La pandemia de la Covid-19 ha retratado los reflejos y estaturas políticas frente a la sorpresiva tragedia global.
Las reacciones primigenias, es decir, las primeras decisiones tomadas al vapor a los pocos días de que China diera a conocer al mundo los primeros casos de contagios, y anteriores a las directrices planteadas desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) para paliar el shock sanitario, resultaron decepcionantes y con un elevado componente de incredulidad por parte de los presidentes Donald Trump, Jair Bolsonaro y Andrés Manuel López Obrador, entre otros, quienes presumieron su ignorancia sin pudor alguno, pero sobre todo, tuvieron la osadía de tomar decisiones sin medir el costo en vidas humanas.
En medio del entorno de la comunicación política de la posverdad tal pareciera que las emociones priman sobre los hechos verificables, solo así se entiende que el presidente Trump recomendara tomar productos químicos desinfectantes, por ejemplo la lejía, para eliminar el virus, o que el presidente de México recomendara portar estampitas religiosas para proteger el organismo del virus. La pandemia borró fronteras y dividió al mundo en dos grandes bloques: el científico y el irracional.
Las redes sociales catapultaron las versiones conspiranoicas (mezcla de conspiraciones orquestadas por personajes como Bill Gates y comportamientos paranoicos de parte de segmentos de la sociedad cuya incertidumbre sobre el nuevo virus potenció su desconfianza) lanzando diversos vectores analíticos.
Uno de ellos presentó contenido geopolítico: Trump acusó a China por haber diseñado y producido el virus en un laboratorio de Wuhan, y funcionarios chinos acusaron a Estados Unidos por haber llevado el virus a través de su ejército durante unos juegos especiales durante el último trimestre de 2019.
Otro de los vectores analíticos que atravesaron el mundo tiene que ver con los confinamientos.
El binomio libertad/seguridad se convirtió en un dolor de cabeza para los líderes políticos. ¿Cuántos grados de libertad deberían de eliminar a la movilidad de las personas para protegerlos del virus? ¿Cuál debía de ser el alcance de las medidas que contemplaban el cierre de comercios para no afectar la economía?
La correlación de estas dos variables es negativa, a mayor libertad menor seguridad, así lo demostró el presidente George W. Bush al firmar el Acta Patriota después de los atentados de la Torres Gemelas. En caso de la pandemia sucedió algo similar.
Fue China la primera nación que cerró la región de Wuhan luego de la rápida multiplicación de contagios. Después vino la cuarentena de mil 400 millones de habitantes del país, los controles de tráfico y los miles de controles de detección del virus en calles y edificios, incluso, el lavado de billetes.
En Europa, la “nube” de la Covid-19 se fue asentando en Italia, España, Francia y Reino Unido, y en América, en Estados Unidos, particularmente en Nueva York. En todas estas regiones se aplicaron duros confinamientos donde ni siquiera la gente podía desplazarse entre ciudades del mismo país.
En Corea del Norte, el presidente Kin Jong-un ordenó la muerte de dos funcionarios por haber permitido recibir productos del exterior. Con perfil de dictadura sobre Corea del Norte no se supo con transparencia los métodos de confinamiento ni la cifra de muertos.
El regreso a la casilla de salida
A casi dos años de que se registrara el primer infectado por la Covid-19 en Wuhan, surgen nuevas olas compuestas principalmente por escépticos de la vacuna. El 11 de agosto de 2020 Rusia anunciaba a la OMS el registro de su vacuna Sputnik V, y cuatro meses después, iniciaba la vacunación a nivel masivo. Pese a lo anterior solo se ha vacunado al 29% de su población, 42 de 145 millones de habitantes según los reportes publicados por el ministerio de Salud del gobierno ruso.
La ocupación de camas en terapia intensiva rebasa 90% en 27 de 84 regiones rusas, reveló la viceprimera ministra Tatiana Golikova, responsable de la lucha contra el coronavirus (El País, 20 de octubre). El gobierno no ha querido implementar medidas de confinamiento a nivel nacional para proteger la economía del país, sin embargo, las medidas laxas no han logrado mitigar la expansión del virus. En la última semana se ha incrementado el número de muertos por la Covid por día (alrededor de mil registrados en las últimas jornadas). El presidente Putin ha ordenado que los trabajadores dejen de acudir a sus centros de trabajo entre el 30 de octubre al 7 de noviembre.
Desde que inició la tercera ola antes del verano, el gobierno echó mano de medidas para incentivar la vacunación. Una de ellas fue obligar a empresas del sector servicios y a funcionarios que tuvieran contacto con la gente, a tramitar el certificado de vacunación. Ninguno podía ir a trabajar sin él.
El problema fue la aparición del mercado negro de certificados. Por ejemplo, en San Petersburgo las autoridades investigaban esta semana a un grupo de trabajadores sanitarios acusados de haber vendido certificados de vacunación a cambio de 100 mil rublos (mil 400 dólares), reportó la agencia de noticias AFP.
Juegos Olímpicos
China se prepara para organizar los Juegos Olímpicos de Invierno el próximo mes de febrero en Pekín por lo que las medidas para evitar nuevo oleaje del virus se redoblan, pese a que el número de casos sea pequeño: 100 casos nuevos asociados a la variante delta en la última semana. El martes pasado, el gobierno ordenó un nuevo confinamiento en la ciudad de Lanzhou de cuatro millones de habitantes. Un representante de la aerolínea Southern Airlines dijo a la agencia AFP que todos sus vuelos entre Pekín y Lanzhou fueron cancelados sin una fecha prevista para su reanudación.
›En Pekín, el ingreso a sitios turísticos fue restringido, el popular Templo Lama fue cerrado y los residentes recibieron aviso de no salir de la ciudad a menos de que sea necesario.
Falta tiempo para poder realizar un diagnóstico sobre el comportamiento político en el mundo sobre la batalla frente a la Covid-19, es cierto, ya existen los suficientes datos para medir la estatura de algunos líderes de Estado.
El binomio libertad/seguridad sigue latente en las decisiones de los gobernantes. Las dictaduras sabemos a lo que apuestan, pero la economía es la salida de emergencia.