Ha llamado la atención el trato cauto que el vocero presidencial, Jesús Ramírez Cuevas, ha dado al manejo de la crisis derivada del huracán Otis, en Acapulco, Guerrero.
Dicen los que saben, que sus recomendaciones han sido sensibles de la importancia de no subestimar el impacto social, económico y político de este fenómeno. Incluso sus frecuentes críticos han reconocido sensatez y sentido estratégico en la visión de don Jesús respecto de las líneas de respuesta que ha propuesto frente a los tremendos retos que enfrenta Guerrero.
Y no es para menos, pues una situación tan grave como la que se enfrenta en territorio guerrerense bien podría desbordarse para convertirse en un evento de fuertes consecuencias políticas, de no manejarse con la sensibilidad adecuada.