En fechas recientes, algunas películas sobre periodismo han sido realizadas cuando la profesión y la industria se encuentran bajo ataque, en ocasiones con razón, ante la responsabilidad para reconectar la confianza con la audiencia y en otras, ante la dispersión de las noticias falsas y el contenido propagandístico disfrazado de periodismo.
En los últimos años, filmes como Spotlight, que narra el trabajo del equipo de investigación del Boston Globe sobre los abusos sexuales en la iglesia católica contra menores en Boston o The Post, producida y dirigida por Steven Spielberg que relata la anécdota sobre cómo el Washington Post con la ayuda del editor Ben Bradlee, se pone al día con The New York Times para exponer un encubrimiento masivo de secretos gubernamentales que abarcaban cuatro presidentes de Estados Unidos, llenaron las salas del cine.
›Ahora que el “liberal” Hollywood respondió al ataque de Donald Trump con este tipo de películas, el símil de los tiempos de “peligro y amenaza” para la prensa se remontan a cuando se sintieron atacados por el gobierno de Richard Nixon.
En 1976, la adaptación del libro Todos los hombres del Presidente se estrenó en el cine y relata la investigación de los reporteros del Washington Post, Carl Bernstein y Bob Woodward, interpretados por Dustin Hoffman y Robert Redford.
Para la revista Time, el trabajo de ambos derrocó a Nixon, lanzó e inspiró a cientos de reporteros y periodistas. Woodward y Bernstein, entonces reporteros novatos en el Washington Post, relatan los acontecimientos que desenredan la gran conspiración detrás del robo de Watergate desde una llamada telefónica hecha un sábado por la mañana hasta el papel de Garganta Profunda como fuente confidencial hasta de una primicia que causó la caída de un presidente. Publicado en 1974, este sigue siendo un testimonio del poder de la información obtenida de a pie, con las básicas reglas del periodismo de investigación.
Más allá del romanticismo y heroísmo que Hollywood imprime a los roles de los periodistas, la inspiración que provoca ver al periodismo desde fuera, como un superhéroe, ayuda a replantear la posición que tienen las organizaciones y sus miembros ante la sociedad, la verdad, el reto y el momento de cambio.
Uno de los personajes principales de las historias de oro del periodismo escrito estadounidense es precisamente Bob Woodward, periodista en activo del Washington Post, que con 75 años de edad y 47 trabajando para el Post, siguió con su labor para repetir la historia.
Woodward ha hecho publicaciones de este tipo sobre Obama y su presidencia, la fallida relación con John Boehner y su rompimiento con el legislativo, también mantuvo el ojo crítico a la presidencia de George W. Bush y su invasión a Afganistán e Iraq y que ahora ha decidido regresar a sus inicios, como él mismo lo dijo, y publicar el libro Miedo, Trump en la Casa Blanca. Una publicación de más de 400 páginas que a través de diferentes fuentes de deep background cuenta el proceso de toma de decisiones que se sigue en la Casa Blanca de Trump, desde los caóticos días de una campaña a punto del colapso, hasta el negro futuro que, según el autor, le depara a los Estados Unidos con el actual presidente al mando.
Woodward cuenta con cinco o seis fuentes principales que le contaron su visión de lo sucedido en medio de las diferentes crisis que Trump ha tenido que enfrentar en los cortos años de vida política. Las crónicas de Woodward ocurren al interior de la oficina oval y tienen alto contenido de información militar.
Lejos de las fuentes militares, personajes como Roy Porter, secretario de personal de la Casa Blanca, despedido después de que sus dos exesposas lo denunciaran públicamente por violencia o Gary Cohn, exdirector del Consejo Económico Nacional de Trump y expresidente de Goldman Sachs —el mayor responsable, según el libro, de que hoy México tenga un TLC con Estados Unidos— Steve Bannon, exestratega jefe de la Casa Blanca; Reince Priebus, primer jefe de personal de la Casa Blanca de Trump; Lindsey Graham, senadora de Carolina del Sur y John Dowd, abogado principal de Trump para la investigación de Rusia hasta marzo, también tienen una importante presencia en el texto.
El objetivo periodístico de Woodward parece ser la exposición de un desastroso gobierno que mantiene una permanente guerra por la atención del presidente según diferentes intereses. Expone a un personaje descrito como infantil, distraído, ignorante y berrinchudo, un peligro para conducir un gobierno del que Woodward aparentemente tiene una buena idea y del que ha podido ser protagonista dentro y fuera.
Anécdotas como la debacle de la campaña presidencial y cómo Bannon terminó por sacar adelante la candidatura, o el proceso de selección de personal por el que asesores de seguridad como McMaster o jefes económicos como Cohen fueron contratados in situ y sin mayor vetting de por medio.
En cuanto a la parte que a México toca, nuestro país vivió en medio de una guerra ideológica comercial empujada por Peter Navarro y su obsesión por los déficit comerciales, y el empuje de Gary Cohen y Wilbur Ross por el libre comercio y la permanencia de los acuerdos internacionales. Ya sea por razones militares y de seguridad o de comercio y laborales —por lo que dice Woodward— el equipo de Trump jamás hubiera permitido una retirada del acuerdo comercial, lo que implica esconderle a diario de su escritorio la petición de salida del acuerdo trilateral.
En tanto, han sido muy diferentes las consecuencias que podría tener el libro y su efecto sobre el presidente Trump, comparadas con la publicación del reportaje de Watergate.
En 2018, Trump ha negado en su cuenta de Twitter que lo escrito en el libro sea real, pero otras fuentes que han sido señaladas en las entrevistas hechas por Woodward han salido a medios para desmentir la información. Por ejemplo, el medio estadounidense, Vox, ha señalado una reacción muy distinta al silencio sepulcral que salió de la Casa Blanca de Nixon cuando publicaron Watergate, y al que la escena final de la película The Post representa muy bien.
Mientras conocemos las consecuencias del libro, las buenas y mejores prácticas del periodismo de investigación han demostrado salir cuando el oficio es puesto a prueba, alimentadas por las nuevas generaciones de reporteros guiados por la reglas básicas de los grandes que han producido las notas periodísticas más famosas y de mayor consecuencia.