La convocatoria, lanzada desde varios días antes, obtuvo una gran respuesta. Desde el mediodía de este 8 de marzo, las mujeres se alistaban para marchar hacia el Zócalo en representación de las que ya no están y las que han sufrido abusos e injusticias, como parte de las actividades del Día Internacional de la Mujer.
Mientras miles aún aguardaban o seguían reuniéndose en distintos puntos de la Ciudad de México, el contingente de Mujeres Médicas fue uno de los primeros en marchar e ingresar al Zócalo capitalino, en el marco de la Marcha del #8M.
Vestidas en su mayoría de negro o morado, los contingentes salieron desde distintos puntos de la capital: la Glorieta de las Mujeres que Luchan; la Torre del Caballito; Monumento a la Revolución y el Ángel de la Independencia, entre otros, aunque todas convergerían en el Zócalo.
“Harta de vivir con miedo”, “El que no brinque es macho” y “Las autoridades no me cuidan me cuidan mis amigas”, fueron sólo algunas de las consignas que se oían al unísono por varios kilómetros, mientras decenas de contingentes se dirigían al cuadro principal de la capital.
Las diversas colectivas pedían por su causa, pero al final los mensajes eran los mismos: desde un alto a la violencia contra las mujeres, hasta reclamos por el protocolo de seguridad que activó el Gobierno de la Ciudad de México para proteger a los monumentos.
Salvo algunos conatos de enfrentamientos entre manifestantes y brigadistas de la Ciudad de México, en la mayoría de sus puntos la marcha avanzó sin contratiempos y de manera pacífica; algunas participantes incluso entregaron flores a las mujeres policías que desplegó el gobierno capitalino. “Hermana, hermana, eres una aliada”, les decían.
Así, en una marcha lenta por la cantidad de personas que se unieron a la marea morada, al llegar a la Plaza de la Constitución, a las manifestantes ya las esperaban los edificios protegidos con enormes vallas metálicas, que pronto serían el principal obstáculo del Bloque Negro.
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El bullicio de las consignas, de los martillazos y cohetones se apoderaron del Zócalo capitalino, ese que el presidente Andrés Manuel López Obrador se ha vanagloriado de llenar en diversas ocasiones.
El gas lacrimógeno —que asegura la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, no se lanzó—, picaba la garganta e irritaba la nariz. Mujeres con los ojos llorosos corrieron para ponerse a salvo. “¡Ojalá así me cuidaran!”, gritaron por ahí.
Pero todo fue en vano, el gas —que sí se lanzó, porque ejecentral así lo corroboró, gracias a información de Miguel Barrera, director de la Brigada Marabunta—, no las detuvo.
Mientras, desde el techo de Palacio Nacional planeaban al menos tres drones, que vigilaban cautelosos lo que estaba ocurriendo al exterior del hogar oficial del Presidente de México.
Este 8 de marzo, al menos 90 mil mexicanas —según datos del propio gobierno— perdieron el miedo y con furia, de ese que emana del hartazgo, salieron a gritar para exigir justicia y seguridad. ¿Las habrán escuchado esta vez?