Se puede ver en un video: el equipo humano, en tierra, brinca de emoción cuando llega la confirmación de que la misión mexicana Colmena se encendió y pudo operar estando dentro de la nave Peregrine que, por una fuga de combustible, no podrá llegar a la Luna como estaba planeado.
Aunque no llegará a posarse en la Luna, puede decirse que Colmena cumplió con el 75% de su misión espacial, ya que resistió, primero, las fuertes condiciones del despegue, con una vibración que por sí sola podría matar a un ser humano; también aguantó la salida del campo magnético de la Tierra, que nos protege a nosotros y a los satélites artificiales de la radiación ionizante del Sol, y que pudo ser puesta en marcha en el espacio profundo, con el viento solar, “que es como si estuvieras dentro de un reactor nuclear”.
Ahora es tiempo para el equipo de Gustavo Medina Tanco en el Laboratorio de Instrumentación Espacial (LINX) de empezar a pensar y a trabajar en las dos misiones más, Colmena 2 que se podría enviar en la segunda mitad de 2027 y Colmena 3, para, si todo sale bien, 2030, y en los otros proyectos que tienen.
¿Qué tiene de especial?
Colmena es “una idea innovadora en sí misma”, le comenta a ejecentral Medina Tanco, “por un lado, porque es una propuesta de una forma diferente de hacer actividades en el espacio con robots… es algo totalmente novedoso a nivel mundial”.
Y es que no se trata de operar con un único robot, “una única máquina autónoma grandota”, sino con “muchísimas máquinas chiquititas, que así como hacen, qué sé yo, las abejas para juntar polen en la colmena, pues ellas podrían juntar todo el lío para un reactor nuclear, por ejemplo”. Además, estarían “permanentemente trabajando, así como las abejas, vos las creas y te olvidas, y ellas hacen lo que tienen que hacer”.
La idea, entonces, tiene una serie de ventajas prácticas y posibles aplicaciones comerciales y operacionales, “sobre todo para la Luna y más todavía en el caso de un asteroide, donde la gravedad es muy, muy baja y una máquina grande no funciona”.
608 gramos
El 25% de la misión que le faltó a la que podemos llamar Colmena 1, explica el investigador del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM, fue operar en la Luna, “en un ambiente cubierto de un polvo sumamente fino, que se mete por todos lados, que es radioactivo, abrasivo y que… te arruina las comunicaciones, todo”.
Ese polvo está en la “por ponerle un nombre, atmósfera lunar”, dice Medina Tanco, pues sólo es una capa de unos 20 o 30 centímetros por encima de la superficie, pero los finos granitos de polvo “se cargan electrostáticamente por la radiación ultravioleta del Sol y en ocasiones explotan, y aún no está claro que Colmena pueda operar en esas condiciones, porque “nadie ha hecho nunca algo tan chiquitito para llegar al espacio”.
Las soluciones que se aplican tradicionalmente para “sobrevivir” a todas esas condiciones se implementan en instrumentos grandes, pero cada uno de los robots de Colmena pesa apenas 57 gramos y, en conjunto, los cinco robots y toda la electrónica que los controla, más la catapulta que los iba a disparar a la Luna, es decir, toda la misión mexicana pesa solamente 608 gramos.
“Muy pocos países han conseguido llevar tecnología hasta el espacio profundo, y hacerla funcionar y probar y validar. Y nosotros hemos llevado a México hasta allí; pero, encima, lo hemos hecho, no con una instrumentación tradicional, sino con una instrumentación sumamente especial, muy chiquita, donde nuevas estrategias se han tenido que hacer para sobrevivir y para operar, porque lo hemos conseguido operar allí”.
A Colmena le faltó la parte científica, como medir el regolito lunar (el polvo en el suelo producido por el impacto de los asteroides).
Sin embargo, “este no es un proyecto académico, una elucubración en el aire –aclara el investigador–. “Tenemos una estrategia de largo plazo en el LINX para desarrollar esa tecnología hasta sus últimas consecuencias, hasta que se vuelva un producto comercial”.
Al infinito y más allá
Hasta ahora el proyecto Colmena 2 incluye tres modelos diferentes de robots, que “deberían funcionar durante todo un día en la Luna, hibernar durante una noche y despertarse al día siguiente”, comenta Medina Tanco, aunque todavía es posible que el equipo decida que uno de esos modelos es el óptimo y que probablemente sea una fusión de los tres modelos.
›Para la misión de 2030, la idea es que los robots, mejorados sobre lo que suceda en 2027, tendrían que “sobrevivir durante meses en la superficie de la Luna, trabajando en forma autónoma. A partir de ahí ya tenemos el sistema que puede ser escalado”.
Tras las misiones Colmena 2 y 3 en el LINX se planea una más a un asteroide, tal vez en conjunto con otros países o asociaciones con empresas, para utilizar la tecnología para, por ejemplo, hacer exploración minera en un asteroide o en la Luna.
Pero el Laboratorio de Instrumentación Espacial, creado por Medina Tanco en 2010, hace muchas otras cosas. En un rápido recuento, el investigador y desarrollador comenta que ya han hecho varios instrumentos científicos para el espacio y la estratósfera, en cooperación con otros ocho países.
Han trabajado, por ejemplo, con las agencias espaciales francesa (CNES) e italiana y con la NASA. “Hemos volado telescopios grandes a la estratósfera… desde Canadá, desde Wanaka, Nueva Zelandia; de hecho, uno de ellos de cuatro toneladas y media ahora, casualmente lo lanzamos en abril de 2023.
También han hecho hardware para una cámara ultravioleta “que está en el espacio… Creo que es el primer hardware mexicano que vuela a la Estación Espacial internacional y que está en uso”, y diseñaron y construyeron “completamente en México”, el satélite enano Connect Dos, “el primer satélite auténticamente mexicano” que fue lanzado desde India en 2021 y que cumplió sus funciones en órbita hasta julio de este año, como estaba programado.
Para 2025 esperan lanzar un nuevo satélite que están haciendo y que será capaz de detectar partículas “para estudiar lo que se llama clima espacial, las tormentas solares en el ambiente próximo a la Tierra”.
Este satélite tendrá además “cámaras multiespectrales” de observación de la Tierra, con lo cual empezarán en el LINX una línea para “hacer de contribuciones a la resolución o la mitigación de problemas de cambio climático, del uso sustentable del agua, de deforestación y otros problemas de impacto social”, dice Medina Tanco.
Falta de atención
Bajo la dirección de Medina Tanco, el LINX tiene toda una estrategia de desarrollo del sector espacial y de contribuir al desarrollo de un ecosistema espacial en México; pero, hasta ahora, prácticamente todo lo que han hecho y todo lo que planean hacer ha sido con ayuda y también en colaboración con empresas privadas de México y otros países.
“Nos gustaría que lo vieran también agentes gubernamentales, pero bueno, por lo menos lo está viviendo el sector industrial, que es lo que más nos interesa –comenta el investigador—. De hecho, en Colmena hay una contribución muy importante de empresas privadas, tanto mexicanas como extranjeras”.
Visiblemente agotado, pues en los últimos días no ha parado de trabajar y agobiado por el gran interés que ha mostrado la prensa respecto al lanzamiento de Colmena, Medina Tanco valora mucho que se divulgue su trabajo, entre otras cosas porque “necesitamos realmente el apoyo de la sociedad para para poder hacer todo esto”.
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