“¿Sí sabes que la comida más importante del día es el desayuno?” me preguntó el otro día una amiga preocupada cuando le conté que yo no desayuno. He perdido la cuenta de cuántas personas me han hecho un comentario similar a ese.
Lo que mi amiga no sabía es que no estaba citando un hecho científicamente comprobado, sino una especie de eslogan de ventas que hicieron los hermanos Kellogg y que fue parte de la exitosa estrategia de marketing que le dio a la compañía del mismo nombre una fortuna y presencia en 180 países, es decir, prácticamente todo el mundo.
John Harvey y Will Keith Kellogg, con sus hojuelas de trigo o también llamadas Corn Flakes (corn significa, además de maíz, grano en general), fueron responsables, por un lado, de cambiar los hábitos de muchas personas, pues antes de ellos no era usual poner atención especial al desayuno y menos creer que era “la comida más importante del día”.
Pero la influencia de los hermanos Kellogg, además de sus ideas y productos, ha sido incluso más grande que eso, una parte para bien, pero otra fue sin duda, perniciosa. Aún así, las hojuelas no cumplieron una de las funciones que John Harvey esperaba de ellas: evitar la masturbación.
El pionero de la salud
La historia comienza con Ellen Gould White, cofundadora de la Iglesia Adventista del Séptimo Día (la cual predica el
inminente fin del mundo
y la segunda llegada de Jesucristo), pionera del vegetarianismo y escritora muy exitosa con los relatos acerca de sus visiones divinas.
White, además, fue fundadora de diversos sanatorios, entre ellos el de Battle Creek, donde contrató al médico, inventor e hijo de adventistas, John Harvey Kellogg, quien contrataría a su hermano ocho años menor, Will Keith, para que se encargara de la administración. John eventualmente pasaría de gerente del establecimiento a dueño.
Además de un sanatorio, Battle Creek era un spa y un hotel que atraía a la gente que estaba en busca de la salud y el bienestar. Mientras trabajaban ahí la familia Kellogg generó también una casa editorial, máquinas para hacer ejercicio, otras que hacían ejercicio por uno o que proporcionaban “baños de sol”, y hasta un colegio.
John era un médico muy activo y de mucho prestigio, aunque muchas de sus ideas estaban basadas en sus creencias religiosas. Fundó en 1866 la revista Good Health (buena salud), la primera de este tipo en el mundo, y fue un pionero en la idea, ahora muy difundida y aceptada, de que la salud de la mente, el cuerpo y el espíritu son muy necesarias para prevenir la enfermedad y vivir bien por más tiempo.
Se puede decir que John Kellogg fue el fundador de la cultura del bienestar (wellness) pero entonces, claro, no se usaba esa palabra; él le llamaba biologic living o vivir biológicamente.
El ejercicio constante y vigoroso, la alimentación sana, reír, dormir bien, el rechazo a las drogas, el azúcar y en general a los excesos, eran parte de una “vida biológica”, comenta Howard en su libro sobre los Kellogg.
También fue un pionero en considerar que la obesidad “no es un mero inconveniente… sino definitivamente un riesgo de salud”, de donde viene otra de las ideas sin demostrar que dejó como herencia (aunque más en Estados Unidos que en otras partes del mundo): que desayunar ligero ayuda a prevenir la obesidad.
Por otra parte, explica Howard, entre sus recomendaciones de salud física, espiritual y de eliminación del estrés, John Kellogg incluía la abstinencia sexual, salvo para la procreación, e incluso quería prohibir la masturbación, “lo que minó su reputación”.
Además de prevenir la indigestión, los Corn Flakes también debían ser buenos para eliminar ese hábito.
De manera paralela a sus labores en el Battle Creek Sanitarium, los hermanos Kellogg pasaban horas en la cocina tratando de generar el cereal adecuado para cumplir los deseos de John; de hecho, era Will el que más tiempo trabajaba en el proyecto.
Aunque existen diferentes versiones al respecto, se acepta que fue John el que una noche no guardó una cierta cantidad de masa, y quien, al día siguiente, en lugar de limpiar decidió hacerla hojuelas y hornearlas, y así fue como, después de años de intentarlo, un día de 1898, nacieron los Corn Flakes.
También fue entonces cuando los pleitos entre los hermanos se recrudecerían y los llevarían a una separación definitiva y amarga.
El industrializador de comida
Will pasó 22 años y medio como encargado de negocios del sanatorio sin tener la posición de manera oficial. Sin embargo, en 1906, poco antes de cumplir 46 años, se rebeló contra John diciendo que era “un zar que tomaba la ley en su propia mano ignorando a sus asociados y subordinados”.
Aun así, Will le preguntó si podía iniciar su propia compañía de cereales, cosa que, habiendo obtenido permiso a condición de que John fuera socio, hizo en febrero de ese mismo año con el nombre de Battle Creek Toasted Corn Flake Company.
Poco tiempo después, Will compró las acciones de su hermano y lo sacó de la compañía, que cambió de nombre a Kellogg Toasted Corn Flake Company en 1909 y a Kellogg Company en 1922. John demandó a Will por usar el apellido de la familia en su marca, pero la Corte falló en favor del segundo.
Según Howard Markel, Will Kellogg fue un equivalente de Henry Ford: mientras este desarrollaba la producción en masa de automóviles, Will Keith fue un pionero de la producción en masa y el marketing de la comida industrializada, y muchas de las prácticas que ayudó a desarrollar todavía se mantienen.
Will también fue uno de los primeros en entrar al incipiente campo de la publicidad masiva e invirtió millones de dólares en diseños de caja, jingles y personajes atractivos, pues también, destaca Markel, fue pionero en dirigir sus productos a los menores.
Desde el inicio, Will retomó la proclama de su hermano de que “el desayuno es la comida más importante del día”, porque su compañía ofrecía un desayuno que ya estaba preparado al que bastaba con sacar de la caja y agregar leche; pero también porque, como muchos otros, creía en la medicina del bienestar de su hermano, que llegó a ser propuesto en 1921 para el premio Nobel en Medicina o Fisiología por sus estudios sobre la dieta.
Epílogo de si conviene o no desayunar
Will Kelvin Kellogg no era una mala persona. Se le reconoce, por ejemplo, que durante la gran depresión redujo el número de horas laborales en la empresa para emplear a más trabajadores y que a través de su fundación dio mucho dinero en caridad.
Sin embargo, el menor de los Kellogg no tenía las convicciones de su hermano, y no tuvo problema en, por ejemplo, vender productos azucarados (aunque ciertamente en esa época aún no se sabía de los daños que su consumo ocasiona).
Así fue como, inadvertidamente y de buena fe en general, Will terminó promoviendo sus productos con falsedades creyéndolas verdades científicas. El hecho es que, hasta la fecha, no se ha demostrado con estudios clínicos que desayunar sea particularmente importante ni que baje de peso, ni que los Corn Flakes sean muy sanos.
Lo que sí ha sucedido es que muchas compañías que venden productos que supuestamente promueven la salud y el bienestar, lo hacen, a imitación de los pioneros Kellogg, sin evidencia de que realmente cumplan los beneficios que prometen, lo cual sólo se puede probar con estudios clínicos controlados.
Ejemplos de esto abundan en el mundo y a lo largo de los años; uno de ellos corresponde a los famosos ocho vasos de agua al día, los antioxidantes en los jugos de frutos rojos y muchísimas dietas, como la paleo y la keto e incluso el ayuno intermitente, del que ya se demostró que, a pesar de toda la teoría que tiene detrás, no es mejor una dieta de restricción calórica normal. Incluso sobre los edulcorantes no calóricos ya dijo la Organización Mundial de la Salud (OMS) que no funcionan a largo plazo.
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