El fenómeno de la ‘narcoestética’, el consumo aspiracional

14 de Noviembre de 2024

El fenómeno de la ‘narcoestética’, el consumo aspiracional

No tiene que ver con el buen gusto y el coleccionismo, sino con la acumulación y lo ostentoso y, al tiempo que los narcos se valen de ella para significar y transmitir sus valores

Aunque el concepto de narcoestética nace en Colombia, en México surge en 2006, justo cuando el entonces presidente Felipe Calderón declara su “guerra al narcotráfico”. Se podría decir que es una respuesta a este embate belicoso la cual, desde entonces, comenzó a desarrollar características propias y a sofisticarse, señala Lucía Elena Acosta Ugalde, coordinadora de Difusión Cultural de la FES Acatlán. “Ya no tenemos personajes como el que interpretaba Damián Alcázar en la película El infierno, que vestía camisas rojas de seda, portaba lentes Ray-Ban, usaba sombrero de ala ancha, y se colgaba cadenas de oro. Los líderes originales ya no están y en su lugar tenemos hoy a sus hijos y nietos, quienes han estilizado muchas cosas, como la comida, los lujos y la vestimenta”, señala Acosta. Situación que se contrapone a la realidad de los jóvenes de no encontrar trabajo, tener que apoyar a sus familias y allegarse de recursos mínimos para proseguir con su carrera mientras ven los despilfarros y extravagancias de quienes se dedican al crimen organizado. “Si a esto sumamos la apología que se hace desde los medios a estos criminales con series como La reina del Sur y tantas otras, podemos entender que cierta parte de la sociedad vea con cierta aprobación a los narcos y los considere casi héroes nacionales.”, explica. La narcoestética no tiene que ver con el buen gusto y el coleccionismo, sino con la acumulación y lo ostentoso y, al tiempo que los narcos se valen de ella para significar y transmitir sus valores, hay personas ajenas a estas actividades que ven en dichos alardes de riqueza la evidencia de una vida exitosa y, por ello, tienden a hacer de estos delincuentes modelos de inspiración y una suerte de héroes nacionales, planteó la académica. “Estamos ante una manifestación cultural capaz de imponer modas; tan sólo basta recordar a Edgar Valdez Villarreal, mejor conocido como La Barbie, quien al ser capturado vestía una camisa Ralph Lauren tipo polo (con un costo aproximado de dos mil 800 pesos). Uno pensaría que esto le acarrearía una connotación negativa a la prenda y ocurrió justo lo contrario, pues de inmediato se agotó y hubo hasta listas de espera para hacerse de una”, señaló. La investigadora señala, que aunque aún falta indagar en el origen de este fenómeno, en gran parte se debe a que, ante figuras políticas cuestionables, hay gente que ve en los grandes capos a individuos esforzados y admirables que se abrieron camino desde la pobreza hasta llegar a niveles desde donde se pueden burlar de esas autoridades merecedoras de desconfianza y ponerlas en jaque. Ello explica la algarabía mostrada por muchos ciudadanos al enterarse que Joaquín El Chapo Guzmán se había fugado del penal del Altiplano, hecho que algunos festejaron como si fuera no un ilícito más de este criminal, sino la hazaña de un aventurero pícaro y astuto que dejaba, otra vez, en ridículo a las autoridades mexicanas. Para Acosta Ugalde la sola mención de este personaje ayuda a entender qué es la narcoestética, pues uno de los objetos más emblemáticos de El Chapo es también el mejor ejemplo de esta manifestación de lo ostentoso, pues su pistola, valuada en 5.5 millones de pesos, tiene incrustaciones de oro y diamantes negros, así como una inscripción que dice “Billionaire 701 Phorbes”, la cual, aunque con errores al escribir la palabra Forbes, alude al sitial que le dio esta revista entre los hombres más acaudalados del mundo. “Y es justo eso lo que buscan los narcos con estos alardes. No les interesa el buen gusto, sino demostrar que poseen cosas caras, porque para ellos lo material es una forma de significar. Todas estas manifestaciones rayan en el exceso porque no saben de qué otra manera representar, inspirar temor y dar cierta idea de poder y de autoridad frente a los otros grupos delictivos”, señala la académica. En el libro Psicópata americano, de Bret Easton Ellis, el protagonista juzga a sus compañeros de trabajo no por sus cualidades humanas, sino por la calidad y precio de sus ropas, y para evaluarlos simplemente hace una sumatoria de cada una de las prendas que llevan y, a partir de ello, calcula la valía de cada uno. A decir de Lucía Acosta, los narcotraficantes hacen algo parecido, sumando que saben que en algún momento van a ser liquidados por sus enemigos, por lo que prefieren acumular cosas caras y ostentar, porque eso les otorga significado a ojos de los demás. La lógica parece ser, si tengo esto no sé por cuánto tiempo, ¿por qué no presumirlo?. Así, cada vez que las autoridades incautan la casa de alguno de estos delincuentes los medios reportan que en éstas hay desde picaportes de oro y piscinas con diamantes hasta colecciones de automóviles europeos o zoológicos en el patio trasero. Decía El GüeroPalma al ser entrevistado por el escritor Arturo Pérez-Reverte: “Más vale vivir cinco años como rey que 20 como güey”. Y pese a estos atisbos de una existencia breve, los narcotraficantes buscan alardear aún después de la muerte y esta estética de lo ostentoso se aprecia en panteones como Jardines del Humaya, en Culiacán, Sinaloa, donde hay mausoleos faraónicos con wifi, cuartos de descanso para los dolientes, aire acondicionado, frisos italianos sistemas de videovigilancia y piezas de arte. “Estas personas están muy preocupadas por significar tanto en la vida como en la muerte, en una obsesión que raya en lo perverso, y el único camino que ven para esto pasa por lo material. Es como si nos quisieran decir, aún muerto significo y vean el valor que tengo no solo yo, sino quienes están conmigo”. La narcoestética y sus excesos han sido cruciales, porque lo ostentoso maravilla y la línea que hay entre el asombro y la seducción es una muy delgada. (Con información de Gaceta UNAM) NM