El Estado nacional y las fuerzas armadas

4 de Noviembre de 2024

El Estado nacional y las fuerzas armadas

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En México, en la realidad cotidiana, el ejercicio y aplicación de la soberanía muestra zonas oscuras en las que la evasión de responsabilidades políticas, económicas y sociales de actores diversos ponen en riesgo la supervivencia misma del Estado

Es monopolio del Estado, de un Estado nacional moderno, el ejercicio y salvaguarda de la seguridad y de la soberanía.

En consecuencia, la seguridad nacional, aún en el actual mundo globalizado, es un asunto consustancial al Estado Nacional.

No obstante, en México la seguridad nacional es confundida con la seguridad pública y se confunden los alcances de la seguridad interna.

Podría interpretarse que en el momento actual, la coyuntura política mexicana presenta una crisis de identidad en cuanto al papel que compete al Estado frente a la seguridad nacional y a la seguridad interna del país.

Son las Fuerzas Armadas, profesionales y permanentes, con un estatus legalmente establecido, lo que define por su propia naturaleza al Estado nacional, único depositario del monopolio de la fuerza pública y de la violencia política legítimas.

La existencia, el papel y marco de acción de las fuerzas armadas nacionales tienen base y existencia legales y legítimas. Ningún dictamen u opinión de instancias jurídicas internacionales, nacionales, grupos de interés o de presión nacionales o extranjeros podrán ponerlo en duda.

fuerzas armadas

La vida de un Estado moderno, en el que la sociedad civil está constituida por grupos organizados cada vez más fuertes, es atravesada por conflictos de agrupaciones que continuamente se renuevan, frente a los cuales el Estado, como conjunto de órganos de decisión (legislativo y gobierno) y ejecutores (sel aparato burocrático) desempeñan la función de mediadores y de garantes más que detentadores del poder, de acuerdo con la imagen clásica de la soberanía.

Se le atribuye al Estado el derecho y el poder exclusivo de ejercer sobre un determinado territorio y en consecuencia, ante los habitantes del mismo, la fuerza física; de esta manera el político se identifica con el ejercicio de la fuerza y es definido como el poder que obtiene los objetivos deseados por el poder político, utilizando la constricción física mediante la fuerza, en beneficio de las mayorías e intereses supremos de la nación.

La concepción weberiana del Estado moderno, que ya se ha vuelto opinión aceptada y común, lo define mediante dos elementos constitutivos centrales: el primero, la presencia de un aparato administrativo que tiene como función la prestación de los servicios públicos; y el segundo, el monopolio legítimo de la fuerza. La fuerza física legítima es el hilo conductor de la acción del sistema político.

El poder coactivo es aquel del que todo grupo social tiene necesidad para defenderse de ataques externos o para impedir su disgregación interna.

Al admitir que el poder político es el que dispone del uso exclusivo de la fuerza en un determinado grupo social, ¡es suficiente la fuerza para hacerlo aceptar por aquellas personas sobre las cuales se ejerce para persuadir a sus destinatarios a obedecerlo!

Cuando se analiza la vinculación entre el Estado y las Fuerzas Armadas, se concluye, indefectiblemente, ¡que el Estado nacional requiere de la fuerza para mantener la soberanía y la seguridad nacionales! ¿Qué requiere México para tener un Estado fuerte? Unas Fuerzas Armadas sólidas, del apoyo de la nación, de la confianza y un nacionalismo institucional, no de recomendaciones de instancias jurídicas extranjeras que desconocen la esencia del pueblo mexicano orgulloso de su soberanía e independencia.

El fortalecimiento de la soberanía nacional es un imperativo político y moral Hermann Hegel señaló “…Este elemento esencial donde la voluntad subjetiva y lo universal se unen es todo lo ético y el Estado la figura concreta. En la medida en que el individuo lleva en sí el conocimiento, la fe y la voluntad de lo universal el Estado es la realidad en la cual él encuentra la libertad y el goce de la libertad…”.

El Estado moderno en la actualidad y aún en este mundo globalizado continúa definiéndose por los mismos elementos: soberanía, territorio y monopolio legítimo del uso de la fuerza; tres elementos que permiten que un Estado nacional, independientemente de su grado de desarrollo económico, político y social pueda entablar relaciones igualitarias frente a otros estados nacionales, relación entre pares, relación entre iguales.

¿La soberanía, entonces, tiene su principal connotación, se refiere, justifica, aplica, explica, en términos internacionales? Esta sería la visión parcial e incompleta. La soberanía tiene su explicación mayor, su esencia, en la formulación, límites y alcances de la vida interna de cada Estado: Estado-nación, Estado-país.

El Estado moderno se define, en las Ciencias Políticas y Jurídicas, como la entidad basada en un sistema jurídico que le otorga legalidad, que es soberano en sí mismo, en un territorio determinado, que se caracteriza, que se define, por el monopolio legítimo de la fuerza.

La soberanía implica, en la vida interna de un Estado moderno, elementos consustanciales a su ejercicio, como son entre otros elementos, la formulación y aplicación de un cuerpo legal específico conocido como el Estado de derecho que se vuelve obligatorio para los representantes del poder político: diputados, senadores, funcionarios electos y designados, Fuerzas Armadas y demás elementos que integran el aparato del Estado, así como a cada uno de los habitantes del territorio sujeto a esa soberanía específica, sean ciudadanos o no, y las diversas formas que adopten las agrupaciones de la sociedad civil. Nadie por encima de la ley sería una aplicación exacta de la soberanía nacional.

No obstante, en México, en la realidad cotidiana, el ejercicio y aplicación de la soberanía muestra zonas oscuras en las que la evasión de las responsabilidades políticas, económicas y sociales de actores diversos ponen en riesgo la supervivencia misma del Estado.

›Existen actores mexicanos, individuales o agrupados socialmente, para quienes la soberanía nacional es un concepto obsoleto que debería formar parte de los museos de las antigüedades como si se tratara de fósiles o de una muestra de la cultura prehispánica.

El general Gerardo C.R. Vega García en su libro Seguridad nacional: concepto, organización, método, indica que “la seguridad nacional debe ser considerada como una condición que incluye multitud de acciones en los diferentes campos o frentes de acción de un Estado para garantizar el desarrollo equilibrado del mismo, dónde seguridad nacional es un componente de igual valor y dimensión que el desarrollo nacional; uno al otro dependen de sí mismos, no pueden existir en forma aislada; sin desarrollo no habrá seguridad, sin seguridad no habrá desarrollo”.

Sin seguridad nacional, sin fuerzas armadas sólidas y competentes la fuerza coactiva del Estado está incompleta y con una tendencia al declive.

En consecuencia, en el momento actual, la única alternativa para mantener la existencia de la seguridad nacional es la aplicación irrestricta del Estado de derecho y el pleno ejercicio de la soberanía nacional mediante la aplicación legal y legítima del cuerpo legal vigente.

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