra. Filipo entrenó a Alejandro desde pequeño para la guerra y la milicia; además, en cuanto a cultura general, le consiguió al que casi sin duda era el mejor tutor de la época: el filósofo Aristóteles.

Macedonia era una de las ciudades-estado de Grecia; pero, aunque sus atletas participaban en las olimpiadas, era considerada poco importante. Sin embargo, el ejército macedonio era un semillero de innovaciones, entre armas y formaciones militares, lo que permitió a Filipo II, general hábil y muy ambicioso, atacar y someter a todas las ciudades estado (salvo a Esparta).

En el año 336 antes de Cristo, cuando Filipo II ya dominaba Grecia e iniciaba una campaña contra el emperador persa Darío III, fue asesinado por uno de sus guardaespaldas.

Era un día de celebración. Filipo fue apuñalado cuando se disponía a oficiar la boda de su hija, Cleopatra de Macedonia, con Alejandro I de Epiro, quien era el hermano de Olimpia, madre tanto de Cleopatra como del Alejandro que recibiría el apodo de Magno.

Sobre los motivos del asesino se han hecho muchas especulaciones. Un amante celoso al que Filipo había abandonado por otro; que fue su propio hijo Alejandro temeroso de que su tío, al ser también su cuñado, fuera a convertirse en rival por el trono; que el asesino había sido mandado por Darío para evitar la campaña en su contra...

Si esta última hipótesis fuera la verdadera, merecería el premio al plan más malogrado de la historia, pues aunque Alejandro tenía solo 20 años, no sólo estaba preparado para ocupar el lugar de su padre en la guerra contra los persas, sino que la llevó a un extremo al que Filipo difícilmente hubiera llegado. Desde ese momento, hasta su muerte, apenas 12 años después, Alejandro se dedicó a conquistar territorios como nadie lo ha hecho antes o después; de ahí su apodo de El Grande o Magno. Pero hizo mucho más que batallar...

Arqueología de genes

El equipo de Marc Haber, estudió el ADN de seres humanos que vivieron a lo largo de cuatro mil años en lo que ahora es Beirut, Líbano, una de las zonas más importantes de la historia de la humanidad.

“Está en el medio de todos esos antiguos imperios, el egipcio, el mesopotámico, el babilonio, el persa, el griego…”, comenta en entrevista Haber.

De hecho, “la región era importante desde antes que existieran los imperios. Cuando se inventó la agricultura (hace unos 10 o 12 mil años) hubo un aumento de la población y entonces pasaban por aquí para ir a otros lugares. También era importante 60 mil años antes, pues se cree que es por donde los seres humanos salieron de África”.

Haber no es historiador, él se encargó del análisis de los genomas de personas tomados en excavaciones correspondientes a distintos tiempos. A pesar de que las condiciones climáticas de la zona hacen muy difícil la preservación del material genético, los científicos consiguieron y analizaron el ADN completo de 19 individuos (poco menos de la tercera parte de las muestras que tenían al inicio), lo que les permitió estudiar cómo cambió la población.

Haber explica por qué las muestras, aunque parezcan pocas, son representativas de las poblaciones. “Buscamos variaciones en el genoma completo, y éste proviene de ambos padres, que a su vez obtuvieron el suyo de sus padres, y ellos de los suyos, así que no estás mirando a un individuo, sino a toda la gente que contribuyó a ese individuo, que en unas cuantas generaciones resultan ser miles de personas”, mencionó Haber.

A partir de las ocho excavaciones y la comparación con genomas actuales, los científicos llegaron a una conclusión sorprendente: aunque la zona fue una encrucijada de las grandes civilizaciones del mundo antiguo, invadida en multitud de ocasiones, con enormes cambios en las culturas, las religiones y los idiomas, el estudio reveló que la mayoría de estos cambios prácticamente no tuvieron efecto en la población local, al menos desde el punto de vista de la genética.

Hubo tres excepciones: el comienzo de la Edad del Hierro (unos 1,500 aC), la época que inició Alejandro Magno (finales del siglo IV aC) y el dominio del Imperio Otomano (1299 dC hasta 1923).

Es decir, que los asirios, los babilonios, el imperio romano que ocupó la zona desde el siglo I aC hasta el V dC, los árabes y hasta las cruzadas pasaron, por decirlo de alguna manera, genéticamente inadvertidos o (sus genes) se diluyeron al cabo de unos años.

En la Edad de Hierro, hubo una serie de colonizaciones, y el aumento de la movilidad que ha habido en los últimos siglos explica los cambios a nivel poblacional durante el periodo otomano, pero ¿qué tuvo la efímera conquista de Alejandro Magno, que duró poco más de 12 años para haber causado tan profunda impresión?

La letra, con sangre entra

Se dice que Alejandro de Macedonia viajaba con tres objetos, cuenta Martin Puchner en The Written World (El mundo escrito).

El primero era una daga, para evitar ser asesinado como su padre; el segundo era una caja que había pertenecido a Darío, y el tercer objeto estaba adentro de la caja: La Ilíada, el poema épico en el que Homero contó la historia de la guerra de Troya.

Puchner sostiene que Alejandro quería seguir la trayectoria del gran héroe de La Ilíada, Aquiles, famoso por ser invulnerable salvo por el talón del que lo sostuvo su madre al sumergirlo en las aguas del río de los muertos.

Alejandro aprendió a leer, escribir y pensar estudiando a Homero, a quién Aristóteles consideraba la fuente original de la cultura y el pensamiento griegos. Historiadores del pensamiento contemporáneos, como Isaiah Berlin o Peter Watson, están de acuerdo con Aristóteles.

Los relatos homéricos pueden ser consideradas las primeras narraciones modernas; sus personajes (incluyendo a los femeninos) eran fuertes pero también vulnerables, con emociones y motivos como los seres humanos reales.

La cultura griega también fue la cuna de la historia, no porque Herodoto fuera el primero en registrar sucesos del pasado, sino porque tenía la idea homérica de que el otro bando también tenía razones y motivos.

También en Grecia surgió por primera vez el conocimiento médico, la primera poesía lírica, la comedia, la tragedia y la idea de que el mundo se puede comprender y explicar por medio de la razón.

Además, más o menos en la misma época en que se supone que existió Homero (el 800 aC), los fenicios inventaron el primer sistema de escritura fonética, que representaba el sonido del lenguaje hablado y no hacía signos para representar objetos. Pero los fenicios solo escribían las consonantes, fueron los griegos quienes añadieron las vocales y crearon el alfabeto. Y Alejandro Magno llevó todo eso en sus conquistas.

La influencia de La Ilíada se notaba en sus combates. Su primer viaje fue, justamente, a Troya. No muy lejos de allí tuvo su primera batalla con un destacamento persa, la cual ganó con un ejército más pequeño pero mejor entrenado y con novedosas técnicas de batalla.

Más tarde, en el 333 aC, cerca de lo que actualmente es la frontera entre Turquía y Siria, Alejandro derrotó otra vez al ejército persa y tuvo la oportunidad de atacar al propio Darío, que huyó. Alejandro capturó entonces a sus hijas, mamá y esposa, y la caja donde guardaría La Ilíada.

Alejandro siempre iba al frente de su ejército, encabezando el ataque, lo que infundía ánimo a la tropa y quizá indica que quería parecerse al invulnerable Aquiles, a quien sin duda imitó cuando, arrastró el cuerpo de un general enemigo alrededor de la ciudad, tal como Aquiles hizo con el cadáver de Héctor.

Cuando volvió a derrotar a Darío en Mesopotamia, cerca de lo que actualmente es Mosul en Irak, y éste volvió a escapar, Alejandro lo siguió persiguiendo, aunque ya no representaba una amenaza ni tenía imperio, con la intención de enfrentarse a él en combate singular y acabar arrastrándolo.

No tuvo el gusto, Darío fue asesinado por sus generales en un vano intento de aplacar a Alejandro.

La urgencia de Alejandro por dominar el mundo hacía que conquistara los territorios pero no que los ocupara; tomaba soldados para continuar en campaña y dejaba a los gobernantes locales y las estructuras de gobierno. También, con una extraña mezcla de sensibilidad y brutalidad, tras la muerte y la destrucción de las batallas, construía teatros, bibliotecas, imponía el alfabeto y el idioma griego. La Ilíada era, por supuesto, el texto base para aprender a leer y escribir.

Periodo de excepción

Alejandro murió a los 32 años, después de una borrachera. Tal vez, envenenado; pero tal vez no.

Como sus generales se dividieron el imperio, éste no sobrevivió como tal, pero fue el inicio del período helénico, de la cultura griega fuera de Grecia, cuya capital informal llegó a estar no en Atenas sino en Alejandría, ciudad-puerto egipcia que Alejandro emplazó estratégicamente para el comercio y donde

mandó construir una gran biblioteca.

Todo barco que llegara a Alejandría debía compartir con la biblioteca la literatura que llevara a bordo,

la cual era copiada por un pequeño ejército de escribas y guardada en una colección de rollos que acabó por no tener rival en el mundo.

Fundada en el 331 aC, la biblioteca de Alejandría existió durante 700 años y fue el eje de una auténtica industria del conocimiento. Entre sus rollos de papiro y después pergamino (materiales de los que la ciudad tuvo el monopolio) estuvieron Euclides, el geómetra; Arquímedes, el inventor; Eratóstenes, quien midió el tamaño de la Tierra, y Ptolomeo, cuyo sistema astronómico se usó por 15 siglos, hasta que llegaron Copérnico y Galileo.

Mientras, en la India, el rey Ashoka mandaba hacer escrituras en griego, y a pocos kilómetros de Beirut, en Biblos, se escribía, en griego, la Biblia…

Historiadores y arqueólogos consideran al periodo helénico, como una explosión de grandes cambios artísticos y culturales, de gran riqueza y con mucho intercambio comercial y de personas, y eso sí dejó huella en la genética, al menos en la población de Beirut que estudiaron Marc Haber y su equipo.

Pero fue un periodo de excepción. Para el resto de la historia del viejo mundo, por más turbulencias sociales que haya, el estudio resolvió una añeja pregunta: ¿Los grandes cambios culturales se deben a las ideas o a que llegó gente nueva?

“Lo que encontramos es que cambian las ideas, no la gente”, dice Haber.